Lo que fue un lamentable accidente casero se convirtió en una trágica realidad para un menor de edad y su familia en Tegucigalpa, luego que tras romperse un brazo, se rompieran con ello sus sueños.
El menor se encontraba jugando en su casa de habitación disfrutando del verano de 2003, un 4 de abril para ser exactos, cuando por desgracia se cayó de una altura de tres metros, producto de la caída presentaba fuertes golpes en la cabeza y un brazo roto. Pero eso no sería lo peor que le tocaría vivir al pequeño.
Asustados por el incidente sus padres corrieron a trasladarlo a un centro asistencial para que le brindaran la atención médica necesaria.
El susto no había pasado, al ser evaluado por el médico de la emergencia del Hospital Viera, doctor José Andrés Andrade Banegas, este únicamente lo refirió con el ortopeda José Israel Ventura Vargas para resolver la fractura del brazo.
El segundo médico indicó que el menor necesitaba una cirugía de inmediato, por lo que fue llevado al quirófano, ahí el anestesiólogo Carlos Guzmán determinó ponerle anestesia general durante la intervención quirúrgica.
Tras la operación las horas pasaron y los padres angustiados esperaban buenas noticias sobre su hijo, mismas que no llegarían. El pequeño -que doce horas antes reía mientras jugaba- había caído en un estado de coma.
Pasaron nueve largas horas para que el menor diera signos de estar despertando y para revelar lo peor: dado que no se tomaron las medidas del caso (por el golpe de la cabeza) la condición neurológica del menor se agravó llevándolo al punto de quedar en estado vegetativo.
Ante esta situación el Ministerio Público (MP) entabló un requerimiento fiscal contra el médico de emergencia del Hospital Viera, ya que el informe de medicina legal y patología forense dieron indicios de negligencia médica.
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El artículo 138 en relación al 135 numeral 1 del Código Penal por el delito de lesiones culposas establece una pena de 4-8 años de reclusión.
