Los avances tecnológicos le han hecho fácil el juego a los enamorados de la época moderna. Con una invitación en Facebook o el número de WhatsApp, los chicos -¿Y por qué no? las chicas- empiezan el 'proceso' de conquista.
Las redes sociales y los programas de mensajería cambiaron las reglas del juego del amor y el enamoramiento. Es una realidad que a nuestros padres y abuelos les cuesta asimilar, al vivir ellos una juventud rodeada de otras 'tradiciones amorosas'.
Y una de estas costumbres propias de un rincón de Honduras la conocemos a través del libro 'Olancho: Entre imágenes y palabras' del escritor e historiador hondureño Ruben Darío Paz.
En el apartado donde habla del municipio olanchano de Concordia, Darío Paz transcribe el relato de doña Orfilia Meza (nacida en 1918), quien le cuenta sobre las dificultades que enfrentaban los enamorados en sus años de juventud, quizá en la década de los 30 y 40.
En lugar de los mensajes instantáneos vía Facebook Messenger o WhatsApp, cuenta la señora que 'se escribían cartas de amor que se dejaban bajo una piedra o bajo un canal. A veces el novio tenía que buscar quien se la escribiera y la novia quien se la leyera'.
Olvídense de dedicar canciones por radio o a través de Youtube. En aquella época, la música para enamorar tenía otra connotación. 'Los novios hacían serenatas en las que cantaban canciones populares como Amorcito consentido, o boleros como Noche serena, arriesgándose a ser bañados con agua o algo peor'.
La señora, según el libro del hondureño, describió con detalle el ritual para pedir matrimonio en una famosa aldea conocida como Pedernales, tal y como lo imaginamos de las antiguas zonas rurales.
'Si el novio tenía ganado amarraba una res en el patio de la enamorada, con la esperanza que fuera aceptada por las padres. Si estos destazaban la res, era señal de que otorgaba el visto bueno para el casamiento'.
Pero el ganado era para la aristocracia. Los pobres se arreglaban de otra forma. 'Los menos pudientes depositaban una carga de leña, esperando con ansiedad que se produjera la buena señal de que la suegra consumiera esa leña en el fogón', relata el autor.
En el escrito se hace énfasis a la fiesta del Miércoles de Cenizas en Concordia y la alegría que provocaba en el pueblo.
'La época del año más alegre era el Miércoles de Ceniza, para celebrarlo, previamente los concordias cantaban ocho o nueve misas, por lo que el cura de Salamá se hacía presente, quien era recibido entre disparos de cohetes y se aprestaban a celebrar bautizos, casamientos, confirmaciones y confesiones para todo el año'.
Y se hace hincapié que este pueblo olanchano era amante de la música, pues 'el sacerdote no venía solo, lo acompañaban los músicos con instrumentos de viento que amenizaban bailes en las casas particulares o en el Cabildo Municipal'.
Sin duda, que el tiempo y el desarrollo tecnológico se han encargado de borrar estas tradiciones de antaño, pero es válido recordar para nunca perder la memoria histórica de nuestra bella Honduras.
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