Tegucigalpa, Honduras
En su andar por las calles de tierra de la comunidad de Santa Clara, en Comayagüela, se detiene a saludar de manera afectuosa a cada niño que se encuentra en su camino.
Su alegría y vocación por la solidaridad lo han convertido en un amigo para decenas de menores.
Esta historia es sobre Fray Jorge de Jesús Ramírez, un misionero franciscano nazaretano de 50 años de edad.
El religioso viajó hace cinco años desde el hermano país de Costa Rica para instalarse de manera permanente en territorio hondureño. El fin de su estadía es el de evangelizar y generar cambios sociales en la niñez de esta comunidad.
Que seleccionara a la comunidad de Santa Clara para su misión se debe a que esta zona lleva el nombre de la compañera espiritual de San Francisco de Asís.
“Cuando llegué a este sector me enamoré de las personas, son seres humanos que se convertirán en los protagonistas de los cambios sociales”, expresó el franciscano.
Ramírez es el único fray del Movimiento Misionero Nazaretano en el país.
Iglesia de madera
En la laboriosa zona se ha edificado una iglesia construida con tablas de madera. Este espacio lleva alrededor de diez meses de haberse finalizado.
Sus constructores fueron los más de 60 niños que ahora acuden a recibir formación religiosa y cultural a este humilde templo.
“Quienes llevaron las tablas, curaron la madera y ayudaron a levantar esta iglesia fueron los niños, por ello digo que este es un templo de los niños”, explicó Ramírez.
Todos los días las decenas de infantes son formados en varias ramas del arte y también en la religión católica.
Se les enseña a tocar instrumentos musicales como la guitarra y expresarse a través de la actuación en representaciones teatrales.
“Nosotros evangelizamos desde que nos levantamos, desde que saludamos a un hermano y educamos con el arte”, expresó el fray.
Con este tipo de educación, el religioso aspira a que los pequeñines no emigren de manera ilegal a otros países en busca de oportunidades que se pueden desarrollar en Honduras.
“Yo les hago ver que tarde o temprano uno extraña las baleadas y las macheteadas, y solo con el estudio ellos pueden lograr construir un presente y un futuro digno”, manifestó el misionero.
Dentro del grupo de infantes que reciben el mensaje de Jesucristo durante la celebración diaria de la eucaristía, un diez por ciento son niños que también acuden a la Iglesia Evangélica. “Nuestro mensaje es tan universal que todos podemos practicarlo”, detalló el misionero.
Villancicos en febrero
El religioso recuerda que cuando inició a predicar en la comunidad de Santa Clara, algunos niños no querían platicar con él porque pertenecía a otra religión y otros se extrañaban de su vestuario. Sin embargo, poco a poco, con el ejemplo y el cariño se fue ganando el respeto y afecto de los menores, a quienes llama hermanos.
Como parte de educación religiosa que comparte el misionero con los niños está la práctica de algunas tradiciones religiosas que no son conocidas por los capitalinos. Por ejemplo, el festejo del día de La Candelaria.
Esta es una tradición en la que se bendicen las imágenes del Niño Jesús y que recuerda cuando la Virgen María presentó a su hijo en el templo.
Durante la actividad se enciende una vela que representa la petición o agradecimiento que tengan los fieles.
“Dan, din, dan, las campanitas sonando están” es uno de los populares villancicos que durante la actividad nos transportan por un momento a la temporada navideña, mientras los deseos y aspiraciones en los corazones de los pequeñines se elevan al cielo para participar de esta celebración universal.
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