Tegucigalpa, Honduras
Eran las 9:35 de la mañana del martes 8 de diciembre de 2009 cuando su ejemplo, su integridad, su nobleza, su valentía y su amor por Honduras fueron callados para siempre.
Lo que no sabían era que con ello despertarían el repudio, la indignación, la conciencia y la valentía de miles de hondureños que a gritos manifiestan la sed de justicia que todavía tienen.
Ese fue el legado que dejó el fallecido titular de la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico (DLCN), Julián Arístides González, el hombre que se ganó a pulso, gracias a su integridad y su amor por Honduras, el apelativo de zar antidrogas.
El hecho
González fue asesinado por dos hombres encapuchados que iban a bordo de una motocicleta, a la altura del barrio Guanacaste de Tegucigalpa, justo cuando regresaba del sector de El Hatillo de dejar a su hija en un centro educativo.
Según un informe de Inspectoría de la Policía Nacional, que fue revelado en exclusiva por EL HERALDO, en el crimen en contra del zar antidrogas están salpicados alrededor de 25 policías que en aquel entonces estaban activos.
Como autor intelectual del crimen en contra de González se señala al presunto narcotraficante Wilter Neptaly Blanco Ruiz, preso actualmente en Costa Rica luego de haber sido capturado en un operativo. El detenido enfrenta un proceso de extradición a Estados Unidos.
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Blanco Ruiz fraguó el crimen en contra del zar antidrogas luego de que este montara un vasto operativo en La Mosquitia, comandado por la DLCN, para decomisar un cargamento de droga. En esa acción también cayó un grupo de agentes de la Policía que, presuntamente, custodiaban el cargamento.
La patria le ha sido injusta
Ramón Custodio López, excomisonado nacional de Derechos Humanos (Conadeh), consideró al zar antidrogas con “un hombre recto que supo dignificar el uniforme que toda su vida vistió hasta su retiro de las Fuerzas Armadas”.
“El grado que alcanzó le llevó con sus propios méritos a demostrar que tenía don de mando y además un liderazgo generacional, la patria le ha sido injusta en no castigar todavía a sus asesinos”.
Según Custodio López, el general González “capturó a muchos narcotraficantes y se hizo de muchos enemigos”.
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“En realidad él persiguió a los que estaban metidos en el narcotráfico en el país y eso le hizo ganarse la enemistad de personas políticas de alta influencia en el partido actual de gobierno”, dijo Custodio.
Opinó que Arístides González “nos dio un ejemplo de valor y dignidad, porque no anduvo rodeado de gente armada y murió dignamente”.
Al ser consultado si hay más personas con ese coraje del general González para hacerle frente al narcotráfico en Honduras, fue claro al decir: “quedamos muy pocos en este país. Yo creo que sobran muchos dedos de las manos. Era un hombre intachable, sin mácula y supo servir a la patria con lealtad, honor y sacrificio”.
Chispa
Según el empresario y representante de la sociedad civil, Olban Valladares, la muerte del general Arístides González fue la chispa que hoy en día mantiene en llamas la lucha contra la corrupción y el narcotráfico.
“Yo creo que don Arístides González es otro de los personajes que están marcando un parteaguas en esta historia contemporánea que estamos viendo nosotros y particularmente en la lucha contra el narcotráfico y la corrupción que son dos fenómenos que están ligados”, comentó.
“La muerte de estas dos personas (Arístides y el analista en temas de narcotráfico Alfredo Landaverde) son la chispa del incendio que estamos viendo ahora en la lucha contra la corrupción y el narcotráfico”, agregó.
Resaltó que la lucha del general se realizó mientras el país enfrentaba grandes niveles de impunidad y el narcotráfico se había apoderado del territorio de las estructuras de algunas instituciones.
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En ese sentido expresó que el condenable asesinato del general puso al descubierto la podredumbre que persistía en el mismo Estado.
“La muerte del general González como que destapó la olla junto con la de Landaverde y ahí es donde era tan obvio, tan inaceptable la pérdida de esa vida, que el país tuvo que tomar decisiones y ahí es donde algunos funcionarios públicos se vieron atemorizados porque al destapar la olla empezaron a surgir nombres no solo de militares sino que se descubrieron los civiles que estaban involucrados en estos condenables crímenes”, lamentó.
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