“Nosotros le llamaremos”, fueron las tres palabras que sentenciaron la jornada de José Mario Sierra, un perito mercantil de 19 años desempleado desde que egresó del colegio, hace más de un año.
Las cuatro veces que Mario ha escuchado esta frase lo han hecho entender que no es más que un código para rechazar de manera educada una solicitud de empleo, pues nunca llega la ansiada llamada.
Es mal augurio es desalentador, pero aún así el joven deja el fólder que contiene sus documentos y, entre ellos, un coctel de optimismo y pesadumbre.
Al igual que José Mario, unos 30 mil capitalinos salen todos los días de sus hogares para conseguir una plaza en el cerrado mercado laboral, pero regresan en las mismas condiciones, según datos de la Secretaría del Trabajo y Seguridad Social (STSS).
Bomba de tiempo
Los miles de ciudadanos desocupados, mezclados con la vorágine de inseguridad del Distrito Central, integran una fórmula explosiva, consideran los expertos.
Pese a que la STSS informó que al cierre de 2012 hubo una reducción de 1.8 por ciento en la Tasa del Desempleo Abierto (TDA) en la ciudad, pues pasó de 8.6 a 6.7 por ciento, en la ciudad impera una alarmante necesidad de trabajo.
En otras palabras, esa reducción alcanzada de 38,851 a 30,387 desocupados, que se tradujo en 8,464 nuevos puestos, contrasta tajantemente con las largas filas que originan las ferias de empleo y en las empresas o instituciones que ofrecen una oportunidad laboral.
Esa lucha por trabajo también se refleja en el Servicio Nacional de Empleo de Honduras (Senaeh), institución que sirve como termómetro del mercado laboral.
Para el caso, las 8,500 personas inscritas este año -del 1 de enero al 28 de marzo- superan en un poco más del doble los puestos de trabajo que se abrieron, pues apenas se obtuvieron 3,842 vacantes.
Cabe señalar que el Senaeh logra ocupar el 35 por ciento de las plazas, lo que indica que apenas 1,344 personas lograron emplearse.
Los oficios de mayor oferta y, por consiguiente, más difícil de colocarse, proceden del nivel secundario de la educación: auxiliares de contabilidad, secretarias, recepcionistas y de atención al cliente.
También, según los registros de la Secretaría del Trabajo, llegan cientos de solicitudes de conductores, motociclistas, operarios y conserjes -nivel primario del sistema-.
Sin embargo, Carlos Madero, subdirector de Empleo de la Secretaría del Trabajo, afirmó que el comportamiento del mercado laboral en enero pasado anunciaba un 2013 alentador.
“En enero no hubo las típicas cesantías por reestructuración o renovación de personal que realizan las empresas -argumentó-, quiere decir que están conservando las plazas o contratando a los empleados temporales”.
Empero, el gobierno debe afinar la estrategia, pues el contexto en que se encuentran estos trabajadores es alarmante.
“No es lo mismo estar desempleado en un país desarrollado que en uno del tercer mundo, es una bomba de tiempo, sobre todo en los jóvenes desocupados que tampoco estudian”, amplió Madero.
La preocupación de Madero y otros expertos radica en los altos índices de violencia, que el desempleo podría elevar.
El funcionario argumentó que la gran masa de capitalinos bajo la sombra del subempleo incrementa en la realidad diaria los índices de desocupados.
Condiciones infralaborales
Marisol Sánchez envuelve magistralmente un paquete de tortillas, mientras el aroma de maíz se pierde en el ambiente.
El sol del mediodía golpea frontalmente su rostro y curte su piel, a la vez que asfixia su temperatura corporal. La señora de 37 años se desespera y piensa en retirarse, pero la comida y la educación de sus tres hijos han sido las claves para que no abandone la pesada jornada, que emprende desde hace 27 años.
Con un horario de 3:00 AM, cuando se levanta a preparar unas 450 tortillas, a 3:00 PM, hora en que abandona el mercado, logra una ganancia de 400 lempiras.
Así como doña Marisol, 167,128 capitalinos cargan las secuelas del subempleo invisible, o sea que devengan menos del salario base, pero trabajan más de la jornada legal.
Estos empleados o autoempleados también se caracterizan por estar en condiciones indignas de empleo y no poseer derechos laborales, el caso ilustrado con la humilde tortillera.
En otro punto crítico están 52,283 capitalinos atrapados en el subempleo visible, situación en la que el ciudadano no logra laborar la jornada completa, pero desea trabajar más.
El trabajo por obra es la única alternativa para estos hondureños, pero viven en una situación irregular de salario que no les alcanza para cubrir las necesidades básicas de sus familias.