Armonizada la brújula, Saúl Martínez apenas se ha dejado llevar por el viento y su pasaporte es un perfecto y desordenado libro acumulador de sellos migratorios; “a los 16 años hice mi primer viaje, a Nueva York”, recuerda el veloz delantero que nació hace 37 años en Iriona, Colón; “mi papá me llevó para estudiar allá, pero a los seis meses me regresé porque no me gustaba el ritmo de vida”.
Pero la vida de un trotamundos es un guiño al azar. Hay toboganes que te deslizan por destinos y paradas insospechadas. EE UU, Honduras, Uruguay, China, Japón. Y muchos personajes que te dan la mano. Y muchos personajes que te dan la espalda...
El sueño americano
“A los 18 años vuelvo a Estados Unidos y Reginaldo Hill -en los noventa jugó en España- me empieza a llevar a las burocráticas. Ganábamos 100, 150 dólares por fin de semana. Nos iba bien y me pagaban por lo que más me gustaba.
Un día vienen unos italianos y se lo llevan a Segunda, pero Regi me jala a mí. Yo casi ni jugaba, nunca me daban chance, hasta que una vez antes de un partido les hacía falta un jugador y me meten... ¡Hice seis goles, hermano! y no me volvieron a sentar... ja, ja”.
La redonda lo lleva a la MLS, pero el pasaporte le hace una mala pasada y la llegada de verdaderos monstruos a Miami Fusion (donde había hecho una buena primera temporada) lo devuelve a casa.
“Entonces, mi primo Samuel Caballero me consigue una oportunidad en Olimpia, donde salgo campeón, aunque jugaba poco; me rescinden contrato, me ‘como’ toda una pretemporada con la U en Comayagua, pero no arreglo. De la nada aparece Motagua y Julio Gonzales da el visto bueno para mi contratación”.
El salto de calidad...
Saúl Martínez no era un inquilino estable en los vecindarios. Pero ya tenía fama de goleador. Ramón Maradiaga confía en su desborde y definición y lo enlista para la batalla de Manizales. Copa América 2001. Frente a frente el cuadro “B” de Honduras contra el poderoso Brasil, favorito para el título.
“Recuerdo que mi debut con la H fue en un amistoso contra Ecuador antes de la Copa América. Ganamos 1-0 con gol mío. Y me dieron el 10... cómo me pesaba la espalda con ese número... je, je”.
¿Pero te cambiaron el número para la Copa América?
Sí. En Colombia usé el 18.
¿Recordás lo que les dijo el Primi antes de ese juego ante los brasileños?
Vayan y diviértanse. Es que habíamos entrenado bien, llegamos una semana antes a Manizales y la física que hacíamos con Ricardo Ángeles (QEPD) fue fundamental; te exigía, pero a la vez hizo un trabajo de ahogo que nos ayudó a que la altura de Manizales no nos afectara al momento del partido.
Eso fue clave para ganar.
Seguro tenés en mente el equipo que tenían ellos, ¿no? Claro. Denilson era la gran figura de ellos; de ahí estaban Emerson, Juninho Pernambucano, Jardel, Juninho, Belleti y Marcos era el portero; todos entramos inspirados, porque no habíamos tenido la oportunidad de jugar ante Brasil. Yo solo había visto por televisión el 8-2 que le habían metido a la H en Estados Unidos.
¿Y cuántas veces has mirado el video de ese juego?
Cuando regresé a EE UU mi papá lo tenía grabado. Mi suegra también. Lo veo y me siento orgulloso. Incluso ahora que mi hijo está en la computadora, pone mi nombre en YouTube y sale ese partido, me llama y lo miramos juntos.
¿Cambiaste camiseta con alguien?
No cambiaba mi camiseta con nadie, porque mi sueño siempre fue ponerme la camisa de la Selección y todas las que usé las tengo guardadas.
Oriente medio es tu casa...
Después de la gran Copa América de Melaza (o Speedy, como le empiezan a decir en Telemundo), las puertas de la fama se abren de par en par y al escritorio de Pablo Bentancourt llegan mil ofertas.
“Hubo una de Israel, con muy buena plata, pero le dije que no por todo lo que pasa en esa zona; llamaron de Inglaterra, Italia y España, pero tras la Copa Carslberg en Hong Kong, donde hice cinco goles, empezó el interés del Shanghai, que luego le compra la ficha a Nacional”.
Aunque lo supo seis meses después, Saúl Martínez fue en ese momento el traspaso más caro del fútbol chino: 2.8 millones de dólares.
“Poco a poco me fui ganando el cariño de la gente, que coreaba mi apellido en chino y ahí aprendí cómo se decía.. je, je. Hice 70 goles en cinco años y estoy seguro que me conocen más en China que acá en mi país”.
Un paso fugaz por Japón cierra un ciclo de oro en Asia. “En la Champions jugué contra cuatro japoneses y a todos les metí gol. Ahí se interesó el Omiya Ardija; empecé goleando durante toda la pretemporada, pero en tres partidos del torneo no había hecho ni un gol. El DT me manda a las reservas y eso no me gustó, hablé con los directivos y me ayudaron a rescindir el contrato”.
¿Creés que no te hemos valorado lo que te merecés acá en Honduras?
Sí. Es que acá en Honduras cuando cumplís los 30 ya no valoran a los hondureños, a los extranjeros sí.
¿A tus 37 ya están pensando en el retiro?
Estoy cerca del retiro, pero tengo muchas ganas de seguir jugando. Veré algunas opciones en Honduras y en Centroamérica. Luego, quiero ser agente de jugadores.