Washington, Estados Unidos
En Honduras encontrarse hubiera sido casi imposible, por eso el destino, que es caprichoso, decidió que su amor empezara en Estados Unidos, lejos de su amada tierra natal.
Edwin Portillo, un joven luchador de San Lorenzo, agarró sus maletas y con el apoyo de una hermana que le pagó el coyote comenzó un viaje hacía la vida de prosperidad.
Ruth Cruz, por su parte, asumió la responsabilidad de ser la hermana mayor de 10 hermanos y dejó San Ignacio, Francisco Morazán, para buscar las mejores alternativas.
Ambos hondureños llegaron a Estados Unidos después de un camino lleno de retos. Ninguno de los dos tenía en los planes al otro para su vida, pero ahora son un matrimonio sólido, con dos hijas, que desea seguir adelante a toda costa en el país que consideran su nuevo hogar.
Esta familia es parte de los hondureños amparados en el Estatus de Protección Temporal (TPS) y accedieron a conversar con EL HERALDO a pocas horas de conocer su destino legal en Estados Unidos.
El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés) deberá tomar una decisión final el 5 de mayo.
Familia emprendedora
“Ruth me cambió el plan que traía de venir a estudiar y luego regresarme mejor preparado a San Lorenzo, Valle, y fue lo mejor que me pudo pasar”, recordó Edwin Portillo.
Él es el menor de cuatro hermanos, conoció a Ruth Cruz recién llegado a los Ángeles, California, y se enamoraron.
Ella es la mayor de 10 hermanos y por eso asumió la responsabilidad de ayudar a su padres a salir de la extrema pobreza en la que vivían sumidos en una aldea del municipio de San Ignacio, en Francisco Morazán, de donde salió sin un pasaporte o una visa, sin inmutarse ante la incertidumbre que significaba dejar atrás a su familia o lo que enfrentaría en el camino, pues su deseo de cumplir sus metas era más fuerte.
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La pareja no tuvo problemas en aprender inglés y aunque eran jóvenes tenían sus metas claras. Fue así como en 1995 decidieron unir sus vidas en matrimonio para luego mudarse a Maryland, a empezar su hogar.
Unos años más tarde, en 1999, aplicaron al Programa de Protección Temporal (TPS) y con ello se abrió un abanico de posibilidades.
Con permiso de trabajo, licencia de conducir y oportunidades de salir y entrar al país sin ningún problema, las condiciones de vida de ambos comenzaron a cambiar.
La familia creó una pequeña compañía de construcción, sus ingresos mejoraron de manera sustancial y con ello empezaron a profundizar sus raíces en Estados Unidos.
Un futuro incierto
Al momento de la entrevista Edwin Portillo disfrutaba de la tarde soleada en el patio de la casa de un familiar.
Seguro de sus palabras se atrevió a contar cómo el programa le brindó una oportunidad diferente que al resto.
“Lo he pensado muchas veces y continuaríamos en la misma pobreza que vivieron nuestros padres, el TPS nos ayudó a romper el círculo de la pobreza”, dijo Portillo. Agregó que el programa ha sido también la puerta de entrada a una vida próspera.
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“Nosotros nos hemos esmerado en trabajar desde que llegamos, pero también en administrar bien nuestros ingresos e invertir correctamente bien nuestro dinero”, dijo mientras acariciaba a la mascota de la familia.
Ruth, por su parte, no pudo evitar reflejar la tristeza al consultarle su opinión sobre la posibilidad de que el gobierno cancele el beneficio del TPS.
“Nos preocupa no solo por nosotros, sino por todos los que hemos dejado más de la mitad de nuestra vida en este país y que tenemos hijos. imagínese, nosotros tenemos un varón de 21 años y una nena de 16 años, que nacieron aquí. ¿Cómo se van a adaptar nuestros hijos en Honduras, si han vivido solo aquí?”, cuestionó.
Alude igualmente la inseguridad que vive Honduras, refiriendo que como ellos cientos de miles de hondureños no quieren regresar para arriesgar sus vidas.
“¿No ve esa pobre gente que viene en la caravana? Salieron hasta con sus hijos, arriesgando la vida, esos paisanos no tienen nada allá por eso se vienen en esas condiciones. Algunos quisiéramos regresar a vivir allá nuestro retiro, pero con tantas cosas que suceden, da temor tomar una decisión de volver a nuestra tierra”, expresó.
¿Por qué en todos estos años no buscaron la manera de mejorar el estatus y dejar el TPS? Preguntó la periodista.
Edwin sonrió, se arregló la gorra, la miró a los ojos y respondió:
“Uno nunca piensa que estas cosas van a pasar. No nos imaginamos que el presidente Trump hiciera algo así, han pasado tantos presidentes y nunca había ocurrido algo similar, pero bueno, no todo está perdido, porque nuestro hijo nos pedirá y esa será la mejor opción legal para cambiar de estatus y no quedarnos indocumentados; si es que cancela el TPS, estamos ya haciendo todo el trámite con el abogado y esperando en Dios que todo salga bien”, argumentó.
Ruth, por su parte, suspiró, encogió sus hombros y dijo con nostalgia que otra razón por la que actuaron todos estos años fue porque cómo millones más de inmigrantes indocumentados esperaban la tan añorada reforma migratoria, que nunca llegó, y ahora enfrentan la posibilidad de que la protección contra el peligro de deportación de que gozaron por más dos décadas se les escape de las manos si se cancela el TPS.
“Por eso tampoco hicimos nada por buscar otra salida legal a nuestro estatus. Ahora mis hijos me dicen ‘no queremos que se vayan y nos dejen esperándolos’, y cómo a cualquier madre, eso me parte el corazón, creo que quienes más sufren es estas situaciones son los hijos”, dijo.
El Consulado de Honduras en Washington DC apoya gratuitamente a sus connacionales para que tengan la mayor información sobre las posibilidades legales de cambiar el estatus del TPS, por algo más permanente. Según el cónsul general Roberto Irías, este es un tiempo de tensión e incertidumbre, por lo que exhorta a la comunidad hondureña bajo esta protección a estar atenta para no ser víctima de profesionales que le prometan resolver su caso sin que esto sea posible, cobrándoles grandes cantidades de dinero.
Piensan retirarse cuando sus hijos hayan concluido sus estudios, puedan ser independientes y valerse por sí mismos.
Edwin quiere irse a Honduras a disfrutar su retiro y su vejez. Ruth no está tan convencida, porque no ve que la situación en el país mejore. Lo cierto es que la única opción clara si son obligados a dejar Estados Unidos es volver a la patria que los vio nacer, un poco más tarde de lo que habían planeado cuando arribaron siendo jóvenes.
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