El inclemente sol y los más de 30 grados de temperatura ambiente les indicó un poco sobre cuales serán las condiciones en las que de ahora en adelante vivirán como parte de la población penitenciaria de Honduras.
Los portones de la aduana 06.1 fueron abiertos para que los reclusos ingresaran de una vez por todas, allí fueron obligados a dejar todas su prendas personales y de vestir para ponerse su nueva vestimenta; un overol color naranja.
Con su uniforme naranja, pero descalzos, recorrieron varios metros entre muros de concreto, cercados con serpentinas y cables provistos de energía eléctrica hasta llegar a la aduana 06.2.
Pero faltaba un poco más, escoltados por militares y custodios de este centro penal fueron llevados hasta el módulo 1234, en la aduana 06.3 donde se encuentran las celdas de máxima seguridad.
Al ingresar algunos de ellos sufrieron desmayos, no se sabe si debido al calor imperante en el lugar o a la impresión de ver lo duro de su nuevo hogar.
Entre los barrotes, manos y rostros completamente tatuados hacían señales particulares a la pandilla 18 y MS-13 en señal de bienvenida a la ahora temible cárcel de máxima seguridad El Pozo II.
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Bajo estrictas medidas de seguridad y una disciplina que no permite fallas las autoridades penitenciarias mudaron el miércoles a otros 37 reos considerados de alta peligrosidad.
Con menor número de agentes militares, pero con la misma dinámica en la logística, 31 privados de libertad fueron transportados desde la cárcel de El Porvenir, Francisco Morazán, hasta la prisión de máxima seguridad El Pozo II, en Morocelí, El Paraíso, también conocida como La Tolva.
916convictos guardan prisión en la cárcel de Ilama, Santa Bárbara, en la primer cárcel de máxima seguridad, conocida como El Pozo I. |
Arpía III
Esta nueva acción militar se efectuó siempre en el marco de la denominada Operación Arpía III, la cual inició el martes cuando fueron llevados hasta El Pozo II los primeros 773 reclusos.
Al igual que los recién mudados anteriormente a este recinto carcelario, 32 de los que trasladaron el miércoles son miembros de maras y pandillas, según informaron autoridades del Instituto Nacional Penitenciario (INP).
Además, en este nuevo grupo cinco de ellos fueron traídos desde el Centro Penitenciario de La Esperanza, Intibucá.
Los cinco son considerados de alta peligrosidad y además tenían planificado fugarse para evitar su traslado a cualquiera de las prisiones de máxima seguridad, según las investigaciones realizadas por el INP.
De igual manera, del Centro Penitenciario Nacional de Támara fue extraído un integrante de la pandilla 18 que quedaba recluido en ese centro.
Este privado de libertad, en el afán de librarse de un posible traslado también a un presidio con mayores medidas de seguridad y restricciones, se había cambiado de módulo de manera ilegal.
Menor resguardo
Sin la utilización de mucho armamento bélico, ni tanques ni helicópteros, alrededor de las 9:00 de la mañana comenzaron los preparativos al interior de la cárcel de El Porvenir.
La entrada a la cárcel lució desolada, solamente con el resguardo mínimo de efectivos militares.
Ni curiosos ni mucho menos familiares llegaron para poder observar el traslado de los 31 privados de libertad, quienes estaban recluidos en ese penal desde el año 2015.
Habían sido trasladados a dicho reclusorio debido a que las autoridades penitenciarios detectaron que eran quienes daban órdenes para que afuera sus compinches cometieran todo tipo de actos ilícitos.
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El traslado
El reloj marcó las 10:00 de la mañana y desde la carretera se pudo observar como tres camiones militares estilo comando salían fuertemente custodiados de la cárcel de El Porvenir.
La que durante dos años fue su casa para los 31 reclusos quedó prácticamente a solas; a 117 kilómetros de allí les esperaba su nuevo hogar, la cárcel máxima seguridad conocida como El Pozo II o La Tolva.
A las 10:45 minutos el convoy militar hizo un giro brusco hacia la izquierda para tomar la vía secundaria, una polvorienta carretera desde Talanga, pasando por Cantarranas, la Villa de San Francisco para luego llegar al municipio de Morocelí.
A tan solo seis kilómetros del casco urbano de Morocelí se encuentra El Pozo II.
Después de casi dos horas con treinta minutos de camino el portón principal se asomó imponente ante la mirada de los 37 privados de libertad, la mayoría de ellos integrantes de maras y pandillas.
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