Las lenguas indígenas en Honduras, en riesgo más que nunca

Las lenguas indígenas están en riesgo, e históricamente al margen de la expansión del español. Revitalizarlas es una obligación que el Estado no ha hecho propia

La herencia cultural y el mestizaje del común de los hondureños proviene mayoritariamente de otras etnias.

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Identidad

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- En 2016 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó 2019 como Año Internacional de las Lenguas Indígenas. El objetivo de esta iniciativa, presentada por Bolivia, fue crear conciencia sobre los graves riesgos que enfrentan estas lenguas y su valor como vectores de cultura, sistemas de conocimiento y estilos de vida.

Se declaró que las lenguas indígenas son fundamentales para que las comunidades se apropien de su destino y participen en la vida económica, cultural y política de su país.

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La UNESCO fue la encargada de ejecutar esta iniciativa a través de sus Estados miembros. Se trata de lenguas históricamente marginadas de los pueblos, desde el Círculo Polar Ártico hasta la Península Arábiga, desde Australia hasta Asia Oriental y América Central.

Según el último censo de UNESCO, existen unas 7,000 lenguas autóctonas en el mundo, de las cuales casi la mitad (2,680) están en riesgo de desaparecer. Por lo tanto, su pérdida representa un empobrecimiento para la humanidad entera y una tragedia para las comunidades que no pueden transmitir su lengua materna a sus hijos.

Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, destacó que con la desaparición de una lengua en el mundo muere un pedazo de la historia humana y de nuestro patrimonio cultural e intelectual, y enfatizó que la lengua “es mucho más que un medio de comunicación: es la condición misma de nuestra humanidad. En ella se sedimentan nuestros valores, nuestras creencias y nuestra identidad. Gracias a ella se transmiten nuestras experiencias, nuestras tradiciones y nuestros saberes. La diversidad de lenguas refleja la riqueza irreductible de nuestros imaginarios y de nuestros modos de vida”.

En efecto, el lenguaje, no solo es un vehículo de comunicación. Los idiomas ayudan a preservar la historia, las costumbres, la memoria, las formas únicas de pensamiento, significado y expresión. Asimismo, las Naciones Unidas consideran las lenguas indígenas como instrumentos para el desarrollo, la protección del medio ambiente y los derechos humanos, la búsqueda de la paz y la reconciliación de los pueblos. A través de su lengua las comunidades protegen y promueven su diversidad cultural y sus valores ancestrales.

El Atlas Sociolingüístico de los Pueblos Indígenas de Latinoamérica, publicado por la UNESCO, indica que actualmente viven en la región 522 pueblos indígenas, que constituye un 10% de la población, y hablan 420 lenguas de las cuales 103 son transfronterizas y son habladas en al menos dos países. El quechua, por ejemplo, es hablado en siete países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. El caso de Paraguay es único en la región, pues la mayor parte de la población puede comunicarse a todos los niveles en guaraní, que junto con el español es una lengua oficial.

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A pesar del carácter multicultural y plurilingüe sobre el que ha insistido el Estado hondureño, la única institución que atendió el llamado de la UNESCO fue la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), a través del Grupo de Investigación Lingüística del Departamento de Letras (Griliho), dedicado al estudio científico de las lenguas indígenas del país. Este grupo de académicos liderado por la profesora Marcela Carías, se propone el diseño de estrategias para revitalizar las lenguas indígenas que se resisten a desaparecer. Más allá de ese cometido, propone también la defensa de los derechos culturales y la puesta en valor del patrimonio lingüístico de los indígenas y afrodescendientes en Honduras.

Aparte de las lenguas lenca y maya-chortí, ya declaradas desaparecidas, Griliho ha identificado seis lenguas todavía vivas: “tres de ellas severamente amenazadas (tawahka, tol y pesh), dos vulnerables (inglés isleño y garífuna), y una segura o vital (miskitu)”. Las etnias que no han perdido su lengua, exceptuando el caso particular de las afrocaribeñas, han tenido la ventaja de pertenecer a comunidades cuya condición originaria de nómadas les permitió evadir en gran medida el impacto de la conquista española. Es de subrayar que cuando muere el último hablante de una lengua, con él muere una historia y una cultura, y no hay oportunidad para la resurrección.

Aunque historiadores y antropólogos no hayan podido establecer con claridad el asentamiento de comunidades nahuas en Honduras, un estudio del hispano-hondureño Atanasio Herranz demuestra la gran influencia de esa lengua mexicana en el español hablado en Honduras y en parte de Centroamérica. En su libro “Proceso de nahuatlización y nahuatlismos de uso en Honduras” (Editorial de la UNAH, 2017), el autor demuestra el predominio de la influencia del nahua en el español sobre otras lenguas originarias en Honduras como lenca, tol o xicaque y maya-chortí.

Sostiene el doctor Herranz que durante la colonia el nahua no era la lengua más extendida (lo era el lenca) sino la de mayor prestigio, al grado de que en 1570 Felipe II promulgó la Real Cédula donde establecía “el nahua como lengua oficial para la cristianización de los indios de Nueva España”. Esto explica entonces la fuerte influencia del nahua como sustrato del español en Honduras.

Algo muy interesante, según se deriva de una cita de Herranz: “El español centroamericano conserva palabras nahuas que ha perdido el español mexicano, incluso en el valle de México”. Es posible que el aislamiento del istmo haya contribuido a ello. Herranz incluso va más allá al afirmar que: “En Centroamérica, y en especial en Honduras, se conserva una gran cantidad de términos del español del siglo XVI y XVII que se han perdido en la península y en otras partes de América”. Esto me hace pensar en una de las observaciones de José Martí, en su efímero paso por Honduras, cuando afirmaba que los campesinos hondureños hablaban como académicos.

Se debe reconocer y asumir en principio la diversidad cultural, así como garantizar los derechos lingüísticos de las comunidades indígenas a través de la educación bilingüe.

La revitalización de las lenguas indígenas de Honduras debe ser una tarea del Estado a través de sus instituciones, sobre todo las vinculadas con la educación y la cultura, además de la sinergia que puede establecerse con la Academia. Se debe reconocer y asumir en principio la diversidad cultural, así como garantizar los derechos lingüísticos de las comunidades indígenas a través de la educación bilingüe. Es importante promover la tradición oral de los hablantes indígenas para que la transmisión de generación a generación pueda contribuir a la preservación de la lengua. Debe desarrollarse una campaña con la sociedad civil, a nivel multisectorial, para crear conciencia de que la herencia cultural y el mestizaje del común de los hondureños proviene mayoritariamente de otras etnias -como la africana, miskita, lenca, tawhaka, chortí y tolupán- aparte de la maya, como se ha querido insistir oficial e históricamente.

La revitalización de las lenguas indígenas de Honduras debe ser una tarea del Estado.

Afortunadamente, UNESCO recientemente declaró el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032), lo que permite un plazo de 10 años más para trabajar en una campaña nacional de Estado -no sólo de gobierno- en una política lingüística de revitalización de las lenguas indígenas. Diez años más, pero se debe empezar ya.

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