Nacieron en cuna hondureña, amaron su patria y defendieron de principio a fin las luchas justas de Honduras. Nos referimos a los próceres hondureños; unos descansan eternamente en el país que los vio crecer, sin embargo, otros (a petición personal o por razones de la vida) están enterrados en diferentes lugares de Centroamérica.
Francisco Morazán murió en Costa Rica el 15 de septiembre de 1842,
pero su deseo era ser enterrado en el país que más lo apoyó durante su lucha: la República de El Salvador.
Los restos de José Trinidad Cabañas descansan en la iglesia San Sebastián de la ciudad de Comayagua desde el 8 de enero de 1871.
El fundador de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, José Trinidad Reyes, descansa desde el 20 de septiembre de 1855 en la Iglesia San Miguel Arcángel de Tegucigalpa.
Por su parte, los restos de José Cecilio del Valle, quien murió el 2 de marzo de 1834, están depositados en la Catedral de la Antigua Guatemala.
Dionisio de Herrera se encuentra en la iglesia El rosario de la ciudad de San Vicente, El Salvador. Murió el 13 de junio de 1850.
De acuerdo con la historia, los hombres o mujeres que durante su vida hicieron obras gratificantes a la sociedad o aquellos que rindieron sus vidas por la de su patria eran sepultados en las principales iglesias de la ciudad.
Pero al leer la historia de estos grandes hombres, muchos hondureños nos preguntamos si fueron grandes por haber nacido en Honduras o, por el contrario, llegaron a ser grandes porque buena parte de su existencia la vivieron fuera de este país, en sociedades que les dieron más y mejores oportunidades de desarrollar sus talentos y capacidades y luego se las reconocieron de manera tangible.