Tegucigalpa, Honduras
Natalia Ciuffardi, la esbelta chilena que buena parte de su vida enfrentó las necesidades típicas de un hogar empobrecido, hoy, como por arte de magia, ha logrado cambiar su estilo de vida y el de su entorno familiar.
Esta historia de chilena pobre a chilena rica no sería noticia y menos en Honduras sino fuera porque los lujos que hoy disfruta son los que se dilapidaron del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS).
¿Cómo lo logró? La respuesta es sencilla. El director prófugo de esa institución, Mario Zelaya, cayó en sus encantos, al grado que hoy, producto de esa relación o “affaire” hay un pequeño e inquieto bebé que lleva ambos apellidos.
El pasado lunes, la Unidad Investigativa de EL HERALDO reveló en exclusiva cómo los recursos del Seguro Social fueron utilizados para que Natalia, en su condición de testaferra, adquiriera sendos bienes inmuebles tanto en Honduras como en Chile.
Ya el 1 de julio pasado, los investigadores de EL HERALDO habían revelado cómo estos fondos saqueados del IHSS habían ido a parar a Chile, Panamá y Estados Unidos.
No solo se compraron casas y apartamentos en esos países, también se abrieron cuentas bancarias y se fundaron empresas; tres mecanismos “seguros” para el lavado de activos.
En el caso de Ciuffardi, lo revelado por EL HERALDO establece que la mujer fue generosamente gratificada producto de la relación sentimental con el entonces director del Seguro Social.
Su vida tuvo un giro de 180 grados tras conocer al hombre que en poco tiempo puso millones de lempiras en sus manos.
Pero no solo hubo una preocupación por su estabilidad financiera sino también por su imagen.
Aunque Natalia es una espectacular chilena de 28 años, las regalías llegaron al extremo de pagarse cirugías estéticas para aumentar el tamaño de sus senos.
El Ministerio Público ahora investiga si estos implantes se colocaron con fondos provenientes del IHSS.
Las imágenes
En las imágenes, a las que ha tenido acceso exclusivo la Unidad Investigativa de EL HERALDO, puede observarse un notorio mejoramiento de la calidad de vida de los Ciuffardi.
Para el caso, en una imagen tomada meses atrás, durante la celebración del 56 cumpleaños del padre de Natalia, se observa un humilde entorno, dominado en cada rincón de la casa por la pobreza. Junto al padre del hogar, se observa a Natalia y a Ruth su hermana.
La felicidad, verdadera riqueza del ser humano, al parecer sí ha dominado la vida de esta familia sudamericana.
En la imagen se observa a una familia aglomerada en un espacio de cuatro por cuatro metros, que da cabida no solo a la sala sino también al comedor.
Sobre la mesa, un humilde mantel color verde, una torta de pan y merengue coronada con 10 cerezas.
A un lado, una mesa de sala atiborrada de objetos y floreros con rosas de fantasía.
Al fondo, un viejo televisor colocado sobre un mueble de madera y con una programación que nadie ve.
Las paredes del hogar de los Ciuffardi se observan rústicas. De hecho, se puede concluir que es una vivienda modular y prefabricada, siendo estas las opciones habitacionales más comunes en los países en vías de desarrollo.
Pero ese escenario de un estilo de vida comedido de pronto cambia drásticamente cuando comienza a observarse en gráficas a los Ciuffardi viajando por el mundo. Ya para entonces, la buena vida les habría comenzado a sonreír.
En unos de esos viajes, Natalia aparece con sus padres en Panamá, posando junto al mar que une los dos océanos.
Ella luce embarazada de quien hoy tiene un año y medio y lleva los apellidos Zelaya Ciuffardi.
También es evidente el cambio de vida en las imágenes de Natalia, en la celebración de sus 28 años. Ahí la pobreza es historia.
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Esta historia de progreso no sería cuestionable si no fuera porque esos recursos son los que nunca debieron salir de las arcas del Seguro Social. Eran sagrados. Eran de millares de derechohabientes que cada día son aquejados por la pobreza y la enfermedad.