Las “elecciones estilo Honduras” de 1965 y la “farsa electoral” de 1956 son recordadas como una vergüenza nacional, que marcaron la vulnerabilidad del país a los fraudes electorales y de paso lo exhibieron internacionalmente.
Esto ocurrió el 16 de febrero de 1965, cuando el general Oswaldo López Arellano, que dos años atrás había dado golpe de Estado al liberal Ramón Villeda Morales, quería legalizar su período presidencial mediante la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente a efecto de que ésta lo constitucionalizara.
La única forma para lograr su plan era que el Partido Nacional, al cual pertenecía López Arellano, sacara la mayoría de diputados que le permitiera controlar la Asamblea.
López Arellano no solo había llegado al poder por la vía menos elegante e impopular sino que pretendía legalizar a cualquier costo su mandato.
Las Fuerzas Armadas (FF AA), dirigidas por el mismo López Arellano, jugaron un papel protagónico y de intimidación contra los votantes adversos al régimen. “Los soldados intervinieron abiertamente en las elecciones: asaltaron urnas, intimidaron a los votantes, apalearon gente, detuvieron a los activistas de la oposición (Partido Liberal)”, cuenta el historiador Longino Becerra.
Los resultados en esta jornada electoral fueron los siguientes: Partido Nacional con 334,646 votos contra 272,198 del Partido Liberal. Esto le permitió a los nacionalistas tener 35 diputados y 29 los liberales.
Los liberales no aceptaban el resultado por la situación que ocurrió en las urnas y por el hecho de que, a esas alturas, se consideraban mayoría por diferentes causas.
El Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal emitió un manifiesto público en el cual decía: “El Partido Liberal, así como no reconoció la validez de las elecciones practicadas a base de coacción y fraude, tampoco reconocerá la legalidad de un régimen surgido de los ámbitos de la delincuencia”.
La famosa frase “elecciones estilo Honduras” fue utilizada por un noticiero de televisión de Estados Unidos, que de esa forma tituló un reportaje en el cual se veía a los militares reprimiendo al pueblo que deseaba votar.
La “farsa electoral”
El otro fraude electoral que registran los historiadores fue el ocurrido el 7 de abril de 1956, cuando el nacionalista Julio Lozano Díaz, que había asumido todos los poderes en 1954, pretendía constitucionalizarse. Era algo parecido a lo que hizo López Arellano en 1965.
Lozano -que era el vicepresidente de Juan Manuel Gálvez- se había quedado como jefe de Estado en 1954 luego de que el Congreso Nacional controlado por el Partido Nacional no se reunió para decidir quién sería el presidente. Las elecciones las había ganado el liberal Villeda Morales, pero como no obtuvo la mayoría absoluta le tocaba al Congreso decidir, pero los nacionalistas no llegaron a la reunión.
Lozano convocó a elecciones el 7 de abril de 1956 para constitucionalizarse. Los comicios arrojaron los siguientes resultados: Partido Liberal con 41,724 votos contra 370,318 del Partido Nacional, que se había presentado a las elecciones con dos movimientos: Movimiento Nacional Reformista (MNR) y Partido de Unidad Nacional (PUN). “El MNR y el PUN lanzaron papeletas conjuntas para hacerle frente al Partido Liberal.
Como ya se esperaba, emerreristas y punpuperos sacaron la mayor parte de votos en una de las farsas electorales más descaradas y burdas que registra la historia latinoamericana”, destaca el historiador Longino Becerra. Debido a este fraude, Lozano fue depuesto por las Fuerzas Armadas.
Las FF AA y su cuota de responsabilidad
Las Fuerzas Armadas (FF AA) tienen su cuota de responsabilidad en los destinos del país porque en varias ocasiones usurparon la voluntad popular, depusieron presidentes y se quedaron en el poder.
El único golpe de Estado que fue recibido con alguna aceptación por parte de la población, especialmente la liberal, fue el propinado al nacionalista Julio Lozano Díaz, el 21 de octubre de 1956.
Lozano Díaz fue defenestrado, tras elecciones fraudulentas, por una Junta Militar integrada por Roque J. Rodríguez, Héctor Caraccioli y Roberto Gálvez Barnes, que crearon las condiciones para otra Constituyente la cual, en 1957, nombró a Ramón Villeda Morales como presidente por un período de seis años.
Luego los militares fueron protagonistas en varios golpes de Estado: 1963, 1972, 1975, 1978 y 2009. En este último caso no se quedaron en el poder.