Autoridades mexicanas exhumaron al menos 21 cuerpos de fosas clandestinas en Iguala (sur) y tratan de determinar si esos restos, algunos incinerados, corresponden a los 43 estudiantes desaparecidos hace una semana en ataques policiales.
Angustiados y enfurecidos con el gobierno de la conflictiva región de Guerrero, los familiares de los jóvenes aguardaron ayer el resultado de las pruebas periciales que podrían confirmar una de las peores masacres de los últimos años en el país.
“Estamos decididos a todo, esto es la guerra”, dijo la madre de uno de los estudiantes desaparecidos, durante una protesta. Las autoridades ofrecen información a cuentagotas sobre lo que han hallado desde el sábado en las fosas, ocultas entre la espesa vegetación de Pueblo Viejo, una zona montañosa de Iguala a unos 200 km de Ciudad de México.
Interrogado sobre el número de cuerpos hallados, el secretario de Salud de Guerrero, Lázaro Mazón, se limitó a decir que son 21 y que entre ellos hay “algunos calcinados”, por lo que los trabajos de identificación pueden demorar días.
Decenas de policías, militares y peritos están desplegados alrededor de las fosas, a donde no se permite llegar a los medios.