Un caracol de mar a unos 150 kilómetros de la costa, una cueva que recuerda a las de Talgua y piedras de moler similares a las halladas en otro extremo, al sur de Honduras, son algunos de los curiosos elementos de este santuario de la arqueología lleno de preguntas sin resolver.
En su recorrido por el este de Honduras, el equipo de EL HERALDO comprobó in situ la abundancia de restos arqueológicos dentro de esta espesa región selvática, y también la necesidad de proteger este patrimonio que ha sido poco estudiado y aprovechado en beneficio de nuestro país.
La ruta por el río Plátano comenzó en sus cabeceras y desembocó en el mar. Incluyó una cueva donde yacen antiguos restos arqueológicos.
Además, cerca del río, en un lugar que preferimos omitir para no alertar a los saqueadores, todavía se encuentran pequeñas piedras de moler, uno de los accesorios más característicos de estos antiguos habitantes.
Intrigante conexión
A unos 20 metros del río Plátano, en algún punto de La Mosquitia hondureña, se pueden ver varias piedras de moler cuya característica principal es la sencillez de su diseño, contrario a la majestuosa pieza hallada donde antes era la selvática cuenca del río Sico y que ahora se exhibe en el Museo para la Identidad Nacional, en Tegucigalpa.
El Dr. Christopher Begley explica que en La Mosquitia se pueden hallar muchas piezas de importancia para la vida diaria y cultural de los antiguos pobladores. Las más comunes son las piedras de moler, que “por lo general están decoradas con figuras talladas de animales, como serpientes, en uno de sus extremos”.
No obstante, como dice Carrol Lynd Dennett, quien realizó un estudio sobre vestigios en el este de Honduras, “parece que hubo dos tipos de piedras de moler” en esta zona. Las “muy elaboradas piedras de moler talladas” con trípode y de mayor tamaño y “las que fueron modificadas mínimamente, hechas con piedras de río” y más pequeñas.
Lo más intrigante es que las piedras ricamente confeccionadas de La Mosquitia guardan relación con otras halladas en el centro y sur de Honduras.
Estos “metates muy elaborados, con grabados de estilo greca” en el borde de la superficie plana y con adornos en forma de cabeza de reptiles, han sido encontrados en islas del Golfo de Fonseca. También hay ejemplos de piedras de moler con cabezas de reptil en los valles de Choluteca y Comayagua, en el sur y centro de Honduras”, precisa.
La evidencia que ofrecen estas piezas de cerámica, según Begley, es la prueba más clara de que estos antiguos habitantes no estaban relacionados con los pueblos de Mesoamérica, como los mayas, sino con los del sur.
“En lugar de ser piezas pintadas, la cerámica que hemos encontrado se ubica firmemente entre la tradición del inciso y el modelado, con pequeñas hendiduras hechas en la pieza en lugar de dibujos pintados encima de ellas”, detalla.
Las piezas de La Mosquitia no son de barro pintado, comunes entre los antiguos pobladores de Honduras, “sino objetos que fueron decorados por medio de tallados” que siguen patrones en la cerámica fresca con algún tipo de objeto afilado.
Las conclusiones que se pueden derivar de estos hallazgos aún no están escritas.
Cuevas
En el interior de una cueva de piedra caliza reposan también milenarios restos culturales, entre ellos bases para moler y un caracol de mar. Sorprende este último hallazgo ya que la cueva se encuentra a unos 150 kilómetros de la costa, siguiendo el curso del río.
La parte montañosa de La Mosquita es abundante en piedra caliza, la que al entrar en contacto con el río puede convertirse en una cueva subterránea.
La Mosquitia, en todo caso, es una región donde se puede encontrar este tipo de vestigios ancestrales. Según el Dr. Begley, “hay muchas cuevas de piedra caliza en las partes montañosas. Posiblemente haya varias con restos arqueológicos que aún no conocemos”.
La cueva que el equipo de EL HERALDO conoció puede tener una historia similar a las de Talgua, en Catacamas.
En el caso de Talgua, dice Begley, “se tiene material de fechas anteriores a los sitios arqueológicos de la zona, con más de 3,000 años de antigüedad. Sin embargo, no hemos podido encontrar los sitios donde estas personas vivieron. ¡Este es uno de los grandes misterios de la zona!”
Además de metates, los hallazgos de piezas arqueológicas en La Mosquitia incluyen ollas, vasijas, escudillas, collares de jade, cinceles o puntas de hacha, esculturas y manos de metate.
Esta riqueza es un imán para los saqueadores, quienes son una amenaza para las piezas que todavía no han sido estudiadas por los arqueólogos.
El saqueo destruye la información sobre los objetos antiguos y sus hechos, ya que quienes lo perpetran buscan piezas intactas para venderlas, desechan las que están rotas y en ese proceso destruyen otras. Además, “no documentan lo que van encontrando” y esos descubrimientos se pierden para siempre, señala el arqueólogo John Hoopes.
“La triste historia de las cuevas de Talgua”, cuyos restos humanos y arqueológicos fueron destruidos por oportunistas, es un ejemplo de los daños que causa este tipo de vandalismo.
“Estas personas deben ser detenidas”, clama Hoopes.
Sin embargo, el mayor daño al patrimonio arqueológico de La Mosquitia proviene de las actividades de ganadería y agricultura, pese a la legislación que establece que estas áreas de Honduras son patrimonio cultural bajo protección y no zonas de desarrollo agropecuario, dice el Dr. Christopher Begley.
“El daño que han hecho personas buscando artefactos para vender ha sido mucho menor, si comparamos”, sostiene.
Ante este panorama, óscar Neil, arqueólogo del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), concluye que es necesario fortalecer acciones que eviten que el patrimonio arqueológico de La Mosquitia se vea afectado por la falta de una estrategia apropiada de protección y difusión del mismo, “así como las condiciones para que esta zona sea investigada sistemáticamente”.
Y es que, como habíamos dicho en ediciones anteriores, la mayoría de los vestigios arqueológicos del este de Honduras no han sido estudiados ni clasificados.