El mandatario y candidato presidencial, Juan Orlando Hernández, prácticamente ha descartado que pueda producirse un debate presidencial entre los candidatos en contienda.
Seguro estoy de que no se trata de que tenga temor a debatir sobre los diversos temas de interés nacional, es que no se quiere exponer al carácter explosivo de uno de los aspirantes de la oposición.
No es la primera campaña electoral en la que no se produce debate, desde el retorno a la democracia hondureña, en 1980, son más las ocasiones en las que no hubo debate que las que sí se produjo el mismo. No es obligación efectuarlos, pero sí es una práctica democrática, de cara a la ciudadanía que merece informarse adecuadamente de las posturas o propuestas de los candidatos sobre los ingentes problemas y necesidades de la nación.
Es complejo organizar un debate presidencial, no es fácil encontrar moderadores capaces de “domar” el ímpetu y las maniobras de los políticos en esos foros.
Estados Unidos, que ha sido ejemplo de democracia, en las pasadas elecciones dio muestras de la más burda bajeza en los debates presidenciales, en donde lo que más sobresalió fueron las descalificaciones personales, parecía que eran dos políticos de un país tercermundista.
Para debatir se requiere de personajes civilizados, caballeros respetuosos de la dignidad del rival, capaces de argumentar su verdad con altura cívica, que critiquen al opuesto pero con sólidos argumentos, no con consignas de barriada.
Es factible ser enérgico cuando se expone la propia visión política, viril en el discurso de las ideas y propuestas, pero sin caer en la diatriba ni el ataque personal. Estas características no parecen estar presentes en todos los candidatos actuales.
Por otra parte, aparentemente, el presidente Hernández se siente cómodo en el primer lugar de las encuestas, ello lo desestimula a exponerse, por el contrario, son sus rivales los que ansían poder subir a un pódium, a ganarse unos puntos extras, a costa de su más duro contendiente.
Estando así las cosas, los ciudadanos nos tendremos que conformar con los discursos de campaña y las comparecencias de los presidenciables en los medios de comunicación, para aquilatar sus ideas, propuestas y capacidades para conducir el cargo más importante y complejo del país.