El deceso de un ser querido siempre deja un gran vacío en los corazones de quienes lo conocieron y compartieron momentos agradables.
La muerte es algo natural y lo más seguro tenemos en nuestra vida, pero ninguno se prepara para enfrentar ese suceso tan doloroso, mucho menos cuando llega de repente y quizá no hubo tiempo para una despedida, para un adiós.
Hace un par de días, falleció, a causa del cáncer, el cantautor Guillermo Anderson, uno de los hijos más queridos de Honduras.
Carta íntegra de Rocío Anderson:
En los simulacros de incendio, en todas las guías para sobrevivir un desastre natural, la primera instrucción es mantener la calma. Yo creo que mi papá oyó eso en algún lado y se lo tomó demasiado en serio. Era algo que en la casa nos frustraba y sacaba de quicio. A veces, yo tenía que salir rápido de la casa para ir a una clase de ballet o a una fiesta de cumpleaños, y por más que trataba, a mi papá no le podía sacar prisa nada. Ni el trabajo, ni el reloj, ni los diagnósticos.
Aparte de tomarse su tiempo, mi papá perdía las llaves del carro, celulares, las llaves de la casa, sus afinadores, la copia de la llave del carro... y nosotras tratábamos de preocuparlo, porque no podía ser. Pero él, tranquilamente, siempre solucionaba.
Con esa misma serenidad enfrentó su enfermedad. irónicamente era él quien nos contagiaba a todas su tranquilidad, su sonrisa, su sentido del humor.
Eso de perder cosas lo heredamos mis hermanas y yo (y a mi mamá se le ha empezado a pegar). Tanto que en mi casa, no falla San Antonio, patrón de las cosas perdidas. El pobre ya días trabaja horas extra. Mi papá fue, sin duda, uno de los favoritos de San Antonio. Todo le salía bien, todo le aparecía y eso que mi papá nunca se preocupaba.
A diferencia de mi papá, nosotras sí nos inquietamos un poco más fácil.
A nosotras nos cuesta más respirar profundo. Hasta los últimos días, mi papá tenía un nivel de oxigenación muy por arriba del promedio, y ese, creo yo que es el secreto: lo primero que nos dicen antes de salir en fila india por la puerta, antes de agarrar el extintor de fuegos, mantener la calma, conseguir paz. Eso es lo que mi papa defendió todos los dias de su vida tanto en escala nacional, refiriendose a conflictos políticos como en la casa, haciéndonos ver que las cosas por las que peleabamos mis hermanas y yo no valían la pena.
Enmedio de su partida que nos duele como huracán o tal vez como incendio forestal que nos deja pelados de un lado, él nos pediría tranquilidad para volver a sembrar.
Mi papá, el sereno. Mi papá, que siempre pidió paz a través de sus canciones y sus obras. Que no le gustaba vernos peleadas, ni preocupadas, ni mucho menos tristes.
Aquí estamos, queriendo nosotras también tranquilizarnos, respirar profundo, sabiendo lo bien que está.
Nosotras también pedimos paz para nuestra familia, para toda la gente que lo quiso y consintió tanto. Para nuestro país. Pedimos paz. A mi papá que nos la siga mandando, y a San Antonio que nos ayude a encontrarla.