Columnistas

La arremetida conservadora

Otro ataque conservador, Pearl Harbor espiritual. Como no pudieron sostener su fracaso histórico de 2008, en que “profetizaron” que Honduras ingresaba a un “despertar de paz” (golpe de Estado al medio), bendito ciclo de iluminación religiosa (y cuando más bien las estadísticas de crimen se dispararon), los dirigentes de iglesias evangélicas ––gerentes más que pastores––, ahuevados por esa desilusión, esperaron otra década para vaticinar (cuál vaticinio, pura charada) nuevo anuncio del fin del mundo (van como cien) en que las almas se arrepentirán del pecado (el pecado es noción cultural, no ética) y rogarán perdón a dios, a quien debemos temer… Ah, burros, pues si dios es infinito amor y bondad eterna (lejos de cualquier comprensión humana), ¿por qué tenerle miedo…? Equiparar a dios con sufrimiento es concepción terrena, intento de explicar las circunstancias inmediatas, que en nada son celestiales.

Si sufro del hígado, lo primero que debo reconocer es que algo hice yo, personalmente, mal (bebí mucho alcohol, me harté con grasas saturadas, excedí el chicharrón) y no porque el destino celestial lo mandara. Echar a dios la culpa de nuestras desgracias es escapismo y superstición.

Ahora es que quieren imponernos leer la Biblia en la escuela, qué desparpajo, particularmente en un país cuya Constitución lo declara laico. Y aprendan, morones, laico no significa ateo sino que los negocios de uno se apartan con el otro y que los asuntos de Estado se deciden con razón y lógica, no por fe.

Adicional al autoritarismo de ser sólo la Biblia, ¿por qué?, ¿por qué no imprimen y regalan al sistema escolar millón de ejemplares de una antología con las mejores páginas morales del budismo, sintoísmo, protestantismo, islamismo, judaísmo.

¿O es que su ignorancia ––idolatría y fanatismo–– sigue creyendo que la Biblia es la única palabra de dios…? Oh majaderos, incultos e ignorantes de la historia de las religiones, todas fueron creadas, desde luego, con inspiración espiritual, pero eso jamás implica que sean perfectas.

Y luego, ¿de cuándo acá le enseñas ética a los niños desde la religión si, para ejemplo, la Biblia es el más grueso menú de adulterios, asesinatos, traiciones, lujuria y sodomía? ¿Qué pondrás a leer a los infantes, badulaque, los versículos de cuando los paisanos quieren tirarse a los bellos ángeles visitantes de Job?

¿O leerán del Corán la azora que dice que las mujeres son inferiores y propias sólo para sirvientas y para calentarle la pijama al varón? ¿O enseñarán las bestialidades racistas de que están poblados la Cábala y el Antiguo Testamento?

Ahora es que además el Estado hondureño (pírrico, insignificante a escala mundial) debe trasladar su mísera embajada (tres cuartos, patio sin piscina) de Tel Aviv a Jerusalén, contra lo dispuesto por setenta países en la Asamblea General de ONU, que prescribe que ciudad santa pertenece a las tres religiones de que fue cuna ––judaísmo, islamismo, cristianismo––no sólo a una.

Adicional a que Israel no es hoy el antiguo solar mítico bíblico sino la sede de un pueblo lindo y cultísimo (estuve allí) pero también de un gobierno expansionista, fascista, segregador y casi nazi, lo mismo cuanto odia ser.

Los ultraconservadores religiosos hondureños están desesperados, sin encontrar más medios para embrutecer a los fieles y hundirlos en alienación. Y para ello inventan todo género de mitos y fantasías, pues advierten que la sociedad está harta de sus canalladas y falsedades, construidas exclusivamente para extraerle el dinero al pueblo con excusas de palabra divina. Cría cuervos, advierte el refrán.