Tegucigalpa, Honduras
A eso de las 10:00 AM, bajo el puente peatonal frente a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), los carros no dejan de pasar.
Sin embargo, arriba, hay un hombre que con paciencia los ve pasar y mientras escoge un grano de arroz de un puñado que hay en la mesa, imagina para él y su familia un lugar mejor.
Óscar Sierra es un noble hondureño que va por toda Tegucigalpa ganándose la vida grabando nombres y palabras de amor en arroz.
Desde hace más de 12 años aprendió este curioso arte de unos conocidos guatemaltecos. Desde entonces se ha dedicado a hacer distintos tipos de accesorios con este apreciado grano, entre los que destacan los llaveros, aretes, pulseras y collares, que vende a 30 y 60 lempiras.
“Yo trabajo en esto desde hace más o menos doce años, yo aprendí porque a unos amigos de Guatemala y a mí siempre nos ha gustado el negocio; aprendí y ahora me dedico a esto”, manifestó Sierra. Son precisamente los universitarios los que, motivados por la curiosidad, se acercan a ver cómo en algo tan pequeño como un grano de arroz pueden quedar frases tan grandes como “¿Quieres ser mi novia?” o “Te amo mamá”.
“A los jóvenes les llama la atención ver cómo se hace, generalmente lo que me piden es que les escriba el nombre de ellos o de sus novios o novias, cuando estoy en las universidades es cuando mejor me va porque los muchachos me apoyan bastante”.
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Para realizar las artesanías, aparte del arroz, hace uso de un lápiz especial y tinta china, materiales indispensables, pero que resultan costosos cuando las ventas no están altas.
“Esto no es un trabajo cualquiera, hay que tener paciencia, tener buena vista, hay que estar concentrado y en buenas condiciones para hacerlo, es realmente muy bonito”, comenta el hombre.
Para poder obtener mejores ganancias, don Óscar se moviliza por varios puntos de la capital, sin embargo, por órdenes de la Alcaldía Municipal, casi siempre es desalojado y no logra generar muchas ganancias.
También afirma que se desplaza por varios departamentos en temporadas de ferias. En momentos así son los turistas los que se quedan embelesados con los detalles de sus trabajo.
Luego que se graba el nombre de la persona en la diminuta semilla, se coloca dentro de una pequeña cápsula -que contiene aceite y una flor natural en miniatura- que luego es sellada con resina.
No ha pasado mucho tiempo desde que comenzó a hablar cuando el silencio lo invade, las lágrimas asoman en sus ojos y empieza a relatar su historia.
Es padre de cinco hijos y aunque su esposa trabaja como costurera, los recursos no son suficientes. “La situación está bien difícil y uno quiere salir adelante, pero en este país es bien complicado, hay que echarle ganas porque no nos queda de otra”, dice mientras estira el cuello de su camiseta y limpia sus lágrimas.
“Yo quiero que se me dé la oportunidad de trabajar tranquilo, yo solo hago arte, pero a veces no hay oportunidad, nos andan siguiendo y nos quitan las cosas y así es bien difícil”, lamentó el artesano.
Comenta que desearía poder ingresar a los campus de las universidades para incrementar su ventas en los momentos de ferias o de eventos especiales.