Con sus ojos llenos de lágrimas y pidiéndole a Dios para que una luz ilumine su camino, una humilde mujer llegó hasta la oficina de la morgue capitalina para pedir la exhumación del cadáver de su hijo, quien fue sepultado en una fosa común.
El cuerpo de José Aníbal Márquez Medina (32) fue uno de los que Medicina Forense procedió a sacar de sus congeladores e incluirlo en uno grupo de 40 personas para realizar un entierro masivo.
Aunque se desconoce cuando ocurrió el sepelio, los forenses de Honduras generalmente toman esta determinación cuando un cuerpo lleva tres meses sin ser reclamado. Por ley, el plazo es de 15 días.
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“Soy una madre pobre, no tengo quién me ayude… ¿de dónde vamos a agarrar dinero para llevar a mi hijo?, ¡pero lo quiero, que me lo entreguen para llevarlo y enterrarlo!', exclamaba María Dina Medina con su voz entrecortada.
La humilde hondureña, quien reside en Choluteca, sur de Honduras, aseveró que ella pensaba que su vástago estaba en El Salvador; sin embargo, días después se dio cuenta que estaba muerto y determinó venir como pudo hasta la capital.
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No obstante, a pesar de los papeles y todos los documentos en regla de su retoño, la señora no pudo ver a su hijo por última vez, porque las autoridades del Ministerio Público le informaron que él ya había sido sepultado junto a 40 personas.
La humilde mujer de unos 75 años de edad comentó que no tiene un centavo en sus bolsas y que se quedará en cualquier albergue a la espera que las autoridades le entreguen el cadáver de su descendencia.
“Yo necesito que me lo den entre mañana u hoy (el cuerpo) porque yo necesito llevar a mi muchachito”, manifestó la mujer, a pesar que le advirtieron que tiene que esperar al menos tres meses para este procedimiento.
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