Honduras

Golpes e insultos de los agentes del orden

Carolina aseguró que ha vivido en carne propia los vejámenes por parte de los uniformados que le roban el dinero, requieren sus servicios y no le pagan
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04.07.2017

Comayagüela, Honduras
“Mira vos, allá va aquella gran p... zorra... a vos zorraaaa”. Estas expresiones fueron para Carolina, una trabajadora sexual que transitaba junto a su hija de nueve años, por la zona de los mercados de Comayagüela. Estas palabras cayeron como una puñalada: “Deseaba que en ese instante la tierra se partiera en dos”, dijo.

Y es que su pequeña desconoce su labor, por lo que quiso disimular al no prestar atención a las palabras, pero los gritos se hicieron más fuertes: “A vos, p... zorraaa, con vos hablo”.

En medio de su inocencia, la niña le preguntó: “mami, por qué te dicen zorra, vos sos una persona, no un animal”.

La madre hizo un esfuerzo para convencer a su hija de que no se trataba de ella, que la habían confundido y que por equivocación se dirigían a ella de esa manera.

Lo que no podía creer Carolina es que tales insultos vinieran de parte de dos agentes de la Policía Nacional que no se midieron para ofenderla, pese a que iba acompañada de una menor.

Yo también uso un uniforme de
trabajo: mis tacones y mi vestido
para verme bella”.

Carolina

Pero la ironía más grande para ella es que esos dos agentes que en ese momento la agredían, en una ocasión recurrieron a sus servicios y después de haber complacido sus deseos carnales le pagaron con golpes y toletazos.

“Lástima que uno no anda una cámara para grabarlos, porque así la sociedad se daría cuenta que nosotros no mentimos al contar lo que nos ha pasado”.

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Policía injusta

Quién más que Carolina para contar los vejámenes a los que ha sido víctima por parte de sus clientes, historias con las que ella considera que podría escribir un libro, al que cada día le incorporaría capítulos diferentes.

“Esos policías son unos perros, y que me disculpen los animales por compararlos con esas bestias que ignoran que este es el trabajo que uno realiza para sobrevivir”, declaró la joven de piel canela, que cada noche se apuesta en las calles de Comayagüela para ofrecer sus servicios sexuales a cambio de un pago económico.

Para ganarse 200 lempiras esta mujer necesita de la contratación de algún cliente, que en ocasiones son agentes del orden, quienes “han llegado a golpearme y hasta escupirme en la cara”.

Pero como ella misma reveló, hay noches buenas y noches malas en las que le ha tocado irse a pie para su habitación, pues uniformados también le han quitado el dinero que se gana.

La joven aboga porque exista una Policía más justa, honesta, que no esté de parte de la corrupción, que las defienda en lugar de impedirles trabajar en la calle.

Hay noches buenas y noches malas, pero su peor pesadilla son los policías.

“Una fría noche fue abordada por una patrulla, donde se conducían cuatro uniformados, eran de la Policía Nacional. Al estacionarse frente a mí me pidieron que me subiera a la unidad, que nada me iba a pasar, que solo uno de los agentes quería estar conmigo, pero no fue así...”.

“Los cuatro me subieron a la patrulla. Ellos me apuntaron con sus pistolas, me tiraron al suelo, les rogué que no me tocaran, que era de cobardes si yo no me podía defender, pero de nada sirvió, los cuatro me violaron y luego uno me dio tres patadas en el abdomen”.

Por este tipo de atropellos es que la joven trabajadora sexual se pregunta a cada momento por qué no ha recibido un mejor trato de parte de los agentes que deberían darle protección, pues no desarrolla un trabajo irregular.

5

mil mujeres hay en
la capital que se
dedican al trabajo
sexual y la mayoría
aseguran haber sido
agredidas.

“Ya es tiempo de que en el país exista una Policía honesta, que no sea corrupta y que vele por los intereses de la nación y más que todo de la sociedad más vulnerable”.

Señaló que hay ocasiones en las que ni de las mujeres policías se escapa, “estas resultan peores”.

“Tuve una experiencia con una mujer policía, creí que ellas eran más humanas y que nos podían comprender. Fue cuando me llevaron para una posta y al estar a solas con ella me pidió que me desnudara, me chupeteó toda y me pidió que me acostara con ella”, confesó.

Carolina manifestó que continuará en este trabajo, mientras no encuentre otras opciones. Solo le pide a Dios que le dé fuerzas para sacar a sus dos hijos adelante, pues ellos son el motor que la impulsa para luchar, ya que no tiene un esposo que la apoye.

“Soy madre soltera, mis hijos, de no ser por el dinero que yo llevo a casa, se morirían de hambre”.

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