Era una tarde hermosa aquella primavera de un año sin memoria, cuando don Dieguito fue a trabajar como todos los días, sin imaginar que ahí encontraría el amor, con quien pasaría todo los años de su vida.
Los abuelos de la colonia capitalina La Esperanza recibieron a EL HERALDO en su humilde vivienda para contar el amor que los ha mantenido atados por casi 65 años de su larga, y a lo que ellos llaman, maravillosa vida.
En la puerta de su aposento nos recibió una dulce anciana, engalanada con un vestido azul claro lleno de flores, con una sonrisa grande y unos ojos brillantes. Nos invitó a pasar, nos agarró con su mano suave y arrugada y nos introdujo con paso lento por una pequeña sala adornada con retratos de aquella época dorada… ¡uuff! Aquellos tiempos.
Ella es doña Edelina Montoya, quien con 102 años de edad, camina si apoyarse en ningún bastón y aparenta una salud envidiable.
No dimos ni tres pasos cuando, atrás de una pared, salió un anciano, vestido con un saco y un pantalón viejo color café, que hacía juego con una camisa un poco desgastada y una corbata roja con círculos blancos, él es Diego Moncada, mejor conocido como don Dieguito.
65 añosTiene la pareja de vivir juntos |
El primero que se atrevió hablar fue don Dieguito. Aunque los años ya le habían robado la mayoría de sus recuerdos, sí pudo recordar cómo conoció a su pareja, con la que ha convivido 36 años casados y 65 de estar juntos.
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“Nos conocimos en la Casa del Niño de Comayagüela; ahí trabajaba yo y ella vivía enfrente. Y ahí me le pegué”, contó el agradable anciano, sonriendo y mostrando un adorno de oro que portaba su dentadura.
Como un atrevido Casanova, el anciano aseguró que tras ver a Adelina puso en sintonía sus mejores palabras y en menos de 15 días la hizo rendirse en su amor para formar una aventura juntos.
“Yo fui casado y solo duré nueve meses con mi esposa porque me salió pésima: haragana, irresponsable y bien sencilla. Y solo duré con ella los nueve meses porque salió embarazada, pero cuando nació la niña, hasta el son de hoy me escapé”, recordó.
Luego de contar su primera experiencia en busca del amor, don Dieguito miró a doña Edelina, le dio un beso en la boca, la arropó con un abrazo y relató sus buenos momentos.
“Con esta señora nunca hemos tenido una desavenencia, un resentimiento; solo ha sido paz, amor, armonía”, contó el hombre de 98 años, mientras acariciaba la mano de su esposa, quien celebra sus envidiables 102 primaveras.
Los presentes nos sorprendimos, reímos un poco y doña Edelina se tiró una minúscula carcajada y dijo: “siempre nos damos besitos”.
“Ya han pasado varios años, estamos juntos desde mil novecientos… -hizo una larga pausa-, no me acuerdo, ya se me olvidó, pero sí tenemos 'añales' de estar juntos y nos seguimos amando”, expresó la ancianita.
Luego de 20 largos minutos de contar su historia, los abuelos de La Esperanza se levantaron con un poco de ayuda de su sofá y caminaron a la puerta.
Don Dieguito se tardó un poco, sin embargo, doña Edelina se paró y comenzó a preguntar por él. “Esta viejita no me deja botado, tenemos que caminar siempre juntos a donde vayamos”, contó el anciano.
Olvidados
A pesar de que el amor de esta centenaria pareja parece maravilloso y que todo en sus vidas es color de rosa, ellos también revelaron que sufren cada día para conseguir el bocado que se llevan a su boca.
“Aquí, si no fuera por el amor que nos tienen nuestros buenos vecinos, nosotros pasaríamos penumbra. Ellos nos regalan cosas y dinero y nosotros estamos agradecidos por eso”, declaró “Dieguito”.
De acuerdo a las informaciones, los enamorados nunca tuvieron hijos entre ellos. Doña Edelina Montoya de Moncada solo tuvo un hijo a parte del matrimonio, sin embargo, este murió hace algunos años; mientras, don Diego, tiene una hija de un viejo matrimonio, de la que no quiso entrar en más detalles.
Amante del Olimpia
Tras varios minutos de una plácida plática con los dos abuelitos, don Dieguito señaló los retratos en la pared de su sala, en su mayoría eran del equipo capitalino Olimpia, donde él salía junto a ellos en todas las fotografías.
Por consiguiente, la curiosidad se apoderó de nosotros y le preguntamos cuál era el motivo de tener tantas fotos con jugadores del León en aquellos tiempos donde el Estadio Nacional Tiburcio Carias Andino aún no contaba con grama.
Nos miró con una sonrisa, tomó uno de los cuadros y nos comenzó a nombrar cada nombre de aquellos legendarios futbolistas uno por uno, al final dijo: “éste soy yo, fui administrador de ese complejo deportivo por muchos años y el Olimpia es el equipo de mis amores”.
Limpió la fotografía de 1969 donde estaban aquellos gloriosos jugadores que hicieron grande al equipo blanco. 'Este es Santini, este otro la “Gata” López y este “Shinola” Matamoros', decía mientras señalaba a uno por uno… sinceramente Olimpia es el equipo de su corazón.
Amor para toda la vida
Ya terminada la plática, la admirable y enamorada pareja se tomó de la mano nuevamente y compartió otra muestra de amor con otro enorme beso en la boca.