Las elecciones generales a celebrarse el 26 de noviembre próximo son “ilegales” para ciertos líderes de la “oposición” que a lo vivo y a su modo, todo lo “legalizan”.
Ni una escritura pública tendrá validez al ser presidente, dijo con su singular tono de soberbia el candidato de la alianza, Salvador Nasralla quien no respetará acuerdos con nadie.
¡Vaya! Se abrió la carpa. La boda entre Manuel Zelaya Rosales, Nasralla y Guillermo Valle, expresidenciable del PINU está al borde del divorcio tras los dimes y diretes por promesas que ahora resultan pura paja e irrealizables para el pueblo, entre las que resaltan la suspensión del peaje y eliminar el pago de energía eléctrica para los más pobres.
Valle afirma que la lucha se debe hacer con ofertas reales, sin populismos baratos, sacadas de soñadores que buscan tomar el poder como oportunistas.
Para el designado presidencial de la alianza no se puede jugar con la gente en medio de tantas desdichas. Sin empujón y a su estilo Nasralla expresó que ningún pacto de “honor” con él está firme.
Para el hombrón la primera magistratura del país está por encima de cualquier arreglo y ley, al grado que se puede romper hasta una “escritura legal”.
Entonces podríamos decir que la presidencia la tomará a su antojo y la convertirá en un circo donde cada quien hará lo que quiera porque el jefe de Estado será un irresponsable con sus actos y pactos.
Si la reelección es “ilegal” ¿cómo Nasralla habla de hacer y deshacer todo si se convierte en Presidente? Si el continuismo es arbitrario ¿por qué van a elecciones el próximo 26 de noviembre? No cabe duda que todos quieren el pastel y ya de perdidos, si así ocurriera, ¿quién o quiénes se chuparán los millones de la deuda política?
Planean “salvar el país” y están en plena guerra interna por codicias personales y, sin duda, dictatoriales en las que dejan entrever que son más del montón, más de lo mismo. Parecen de cloaca. Liarse con bandidos nada bueno produce.
Dime con quién andas y te diré quién eres. Si los otros son solapados ustedes también lo son. ¡Embusteros, sí señor!