Los cabecillas de la Mara Salvatrucha recluidos en la cárcel de máxima seguridad El Pozo iniciaron una huelga de hambre por las fuertes restricciones a las que son sometidos en ese centro penitenciario ubicado al occidente de Honduras.
Así lo reveló este martes el director del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (Codeh), Hugo Maldonado, luego de encabezar una visita de una comisión para inspeccionar las condiciones en que residen los reclusos.
Maldonado apuntó en que el recorrido los personeros del Codeh constataron que el central penal aun no está finalizado. Subrayó que apenas hay un avance del 50 por ciento, aunque las autoridades la semana pasada indicaron que está por concluir.
Aunque reúne los requisitos mínimos para albergar privados de libertad, todavía falta mucho por hacer, consideró Maldonado en entrevista a medios locales.
'También constatamos que en dos módulos de la MS están en huelga de hambre, porque según ellos no se les está tratando como humanos', reveló el defensor.
Precisó que un 90 por ciento de los recluidos en El Pozo están desnudos. 'Solo en bóxer'.
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Traslado de reos peligrosos
El gobierno de Honduras ordenó trasladar la semana pasada a 37 reos considerados de alta peligrosidad, entre ellos varios cabecillas de maras y pandillas, con el objetivo de frenar la ola de crímenes que se planeaba desde las cárceles.
Asimismo, el presidente Juan Orlando Hernández reveló que un grupo de inteligencia analiza el perfil de otros 20 candidatos para sumarse a la lista de inquilinos del penal de Ilama, Santa Bárbara.
El nuevo presidio, con una capacidad para unos 1,350 reclusos, adquiriró una atención mediática enorme después que se conocieran las extremas medidas de seguridad, a través de dos comunicados de prensa.
En el módulo 1 están los cabecillas de la mara 18, en el módulo 2 los cabecillas de la Mara Salvatrucha, Chirizos y uno que otro paisa.
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Extrema seguridadLas celdas para los reclusos peligrosos permanecen a oscuras y sin aire acondicionado. La puerta es blindada y cuatro mecanismos de cerrojo y un candado terminan de sellar el encierro.
Cada recinto solo tiene una cama de cemento y hierro, retrete, un bebedero y un espejo de aluminio.
Todos los movimientos son seguidos y vigilados por los agentes penitenciarios auxiliados por un sistema de videovigilancia de unas 20 cámaras.
Hay tecnología de última generación: Detectores de metal, escáner, rayos X y sistemas de infrarrojos de vigilancia nocturna.
Además de cuatro puertas blindadas para acceder a cada módulo, el exterior se custodia por cuatro torreones, 100 metros uno del otro, con vigilancia las 24 horas.
La atención llega porque el gobierno presume que al fin los reclusos fueron despojados de sus lujos, como dinero, joyas, vestimentas y otros objetos suntuosos.