¡Mami!, ¡mami! Ahí viene el cartero”, gritó con alegría Jorge Aguilar, un niño de cinco años, vecino de la colonia Los Robles.
Y es que no era para menos, la carta que tenía en sus manos el cartero Jorge Andino era la de su padre, quien en la actualidad reside en Estados Unidos.
Así como Jorge, decenas de personas esperan todos los días con ansias la llegada de los carteros para recibir cartas y muchas sorpresas de sus seres amados.
Esto a pesar de que el e-mail, el Facebook, el Twitter, el BB y el iPhone le hacen una férrea y a veces hasta desleal competencia.
La historia del correo hondureño arrancó en Tegucigalpa a mediados de 1868, en una casa del barrio Abajo conocida como la Casa del Niño.
Unos años más tarde, en 1881, el gobierno de Marco Aurelio Soto adquirió la antigua casa y sus instalaciones fueron utilizadas como bodegas de lo que un día fue la Dirección General de Correos.
Hoy, en pleno siglo XXI, época en la que la tecnología avanza a pasos agigantados, ese grito de “Correeeeeeeooooo!”, todavía se mantiene vivo en muchos rincones de Honduras.
Los carteros
Hoy en día, luego de más de dos siglos de historia, el uso de las redes sociales y los avances en comunicaciones no han podido detener el eterno oficio de los carteros.
Es así que a tempranas horas de la mañana un equipo de al menos 40 carteros se dan cita en las oficinas de Correos de Honduras (Honducor).
José Armando Cáceres, jefe de la unidad de carteros, con mucha satisfacción, mencionó que el trabajo de los carteros no podrá desaparecer jamás.
En su opinión, las ansias, los sentimientos y las historias conmovedoras que se generan con la entrega de una carta no podrán terminar con las redes sociales ni los correos electrónicos.
Por su parte, David Zelaya, subjefe de distribución de Honducor, manifestó que el tipo de información que se escribe en una carta no es la misma que se puede manejar en un mensaje que se transmite a través de Internet.
Es así que con este antiguo método de información, muchas historias de amor se han hecho realidad.
Muchos familiares se han reencontrado con sus seres queridos y otros han sostenido lazos de amistad que han perdurado durante años.
Además, la agonía y la nostalgia de los privados de libertad en las cárceles de otros países se diluye en las letras y los diseños plasmados en una carta para sus familiares.
La mayoría de correspondencia que se recibe en la oficina de correos es procedente de Estados Unidos, España, México y El Salvador, entre otros.
Jairo Núñez, quien tiene apenas cuatro años de laborar como cartero, expresó que han sido innumerables las veces que ha visto a madres de familia llorar cuando reciben la carta de un hijo del cual se desconocía su paradero.
Por su parte, José Luis Rubio, quien tiene 29 años de ejercer el oficio, con una amplia sonrisa, contó que le agrada cuando llega a algunos hogares y los niños le cantan. “¡El correo ya llegó, el correo ya llegó!”.