Diablos azotan a pecadores en tradición salvadoreña de Semana Santa

Setenta diablos dieron azotes este lunes a todas las personas que encontraron en la plaza central de un pueblo agrícola de El Salvador para “castigarlas” por sus pecados, en una centenaria tradición de Semana Santa.

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Los encargados de propinar los latigazos son los “talcigüines”, hombres endiablados en lengua náhuatl, quienes vestidos con túnicas y capuchas rojas imparten justicia una vez al año en la plaza de Texistepeque, 83 km al noroeste de San Salvador.

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La festividad, que congrega a centenares de personas, comienza en la mañana con una misa en la iglesia de San Esteban y luego los talcigüines salen a la plaza a castigar a la gente por sus pecados.

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Los látigos de cuero hacen gritar de dolor a quienes reciben un azote. Para escapar del castigo, muchas personas buscan refugio en negocios cercanos, pero otras permanecen estoicamente en la plaza y reciben los latigazos con sonrisas.

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“La fe nos mueve y en realidad es una gran adrenalina haber participado de este evento magnífico y expiar todos mis pecados [...], ha sido una experiencia única”, dice a la AFP Carlos Ochoa, empleado público de 40 años, quien viajó casi 100 km desde La Libertad para recibir azotes.

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El mensaje “es que el bien siempre va a estar sobre el mal”, añadió el talcigüín Kevin Salguero, de 20 años.

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Esta tradición, basada en las tentaciones que tuvo Jesús en el desierto, se remonta a la colonia española, cuando se hacían representaciones de pasajes bíblicos para los indígenas.

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“Nosotros somos los miembros que no dejamos que esta tradición muera”, dijo el abogado Mauricio Ávalos, de 24 años, talcigüín desde hace un lustro.

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El ingreso al selecto grupo de endiablados no es fácil, pues debe haber una vacante disponible, lo que sucede solo cuando un miembro muere o emigra. No hay mujeres entre ellos.

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La sesión de latigazos termina al mediodía con la llegada de Jesucristo, interpretado este año por Elmer Sandoval, futbolista de 23 años.

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Vestido con túnica morada, la representación de Jesús es recibida con aplausos y muestras de algarabía por los presentes, entre ellos turistas extranjeros.

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Con su cruz en la mano izquierda y una campana en la derecha, Jesús enfrenta a los talcigüines, quienes en fila van cayendo al suelo. Los talcigüines están eximidos de toda culpa por repartir azotes, según una ordenanza municipal.

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