Un pequeño pueblo, lleno de color, se vio ensombrecido con la llegada de los restos de Briana Ramos, la pequeña de dos años que pereció producto de las quemaduras que sufrió en el incendio de la Feria del Agricultor.
Cedros recibió una caravana de vehículos que anunciaba la llegada del cuerpo sin vida de uno de sus ángeles.
Los vehículos se detuvieron en una pequeña y sencilla casa rosada hecha de adobe. Allí varias sillas negras y una mesa desgastada se prepararon para sostener el cuerpecito de la pequeña.
Dentro de la vivienda, nadie lo quería creer, las lágrimas rodaron por los ojos de cada uno de los presentes, a quienes se les apagó el rostro al ver el féretro.
“Ay Dios mío, mi niña, cómo quedó mi niña!”, gritó una mujer mientras colocaban el ataúd en la mesa.
Belkis Paola Sanchez, tía de la menor, no dejó de llorar, nadie la pudo consolar, ella no quería abrazos, ella quería a “la morena”, como llamaba a su sobrina.
Recordó que el día de la tragedia, ella le pidió a la madre de la niña que la dejara a su cuidado, pero la respuesta fue “no, vos tenés mucha carga ya”.
Estas palabras resonaron en su mente, no pudo creer que de un momento a otro la chispa de Briana desapareció.
Relata que el día que la vio en el hospital, pudo hablarle, sin imaginar que nunca más podría expresarle su cariño.
“Yo la quería como a mi hija. Mi niña, mi morena, ya no está”, decía entre sollozos.
Su padre José Ramos, recuerda el último “adiós papi’ que su hija le dijo a las 5:40 de la mañana de ese trágico día.
En su mano, se observa una pulsera que él mismo elaboró con las cuentas que su hija llevaba en el cabello.
Sus tíos no lloraron, al contrario, al hablar de ella se les dibujó una sonrisa, y al recordarla no parece que su corazón recibió una fuerte descarga de dolor.
Sepelio
El reloj marcó la 1:00 de la tarde y las campanas de la iglesia sonaron para Briana, la multitud lloraba y caminaba por las empedradas calles.
La misa comenzó con las palabras del párroco, en una ceremonia corta, a la cual asistieron cerca de 100 personas.
Al salir, los tíos y primos de “la negrita bella” cargaron su ataúd hasta el cementerio de la localidad, donde sería sepultada, junto a la tumba de su abuela, a la cual nunca conoció.
Desconsoladamente, sus hermanitas gritaban “¡Briana, no Briana!”, y el blanco ataúd descendía.
Así se le dio el adiós a la morena de ojos caramelo, los ojos que alumbraban el hogar.
Su risa disfrutada por todos ya no se escuchará más, pero resonará en la memoria de todos los que la conocieron.
Sobre las causas de la muerte de la niña, Elsa Palou, coordinadora de la junta directiva del Hospital Escuela Universitario (HEU), manifestó que desde el ingreso de la menor la probabilidad de vida era baja.
“La paciente que falleció con dos años de edad tenía más del 50 por ciento de su superficie corporal con quemaduras del tercer grado, la posibilidad de sobrevida de esa pacientita era menor al 20 por ciento”, explicó la galeno.
Se informó además que Arely Velásquez, madre de la pequeña, lucha por su vida en la sala de cuidados intensivos del HEU.
Los médicos a cargo de su tratamiento explicaron que la dama permanece entubada y que su condición es crítica.
Sus quemaduras son de tres grados y su estado empeora por complicaciones generadas por la diabetes que padece.