Washigton, Estados Unidos
Julien Chorier estaba cansado de redactar cartas de presentación para buscar trabajo. Este joven de 24 años tiene un buen perfil académica: se había especializado en gestión de empresas creativas en la Kedge Business School (una escuela de gestión y finanzas) de Burdeos. Solo le faltaba tener la oportunidad de ingresar al mercado laboral.
“Empecé enviando mi candidatura por correo electrónico, siempre con un currículum y una carta de presentación clásicos pero adaptados al puesto y a la empresa. Por desgracia, enseguida me di cuenta de que esto no era suficiente”, contó al portal The Huffington Post.
Como la formalidad no funcionaba, Chorier apostó por su ingenio. “Un día comentaba con un amigo que todo eso no era más que ‘blabla’ y que las empresas seguramente no tenían tiempo ni de leerlo. Volví a pensar en ello y decidí sustituir lo que no era esencial en mi carta por ‘blabla’”.
Chorier hizo la prueba con dos empresas. La primera no le contestó, pero la segunda se contactó con él para saber de qué trataba tanto “blablabla”. La compañía en cuestión era un start-up parisina llamada Alumnforce, dedicada a desarrollar una red social profesional privada dirigida a escuelas, universidades y asociaciones de antiguos alumnos.
Julien Chorier estaba cansado de redactar cartas de presentación para buscar trabajo. Este joven de 24 años tiene un buen perfil académica: se había especializado en gestión de empresas creativas en la Kedge Business School (una escuela de gestión y finanzas) de Burdeos. Solo le faltaba tener la oportunidad de ingresar al mercado laboral.
“Empecé enviando mi candidatura por correo electrónico, siempre con un currículum y una carta de presentación clásicos pero adaptados al puesto y a la empresa. Por desgracia, enseguida me di cuenta de que esto no era suficiente”, contó al portal The Huffington Post.
Como la formalidad no funcionaba, Chorier apostó por su ingenio. “Un día comentaba con un amigo que todo eso no era más que ‘blabla’ y que las empresas seguramente no tenían tiempo ni de leerlo. Volví a pensar en ello y decidí sustituir lo que no era esencial en mi carta por ‘blabla’”.
Chorier hizo la prueba con dos empresas. La primera no le contestó, pero la segunda se contactó con él para saber de qué trataba tanto “blablabla”. La compañía en cuestión era un start-up parisina llamada Alumnforce, dedicada a desarrollar una red social profesional privada dirigida a escuelas, universidades y asociaciones de antiguos alumnos.
