Crímenes

Grandes Crímenes: El esposo de Mery (segunda parte)

17.06.2017

Este relato narra un caso real.

Se han cambiado los nombres

SERIE 2/2

Resumen

Un hombre llamado Julio desaparece minutos después de haber salido de la casa de sus padres rumbo a su trabajo. En los videos de las cámaras de seguridad se notan dos siluetas al frente de su carro, y una atrás.

Lo extraño es que este hombre jamás subía a nadie a su vehículo, el que fue encontrado en una calle solitaria de la aldea El Lolo, sin una tan sola huella digital.

Un día llegó a casa de sus padres y les pidió que lo dejaran pasar allí unos días porque se había separado de su esposa Mery.

Esta, una mujer joven, a la que amaba con todo su corazón, murió un año después de la separación. Seis meses después, nadie volvió a saber nada de él. Varios años han pasado y sus padres siguen esperando noticias. La Policía cree que está muerto. La madre, en medio de sus lágrimas, acusa…

Preguntas

¿Qué pasó con Julio esa mañana? ¿Quiénes eran las personas que, supuestamente, iban con él en el carro? ¿Por qué subió a su vehículo a esas personas si no lo hacía nunca, aunque las conociera?

¿Quién se encargó de borrar cualquier huella digital en el carro? ¿Por qué había desaparecido sin dejar el menor rastro? Y, ¿por qué su madre repetía, con enorme dolor en su corazón: “Fueron ellos”?

Ahora, preguntémonos: ¿Quiénes eran ellos? ¿Qué motivos tenía alguien para hacerle daño a Julio?

Amiga

“Ya he hablado con la Policía muchas veces –dijo la muchacha, quien había sido la mejor amiga de Mery–, y sé que ellos no le hicieron daño a Julio”.

“Yo estoy segura de que ellos se vengaron de mi hijo” –la interrumpió la madre.

Yo miré a la señora y ella bajó la cabeza. El esposo acababa de apretarle una mano.

“Es una historia muy rara –dijo la muchacha–, y a muchos puede parecerle hasta cursi”.

“¿Por qué?” –le pregunté.

Ella dudó un instante.

“Pues, por lo que pasó entre ellos…” –respondió.

Hubo un momento de silencio. Los detectives de la DNIC me habían comentado el caso y me habían dado copia de las declaraciones de la muchacha, y ya conocía algo de la historia, pero ella tenía ganas de contarla con su propia boca.

No había sido fácil convencerla para que nos reuniéramos en aquel restaurante chino, y menos cuando supo que los padres de Julio estarían allí, sin embargo, recordaba con cariño a su amiga y estaba interesada en saber qué era lo que había pasado con Julio.

Historia

“No sé cómo catalogar a Julio –empezó diciendo–, pero creo que la mejor palabra es “terco”…, con el perdón de la señora”.

Los ojos húmedos de la madre la vieron inexpresivamente.

“¿Por qué “terco”?” –le pregunté.

“¿Cómo se le puede llamar a un hombre que toma decisiones sin escuchar explicaciones, sin entender las razones de la otra persona y que se aleja solo porque está convencido de lo que su cabeza de piedra le dice?”

“Tengo entendido –le dije–, que Julio es un hombre estricto, recto y honesto…”

“Tal vez la palabra para definirlo sea “estricto”, como usted dice”.

“Veo que usted sabe mucho de este caso”.

“Solo de la separación y del divorcio… De por qué alguien se llevó a Julio, no sé nada…”

“Ellos fueron –dijo la madre–, pero nadie me quiere creer”.

La muchacha tomó un sorbo de agua y agregó:

“Mery era bonita, educada y hermosa. Se graduó en la universidad muy joven y no tuvo más novio que Julio. Y Julio la adoraba, pero a un año, más o menos, de la boda, se distanciaron…”

Nueva pausa.

“Mery me lo contaba todo –agregó ella, limpiándose una lágrima–, y se sinceró conmigo…”

Siguió un nuevo momento de silencio.

“Hacía dos meses que no tenía relaciones con él –dijo–, dos meses en los que ella, de alguna forma, evitó a su esposo. Este la buscó en varias ocasiones y ella lo rechazó… Al tercer mes, Julio no la buscó más. Mery no le dio ninguna explicación y él no se dio cuenta que ella estaba cambiando en su físico… Un día, Mery regresó a la casa y ya no lo encontró.

Se había llevado sus cosas y no le dejó ni una sola explicación. Entonces, Mery se dio cuenta de que había cometido un error, que amaba sinceramente a su esposo y que, en cierta forma, él tenía razón de haberse ido”.

“¿Por qué?” –le dijo ella, cuando logró hablar con él, dos semanas después.

“Eso iba a preguntarte yo –le respondió Julio–, pero creo que a buen entendedor, pocas palabras bastan”.

“No te entiendo” –le dijo ella.

“Te lo voy a decir una sola vez y después de esto te pido que no me llamés más”.

Así era Julio de cortante.

“Tres meses teníamos de no tener sexo y vos me rechazaste siempre…”

“Yo te puedo explicar”.

“No necesito tus explicaciones. Sé que o tenés otro hombre o ya no me querés, y cualquiera de las dos cosas que sean, no me interesan ya… Quiero el divorcio”.

Mery se derrumbó.

“Julio…” –dijo ella.

Pero Julio había cortado la comunicación.

Penas

Mery trató de hablar con él de nuevo, fue a la casa de sus padres a buscarlo, llegó a su trabajo, le hacía llamadas y le enviaba mensajes, pero él no quiso hablar con ella.

Un día le dejó un mensaje en el que le pedía perdón y le prometía darle una explicación, pero parece que eso confirmó las sospechas de Julio, que ahora estaba seguro de que Mery tenía un amante.

Cuando el abogado de Julio llegó a la casa de los padres de Mery, con la demanda de divorcio, ella casi se muere. Los padres recibieron los documentos y Mery los firmó, después de llorar todo el día.

Nunca más volvió a llamarlo y menos a buscarlo. Y él jamás movió un dedo para acercarse a ella. Lo que siguió en la vida de Mery fue un infierno.

La muchacha hablaba así porque había sido testigo del sufrimiento de su amiga.

Juez

Tiempo después, el juez llamó a la pareja. Julio envió a su apoderado. Mery mandó al suyo. Estaba claro de que no podrían reconsiderar el divorcio y que no volverían a estar juntos.

Cuando, dos meses más tarde, el juez los llamó de nuevo, Julio se presentó. Iba a leerse la sentencia. Mery envió a su abogado. Sus padres estaban allí.

Julio estaba más delgado, se notaba pálido y creí que estaría enfermo, pero su semblante era el mismo: terco, arrogante e intransigente.

“¿Por qué no se ha presentado a esta audiencia la demandada?” –preguntó el juez.

El abogado de Mery se puso de pie.

“Las causas están incluidas en el expediente, señor juez –dijo–. Su estado le hace imposible salir de su casa”.

“¿Su estado?” –preguntó el juez, hojeando el expediente.

“Así es, señor juez”.

“A ver, explíquese mejor”.

“La señora agoniza de cáncer uterino” –dijo el abogado.

Un grito desgarrador estremeció la sala. Una mujer madura y elegante, la madre de Mery, lloraba amargamente.

Julio

“Yo vi a Julio palidecer aún más –dijo la muchacha–, y nos vio a todos con ojos que parecía que se iban a salir de sus órbitas”.

“¿Cáncer?” –dijo, mirando a su abogado.

“Padece de cáncer de útero desde hace un año –agregó el abogado de Mery–, y agoniza en este momento”.

El juez miró a Julio, que se había dejado caer en su silla, como si lo hubiera golpeado un rayo.

“¿Por qué no me dijo?” –Le preguntó a su abogado–. ¿Por qué?”

“¿Tiene usted algo qué decirle a este tribunal?” –preguntó el juez, con acento endurecido, viendo directamente a Julio.

Este no respondió, pero se puso de pie.

“Quiero ver a mi esposa” –dijo, pero el juez no lo escuchó.

“Ahora ¿para qué?” –gritó la madre.

Quizás, por primera vez en su vida, Julio lloraba, y se le veía desesperado.

“El señor juez va a leer la sentencia de divorcio” –dijo, entonces, el secretario del juzgado.

Cuando Julio salió del juzgado, era otro hombre.

“Quiero verla” –le dijo a su exsuegro.

Este se limitó a verlo y en sus ojos brilló el odio como un sol.

“Maldito –dijo la exsuegra–, mil veces maldito”. Poco después, Mery murió. Julio fue al entierro pero se conformó con ver el ata?d de lejos. Los hermanos de Mery contrataron guardias de seguridad para que lo mantuvieran a un año luz de distancia.

El detective

“El problema ahora es que Julio ha desaparecido –dijo el agente de la DNIC–, y no tenemos el menor indicio para iniciar una investigación”.

“Empiecen por investigarlos a ellos” –dijo la madre.

La muchacha carraspeó dos veces, para aclarar la garganta, se limpió las lágrimas que aún quedaban en sus mejillas, y dijo:

“Una tarde, mientras visitaba a Mery, oí a los padres discutir, maldecir y mencionar el nombre de Julio varias veces. Mery lloraba. Estaba casi en las últimas, había adelgazado mucho, no tenía un solo pelo en el cuerpo y olía mal, a podrido… Me acerqué a ella, le agarré una mano y me dijo que ella no quería que sus padres le hicieran nada malo a Julio, que él era inocente y que si había actuado así era porque esa era su forma de ser, estricto y severo en sus decisiones, y que, además, él no supo nunca por qué ella se había negado a tener relaciones con él aquel tiempo… Porque ya tenía el cáncer…”

“¿Usted cree que los padres de Mery tengan algo que ver en la desaparición de Julio?” –Le pregunté.

“Es lo mismo que le hemos preguntado nosotros –intervino un detective–, pero siempre nos da la misma respuesta: Que no sabe nada”.

“Yo solo sé lo que les he dicho –replicó ella–; Mery me dijo que ella no quería que sus padres le hicieran daño a Julio, de ahí saquen ustedes sus propias conclusiones”.

En ese momento intervino la enfermera.

“Yo cuidé a la muchacha hasta el último de sus días –dijo–, y ella me pidió que le avisara a Julio que sus papás podían hacerle daño, en venganza”.

“¿Por qué no nos había dicho eso?” –Preguntó, de repente, uno de los detectives.

“Porque yo no quiero problemas con nadie, pero me da lástima la muchacha que quiso a ese hombre hasta el último de sus días”.

“Y, ¿usted habló con Julio?”

“No”.

“¿Por qué?”

“Porque a ese señor no se le podía hablar…”

Los detectives se miraron por un momento.

“Y, ¿si hablamos con el fiscal?” –Dijo uno de ellos.

“¿Qué le vamos a decir?”

“Que la muchacha tenía miedo de que los papás de ella le hicieran daño a su esposo”.

“El fiscal se va a reír de nosotros”.

“Ellos fueron” –dijo la señora, casi sin aliento.

Nota final

Varios años han pasado y no se sabe nada de Julio. Un pepenador dijo que vio a un hombre estacionar el carro y bajarse de él, en la calle solitaria de la aldea El Lolo, pero dijo que era trigueño, chaparro y que llevaba puesta una gorra roja por la que se le salía el pelo largo y negro. Evidentemente, no era Julio.

Hasta hoy, su padre sigue esperándolo. Su madre sigue acusando a sus exconsuegros. Los detectives perdieron el interés en el caso hace mucho tiempo. Solo Dios sabe lo que pasó con el esposo de Mery. ¿Qué opina usted?

+Lea aquí: El esposo de Mery (Primera parte)