TEGUCIGALPA, HONDURAS
Un concurso de baile en el salón de clases de una escuela en Suecia, cortesía del pequeño Igor Garafulic los compañeros no paran de reír al verlo imitar a uno de sus compatriotas más famosos, Don Francisco, sí, el mismo de Sábado Gigante.
Para Igor es recordar a su querida Chile, para los niños suecos es escuchar un acento superdivertido en boca de un prodigio de la animación, “y nada, solo imitaba lo que había visto todos los sábados antes de llegar ahí: tres parejas, ganaba la que más aplausos recibía, fórmulas con las que crecí, pero para ellos era un showman”, comenta mientras ríe el representante para Honduras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Han transcurrido muchos años desde ese episodio y el Igor Garagulic, ahora de 51 años, que espera EL HERALDO en un hotel capitalino aparece. Camisa azul de tela jean, pantalón de las mismas características, sube las gradas hasta el punto de encuentro, sonríe, finge que no nos ve y pasa de paso como si alguien más lo esperara, se tira un carcajada, regresa, “hola compadre”. Así, con una broma rompe el hielo el chileno del prediálogo.
“Está todo listo, ustedes dirán dónde, ya pedimos permiso para la entrevista”, asegura. En sus manos una bolsa azul, la billetera y dos teléfonos celulares, “y ¿viste?, traje las fotos que me pediste, ahí las reproducís”, comenta.
Un espacio al aire libre es el sitio ideal, las sillas están en desorden, pues están con reparaciones, un joven subido en una escalera pinta una pared, al chileno no le importa, corre una, dos, tres sillas, se sienta cómodamente, “estamos listos, ya vi las Tictac anteriores, así que empecemos con lo bueno”.
¿Qué tal esa niñez en Chile, muchos recuerdos?
Yo nací en Santiago, sin embargo, mi papá y mi mamá son del norte de Chile, Antofagasta, esa zona es donde está el desierto, ahí se conocieron, Juan se llama mi papá, Patricia se llama mi mamá, yo soy un santiaguino y después la vida nos lleva por muchos países, viajaba mucho.
¿Entonces la niñez fue en el extranjero, por qué viajar tanto?
Mis padres fueron refugiados políticos, salimos de Chile.
¿Ah sí?
Primero nos fuimos a Venezuela, tenía 10 años, fui al colegio, me sé la canción nacional, he comido arepas venezolanas... y después nos fuimos a Suecia, pasé cinco años de mi colegio en Suecia, llegué a mi primera Navidad ahí con 27 grados bajo cero, era un cambio brusco... luego nos fuimos a África, mi papá comenzó a trabajar para el gobierno sueco, en sus programas de cooperación y desarrollo en Mozambique.
¿En Suecia compartió más?
Es una sociedad muy solidaria, te recibe, te acoge, pero es muy difícil integrarse a una sociedad si no hablas el idioma, pero cuando uno es niño, los idiomas se aprenden rápido... uno recuerda en este tipo de conversaciones y empiezan esas nostalgias, nada es más impresionante que estar en tu departamento viviendo en Suecia y mirar por la ventana...
¿A las suecas?
Ja, ja, ja, ese es otro tema que también vamos a discutir, sobre lo bonitas que son ja, ja, ja, sin embargo, iba ser más serio, tú miras por la ventana, así como en Chile que le gusta salir a la calle a jugar pelota, en Suecia te pones patines, tomas un palo y te diviertes, salir a patinar es algo lindo.
Tanto viaje, ¿existieron muchas novias? Ojo lo comprometo con su esposa
Novias tuve muchas, sí, de distintos países, aunque tengo que declarar que en Venezuela era muy pequeño, cosa que lamento mucho porque las venezolanas son muy lindas, en Suecia era un poco mayor, pero tampoco, ja, ja, ja, tenía doce años, sin embargo, me desquité en África porque ya estaba en plena adolescencia, y desde 13 a 18 años tuve muchas fiestas... tengo lindos recuerdos de veranos que pasé.
Y le llegó el amor... ¿cómo conoció a su esposa?
Llevo 18 años de casado, la conocí porque era colega tuya, ella era periodista, llegó a ser una entrevista al Ministerio de Agricultura, yo muy serio, juicioso, le di la entrevista, ja, ja, ja, me hice el serio, en la tarde conseguí su número telefónico y en la noche la invité a salir y desde ahí han pasado 18 años... fuimos a bailar... tenemos dos hijos, Nicolás tiene 15 y Milena tiene 12, fue un flechazo, nos casamos al año muy enamorados.
¿Qué tal la experiencia de ser papá?
Mucha emoción, tengo la imagen precisa cuando levanto a mi hijo Nicolás, estaban mis mejores amigos en la clínica, se los mostré a través de una ventana y esa escena la tengo grabada, después vino Milena, ja, ja, ja, esa es un personaje, ya la van a conocer cuando llegue a Honduras con sus doce años, la conoce todo el colegio, saca buenas notas, hace la tarea del jueves cinco días antes, baila, participa en obras...
¿Es un padre estricto?
No, ja, ja, ja, la división de responsabilidades es muy clara, en mi caso yo pongo los abrazos y cariños a los niños y ella la disciplina.
Me han dicho que le gusta la salsa. ¿Dónde nace ese amor, la baila bien?
Nace en Venezuela porque, mira, hay que hacer una gran declaración pública: los chilenos bailamos muy mal, cuando tú pones un chileno, somos tiesos, como troncos, ja, ja, ja, fue un desafío aprender a bailar salsa.
¿Ya salió a bailar aquí en Honduras?
He ido a un lugar que se llama Sabor Cubano y tengo que hacer una revelación ja, ja, ja: el que me llevó ahí fue el embajador de España, Guillermo Kircpatrik, casado, con esposa japonesa, yo desafío que si no son los primeros bailarines de salsa que hoy están en Honduras son los segundos, esos dos son salseros de competencia mundial.
¿Cómo coincidieron en que tenían el mismo gusto?
Por un comentario, dije que me gustaba la salsa, me llamaron y dijeron: “Igor, por qué no partiste por ahí, llevamos cuatro meses en el diálogo y no dijiste eso, así que el sábado a las 10:00 PM te esperamos”, ja, ja,ja, y me llevaron a bailar.
Y con los deportes cómo va, ¿práctica alguno, le va a algún equipo de fútbol?
Jugué básquetbol y fútbol y lo hice muy mal, ja, ja, ja, en Chile soy Colo Colo, en el mundial voy con Perú y en Honduras yo de momento, mientras sea el moderador del prediálogo, no revelaré mi preferencia, ja, ja ja, mantengo una incógnita en mis preferencias por Marathón y Olimpia, no me defino.
¿Se toma sus cervezas?
Mira, yo llegué a Honduras gustándome mucho los mojitos, pero acá otro amigo me ha llevado por el camino del ron, ja, ja, ja; un colega de ONU y lo voy a denunciar, Martín Arévalo, me ha llevado por el camino de los puros, así que este humilde chileno llegó aquí sin vicios y ahora tomo ron y fumo puros de Copán.
¿Y la comida?
Ahí va otra revelación, ja, ja, ja: ya probé las baleadas, me gustaron, sin embargo, un diputado, Jorge Cálix, durante tres meses me prometió una baleada y no me cumplió, tuve que ir con otro amigo.
A todo esto, ¿cómo comenzó en la política?
Cuando regresé a Chile y comencé la universidad estaba la dictadura, regresé con un compromiso por la democracia.
¿No me diga que estuvo en las protestas que hacían?
No solo protesté, estuve en marchas, tomas de facultad, caímos presos por ese movimiento, era otra generación, teníamos 18, 19, 20 años, para nosotros era prioridad número uno recuperar la democracia y después fuimos muy afortunados cuando esta retorna en el año 90... con muchos de mis amigos nos fuimos a trabajar al gobierno, entonces tuve otra etapa muy importante de 20 años trabajar en gobiernos que le dieron mucho desarrollo a Chile.
¿Ha habido momentos tristes en su vida, Igor?
La muerte de mi papá hace tres años.
Su semblante cambia, respira profundo, y comienza a llorar...
El cumplió 75 años y a esa edad le dio un infarto estando en Mozambique, él regresó después muchos años como consultor nacional y siempre quiso eso, fue muy feliz ahí y me comentaba: “mire Igor, al trabajo hay que ir a disfrutarlo”; es la persona más trabajadora que conozco, él me decía que él quería trabajar hasta el último día de su vida y justamente en África el infarto que le dio fue en el ministerio de salud, presentando un programa de cooperación.
¿Quién le dio la noticia?
Me la dio otro amigo chileno que trabajaba en Sudáfrica, no la veía venir, no, esa semana hablamos todos los días y él contento, feliz, recién lo habían operado, viajamos con mi hermano, estuvimos en su casa, recogimos su ropa, sus libros... amigos de mi padre nos llevaron a su restaurante preferido, nos mostraron la mesa donde comía, el plato que le gustaba pedir, hicimos eso durante una semana, reviviéndolo todo, y nos permitió cerrar un ciclo. Yo no lo había visto hace tres años, desde que me fui a Guatemala.