Una madre no se cansa: Priscila, la hondureña que busca a su hija desaparecida en México
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TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Dicen que no hay amor en el mundo más grande que el de una madre. Y debe ser verdad, pues solo ellas serían capaces de cruzar fronteras para buscar a sus hijos desaparecidos, aún por debajo de la tierra. Año con año, el Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM) y la Caravana de Madres Centroamericanas marchan hacia México, pasando por los diferentes países que conforman la ruta migratoria y por donde sus hijos caminaron alguna vez con la intención de llegar a Estados Unidos, pero que desaparecieron sin dejar rastro.
La hondureña Priscila Rodríguez Cartagena es una de ellas, quien desde hace 14 años busca a su hija Yesenia Marleni Gaitán Cartagena, que salió de la capital del país con la intención de reencontrarse con sus hermanos y de brindarle un mejor futuro a sus padres y a su pequeña hija de apenas tres años.
Doña Priscila recuerda, como si fuera ayer, aquel viernes 19 de diciembre de 2008, cuando su hija de 19 años atravesó la puerta de su humilde vivienda situada en la colonia Villa Unión de Comayagüela -que junto a Tegucigalpa conforman la capital de Honduras- le encomendó que cuidara de su hija de tres años y se marchó con rumbo a Estados Unidos.
“Cuando llegó a Guatemala ella me llamó, por todo el camino ella me llamó, cuando agarró el ‘coyote’ en Nuevo Laredo (México) fue cuando dejó de llamarme, no volví a saber de ella”, recuerda afligida Priscila, quien nunca imaginó que ese sería el inicio de un angustiante recorrido.
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‘Voy a ayudarlos a ustedes, mami; tengo una hija por quién pensar’, le dijo Yesenia cuando decidió buscar el “sueño americano”. Ella se fue siguiendo los pasos de algunos de sus hermanos, quienes se habían adelantado en el peligroso camino. Todos huyeron de la falta de oportunidades de empleo y de la inseguridad, esa misma que años después le arrebató la vida al padre de la pequeña hija de Yesenia, quien se quedó huérfana y al cuidado de sus abuelos, dos adultos de la tercera edad.
“Hoy la niña (hija de Yesenia) está grande y no la conoce, no sabe nada de ella; nunca se supo qué pasó, si está viva o murió, en dónde está o si la tienen en cualquier lugar, solo Dios sabe...”, dice Priscila, quien se aferra al cuadro donde enmarcó una de las últimas fotografías que posee de su hija: una joven trigueña, delgada, de cabello negro y largo, con un rostro inocente y vestida toda de blanco.
Desde hace 15 años el Movimiento Migrante Mesoamericano ha caminado hacia México, solo se detuvo en 2020 y 2021 debido a las restricciones por la pandemia del covid-19, y en todo ese tiempo ha logrado encontrar a 316 migrantes vivos, quienes han sido reunificados con sus familias. Este dato es el que mantiene viva la esperanza de Priscila y de otros miles de padres que sueñan con encontrar a sus hijos desaparecidos en México.
Sin embargo, buscar a una persona extranjera en un país donde las cifras de desaparecidos aumenta día con día, incluso de ciudadanos mexicanos, es una tarea difícil. Estas madres recorren hospitales, casas de migrantes, estaciones de trenes, zonas conflictivas, cárceles y cementerios para encontrar una pista que las guíe hasta sus vástagos, pero en ocasiones nada de esto es suficiente.
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“He ido con las organizaciones de la familia pastoral, con organizaciones de la iglesia católica, cuatro veces he ido a buscarla, no he tenido respuesta, nadie me ha dado razón de ella, nadie la ha visto”, contó Priscila, quien afirma que durante cada uno de sus viajes con otras madres desesperadas ha visto el sufrimiento al que otros indocumentados se enfrentan para llegar a Estados Unidos, una experiencia que la ha marcado de por vida.
“Yo he ido a buscar y no hay tanta gente de otros países (en esos lugares) como nuestros hondureños. Como madres comimos con los migrantes y para uno era duro porque en lo que vamos a buscar a nuestros hijos nos llevan a los cementerios para ponerle flores a aquellos que murieron y solo hicieron un hoyo y los enterraron. No se sabe cuántos hijos hay metidos en esos hoyos, que nada más les ponen una cruz de palo, cuántas madres hay esperando a sus hijos y ellos están ahí, en esos agujeros”, narró con su rostro compungido.
Desde ese día en que su hija dejó de comunicarse, Priscila no volvió a sonreír con la misma libertad de antes y su salud se ha deteriorado, pero sabe que debe mantenerse fuerte para su nieta, esa niña que Yesenia le dejó y que cada día que pasa se parece más a su madre.
“Desde que ella se perdió yo no he tenido paz, no he tenido una vida estable, solo paso pensando en ella, preguntándome qué pasó con ella, dónde está... Todos los días me pregunto qué pasó con ella. Debido a ese sufrimiento ahora soy diabética y no he podido volver a salir a buscarla (su voz se quiebra) mis compañeras sí siguen buscando, pero yo solo puedo esperar a que ella aparezca”, continuó contando.
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Actualmente, Priscila vive en la misma casa donde Yesenia creció, en ella intenta cuidar y orientar a su nieta por el buen camino, pues espera que un día su hija regrese y pueda entregarle a una joven preparada y bien formada, una joven que hoy tiene 17 años y según su abuela, intenta honrar a su madre con sus calificaciones y con cada decisión que toma.
“La busco, la he buscado... deseo saber dónde ella se encuentra. Si alguien la ha visto (que le diga) que yo quiero saber de ella, que sepa que la estamos buscando. Yo desearía que mi hija apareciera, quisiera tener un poder para rescatarla, pero no puedo”, lamenta Priscila, quien espera que personas de buen corazón que sepan algo sobre la joven hondureña puedan contribuir al ansiado reencuentro de dos madres: el de ella y Yesenia y el de Yesenia con su propia hija.
Si usted sabe algo sobre el desfile de este joven puede comunicarse al teléfono: +504 2224-2289 o acercarse al consulado de Honduras más cercano.
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