Unos diez minutos después de salir de la Base Naval situada en Barra Patuca, la patrullera rápida dejó la Laguna de Caratasta y entró al mar abierto.
Como una potranca indomable, la lancha saltó por el aire con el golpe de la primera ola.
Todos los ocupantes que viajaban en pie, incluidos los de la naval, se agarraron de donde podían para no salir volando.
El operador de la patrullera aceleró al ver que una nueva ola venía encima. El agua golpeó como un látigo el rostro de los viajeros, dejando en la boca un sabor salado.
En la medida la patrullera aumentaba la velocidad, el mar azotaban con más cólera.
Después de unos 30 minutos de recorrido, a toda velocidad, a lo lejos se vio el primer barco langostero, era el Miss Abby. Sin desacelerar la patrullera se acercó, apuntándole con dos ametralladoras.
“Rodealo, rodealo”, ordenó el alférez de fragata Darío Arturo Ordóñez Lanza al operador de la máquina militar.
Mientras, aquella bestia metálica hacía un viraje, casi de 45 grados, el operador de radio se comunicó con el capitán del bote langostero.
Como este barco ya se había inspeccionado, no se abordó, pero se le hizo saber a la tripulación que había una supervisión.
Inspección
Como si la cantidad de agua del mar fuera poca para navegar, se desprendió una tormenta que volvió más brusca a la patrullera.
Alrededor de 15 minutos después de haber dejado el bote Miss Abby, la Fuerza Naval rodeaba al barco pepinero Phuhai.
En medio de la lluvia el barco fue abordado por las autoridades. Sin perder un instante los militares comenzaron a revisar a todos los ocupantes buscando armas o sustancias ilegales.
Mientras unos soldados hacían este trabajo, otros revisaban la bodega, la cocina y los camarotes, donde lo único que encontraron fue una botella de aguardiente.
Por su parte, el jefe regional de Digepesca Julián Blucha, junto a dos inspectores del trabajo interpelaban al capitán de la embarcación, exigiéndole documentos como la licencia de explotación, la lista y el carnet de los buzos, entre otros.
“También tenemos que revisar aquellos barcos langosteros que pescan con nasas, pues solo deben llevar 2,500 trampas. Otra responsabilidad es la vigilancia para que no se esté matando langosta pequeña, pues la Ley de Pesca estipula que la talla para la comercialización debe ser de 5.5 pulgadas para arriba. Aquí mi labor es aplicar normativas”, dijo Blucha.
Cinco minutos después de inspeccionar al bote Phuhai, las autoridades irrumpieron en el barco langostero llamado capitán Julián. “Estas son inspecciones de rutina”, dijo el alférez de fraga Ordóñez Lanza.
En este sector costero de La Mosquitia, la vigilancia de las embarcaciones pesqueras por parte de las autoridades es muy limitada por falta de recursos para combustible. A pesar de eso, la Fuerza Naval y la jefatura regional de Digepesca coordinan algunas inspecciones anualmente para no olvidarse por completo de esta responsabilidad.