Sus escritos sortearon una época convulsa y sobreviven en el tiempo. Cada verso, cada narración, cada estilo novelesco de sus autores describieron de una manera colorista y estereotipada al campesinado hondureño, casi como personaje central de sus trabajos literarios.
A estos hombres y mujeres, una generación narrativa que logró escarbar en la realidad hondureña, se les conoce como la Generación del 35, Generación de la Dictadura y algunas veces se autodenominaban bohemios.
El nacimiento de este grupo de escritores nacionales se produjo alrededor de la revista Tegucigalpa, dirigida por Alejandro Castro, y en la segunda parte por su hijo Alejandro Castro h.
En esa trinchera publicaron sus primeras creaciones narrativas, saliendo al paso de las innovaciones de la vanguardia latinoamericana y europea.
Este grupo de cuentistas, narradores, ensayistas y poetas, entre los que encontramos a Marcos Carías Reyes, Alejandro Castro h., Jacobo Cárcamo, Clementina Suárez, Daniel Laínez, Claudio Barrera, Argentina Díaz Lozano y Óscar Castañeda Batres, entre otros, crecieron y se desarrollaron bajo la sombra frondosa de la dictadura de Tiburcio Carías Andino (1933-1949), aliado defensor de las compañías bananeras que en todo momento puso a su disposición una burocracia estatal y un ejército obediente y sumiso a sus dictados.
La obra de los escritores de la Generación del 35 está marcada por un contexto político económico que seguía estrategias del capitalismo monopolista extranjero, que explotó a miles de obreros en los campos bananeros de la costa norte hondureña.
Aquí un recorrido por su vida y su aporte a la literatura hondureña.
CLAUDIO BARRERA
Es considerado como el más destacado miembro de la generación de la Dictadura o Generación del 35, que representa un importante momento de la historia literaria hondureña contemporánea.
Datos recolectados en el Diccionario enciclopédico de las Letras de América Latina detallan que ante el clima de halagos versus represión impuesto por el régimen dictatorial de Tiburcio Carías (1933-1949), Barrera mantiene una actitud firme que se traduce en una escritura sobria, liberada de los elementos panfletarios y los tópicos decimonónicos, para comprometerse con el más humilde y volverse herramienta crítica de la realidad social.
Nacido en 1912, el escritor utilizaba el seudónimo de Vicente Alemán h. En 1949 fundó la revista literaria Surco y fue responsable de la página literaria de El Cronista.
La obra de Barrera está influenciada por Pablo Neruda y César Vallejo, a la que debe el carácter político de muchos de sus trabajos, y la de Barba Jacob y el español Azorín.
También incursionó en el teatro.
En 1954 recibió el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa.
Entre sus obras destacan “La pregunta infinita” (1939), “Brotes hondos” (1942), “Cantos democráticos al General Morazán” (1944), “Fechas de sangre” (1946), “La liturgia del sueño” (1949) “Recuento de la imagen” (1951), “La niña de Fuenterrosa” (Teatro, 1952). Y las antologías: “Antología de poetas jóvenes de Honduras”, desde 1935 (1950); y “Poesía negra de Honduras” (1960), entre otras. Falleció en España en 1971.
CLEMENTINA SUÁREZ
Nacida en 1906, la poeta olanchana es la voz femenina de la poesía hondureña por excelencia. Y fue la primera mujer en publicar un libro: el poemario “Corazón sangrante” (1930) dedicado a su madre.
En un artículo publicado en EL HERALDO con motivo del 111 aniversario de su muerte, el poeta José Antonio Funes describe la obra de Clementina como un poemario “esencialmente de corte romántico”, que además ya manifestaba en su obra el erotismo y el compromiso social “que en adelante caracteriza el grueso de su obra”.
Anarella Vélez delínea en su blog a una mujer cuya existencia se debatió entre el escándalo, la admiración, la adulación y el vilipendio. “Desde muy joven abandonó la familia que buscaba confiscarla para el matrimonio tradicional. Intentó refugiarse en una Tegucigalpa que no le perdonó su bohemia, su pasión por los cafés, su gusto por la compañía masculina”, detalla Vélez.
Y que incomprendida por una sociedad somnolienta, se dedicó a escribir, obedeciendo a una fuerza interna sobre temas urgentes y universales. Su espíritu revolucionario, iconoclasta, la llevó a declararse feminista muy tempranamente.
Aunque para el poeta Funes “ella nunca se definió como feminista”.
Entre sus obras se cuentan “Corazón sangrante” (1930); “Iniciales” (1937); “Templos de fuego” (1931); “De mis sábados, el último” (1935); “Veleros” (1937) y “Antología poética” (1984).
MARCOS CARÍAS REYES
Nacido en 1905 y fallecido en 1949, fue un narrador, periodista y diplomático que también realizó estudios de Derecho.
Se le conoce como el principal exponente de la novela criollista en Honduras.
Medardo Mejía describió su obra como de “una actualidad social, ya que sus personajes viven las guerras fratricidas desatadas en el país…”.
Entre sus obras se cuentan las novelas “La heredad” (1934) y “Trópico” (edición Póstuma, 1971). Además de los cuentos
“Germinal” (1936); “Cuentos de lobos” (1941); y un ensayo dedicado a Juan Ramón Molina (1943).
En 1996, el poeta, periodista y diplomático Óscar Acosta (Generación del 50) compiló y editó sus “Cuentos completos”.
Marcos Carías Reyes fue ministro de Educación y secretario privado de la Presidencia en tiempos de Tiburcio Carías Andino.
Su vida diplomática incluye el cargo de secretario de la Embajada de Honduras en París, Francia. Y su labor periodística la desarrolló siendo redactor de los diarios Sufragio Libre, en 1923, El Demócrata, en 1927, y el semanario Vanguardia (1932). Fue miembro de la Academia Hondureña de la Lengua.
ARGENTINA DíAZ LOZANO
La figura femenina de esta novelista y periodista sobresale no solo en Honduras, al ser la única escritora centroamericana en ser considerada para el Premio Nobel de Literatura, cuando un grupo de escritores guatemaltecos y hondureños la propusieron en 1974.
Nació en 1912 en Santa Rosa de Copán. Su obra pertenece al romanticismo tardío.
Tenía 17 años cuando publicó su primer poemario titulado “Perlas de mi rosario”. A los 27 años de edad, en 1943, su novela “Peregrinaje” obtuvo el Premio Latinoamericano de Novela, convocado por la firma editora Ferrarand Rinehart y la Unión Panamericana de Washington.
La obra se publicó en inglés con el título de Enriqueta and I. Y no fue el único trabajo de la autora en traducirse en otro idioma, varias de sus obras se leen en francés.
Sus obras, que navegan entre el cuento, la novela y el ensayo son: “Perlas de mi rosario” (1930), “Topacios” (1940), “Luz en la senda” (1935) “Peregrinaje” (1943), “Mayapán” (1950) “Y tenemos que vivir” (1956), “49 días en la vida de una mujer” (1956), “Mansión en la bruma” (1964) “Fuego en la ciudad” (1966) “Aquel año rojo” (1973) y “Caoba y orquídeas” (1986).
ÓSCAR CASTAÑEDA BATRES
Nacido en Santa Rosa de Copán en 1925, el poeta y ensayista fue quien calificó la Generación del 35 como Generación de la Dictadura. Estudió leyes y se dedicó a la docencia. Residió en México durante muchos años, en ese tiempo colaboró con la prestigiada revista Cuadernos Americanos.
Sus obras en poesía son “Digo el amor” (1960); “La estrella vulnerada” (1960); “Madre Honduras” (1961). Y entre sus ensayos encontramos “Panorama de la poesía Hondureña” (separata de cuadernos americanos, 1960).
JACOBO CÁRCAMO
Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” en 1955, fue uno de los literatos destacados de esta generación.
El poeta y periodista nacido en 1916, fue colaborador de diario El Cronista y de las revistas Tegucigalpa y ANC (Asociación Nacional de Cronistas).
En México, país donde vivió hasta el final de sus días en 1959, colaboró con los diarios Nacional y El Popular.
Sus trabajos más reconocidos son “Flores del alma” (1935), “Brasas azules” (1938), “Laurel de Anahuac”, “Pino y sangre” (1955), “Preludio continental” (Antología póstuma, 1977) y Antología (edición póstuma, 1982).
DANIEL LAÍNEZ
Fue otro miembro sobresaliente de la llamada Generación de la Dictadura. Nacido en 1910, el poeta y narrador costumbrista, también incursionó en la dramaturgia.
Colaboró con las revistas Surco y Tegucigalpa. En 1956 se le concedió el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa. Una característica de su obra es la incorporación del habla hondureña con sus particulares modismos regionales, especialmente en sus cuentos y estampas locales.
Su producción literaria se cuenta entre las más prolíficas de esta generación.
“Voces íntimas” (1935), “Cristales de Bohemia” (1937), “A los pies de Afrodita” (1939), “Islas de pájaros” (1940), “Rimas de humos y viento” (1945), “Misas rojas” (1946), “Poesía varias” (1946), “Antología poética” (1959), “Poemas regionales” (1955), “Al calor del fogón” (1955), “Poemario (1956), “Sendas de sol” (1956), “Poemas para niños” (edición póstuma, 1972). En teatro dio a conocer “Timoteo se divierte” (1946) y “Un hombre de influencia” (1956). Publicó además “Estampas locales” (1946); “Manicomio” (editado por la UNAH en 1980), un texto de supuesta crítica literaria, que más bien parece de diatribas personales. Y los cuentos “El grencho” (1946) y una novela corta: “La gloria” (1946).
ALEJANDRO CASTRO H.
El narrador y periodista nació en 1914.
En el desempeño de su labor periodística fue subdirector y director la revista Tegucigalpa, fundada por su padre Alejandro Castro y que enmarcó entre sus alas a la Generación del 35.
Fue además jefe de redacción y subdirector del diario El Cronista, director del semanario La Nación, del diario Prensa Libre y del Diario Nacional y presidente del consejo de redacción de diario EL HERALDO.
Entre sus trabajos está el cuento “El ángel de la balanza” que vio la luz en 1957. Con el periodista Enrique Gómez fundó la agencia noticiosa Información y Publicidad (IP). La Asociación de Prensa Hondureña, de la cual fue socio fundador, le concedió el Premio Paulino Valladares.
El Colegio de Periodistas de Honduras le otorgó el Premio Álvaro Contreras en 1983. Y en 1995 recibió el Premio Nacional de Literatura. Ese mismo año, la Editorial Iberoamericana de Tegucigalpa que dirige Óscar Acosta y la Editorial Guaymuras, publicaron sus cuentos completos.