Andrés Serrano, el fotógrafo de raíces catrachas, que pasó de “blasfemo” a ser bendecido por el papa
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PARÍS, FRANCIA.- El fotógrafo estadounidense Andrés Serrano causó escándalo a finales de los años 80 con su “Cristo del pis”, una obra para la que sumergió un crucifijo en orina y sangre.
Casi cuarenta años más tarde, otra obra suya acaba de integrar las colecciones del Vaticano.
Hasta el papa Francisco le dio su bendición, en junio pasado, explica el artista con orgullo a la AFP.
“Fui invitado a escuchar y conocer al papa en la Capilla Sixtina, durante el 50º aniversario de la colección de arte contemporáneo del Vaticano”, explicó en una entrevista a su paso por París.
Hijo de un hondureño y una cubana, nacido en Nueva York hace 73 años, Serrano siempre se había declarado un ferviente católico.
El Vaticano aceptó durante esa visita una obra suya de carácter religioso, asegura Serrano. “Así que siento que la Iglesia ha aceptado que soy un artista, a diferencia de la reacción en Estados Unidos, donde la derecha religiosa aún me odia”, declara.
El Museo Maillol de París inaugura este sábado una retrospectiva de 89 obras de un artista que emprendió una titánica tarea hace más de cinco décadas: retratar lo más extensamente posible todas las facetas de Estados Unidos.
Dividida en diez capítulos, la exposición muestra la mirada sin juicio de Serrano a sus compatriotas, ya sean vagabundos, personalidades como Donald Trump, retratado en 2004, hombres y mujeres del Ku Kux Klan, gays o parejas heterosexuales desnudas... Y también a sus fetiches, como las armas, la bandera o los símbolos religiosos.
Serrano fotografía a sus sujetos con colores saturados, pero la pose es neutra. En cambio, sus opiniones políticas son claras.
“Pienso que el futuro de Estados Unidos se está escribiendo en estos momentos y que es una repetición de la historia y sobre todo de la guerra civil, y que Donald Trump la ha revivido”, explica el artista, a seis meses de las próximas elecciones presidenciales.
Serrano no solamente fotografió al por entonces famoso empresario, antes de que llegara a la Casa Blanca, sino que luego coleccionó numerosos objetos Trump, desde oso de peluche hasta botellas de licor, que también exhibe en el museo Maillol.
Pero fueron sobre todo sus retratos frontales, crudos, de gente tullida, desnuda, sus series sobre la tortura o sobre los fluidos corporales, las que le trajeron fama y problemas.
“Es curioso porque cuando fotografío a la gente normalmente dispongo de pocos minutos con ellos. Así que los recuerdo a través de las fotografías. Se convierten en parte de mi trabajo, en parte de mi vida”, explica.
“¿Cómo consigo retratarlos? Porque entienden que soy un artista y que mis intenciones son sinceras”, asegura.
Su “Cristo del pis” es considerada una de las obras que más contribuyó a las guerras culturales en Estados Unidos entre la derecha conservadora y la intelectualidad de izquierdas, una lucha que aún no cesa.
“Tomé esas fotos en un momento determinado. No las volvería a hacer, porque ya está hecho. Los tiempos han cambiado. Y creo que hay muchas otras cosas que puedes hacer en la actualidad, y la gente (los artistas) hallan la manera de hacerlo”.
“Aprendí que podía ir muy lejos, y siento que aún no es suficiente”, añade con una sonrisa.
La polémica le trajo fama fuera del país. En 2012 quiso conocer sus orígenes cubanos y logró ser invitado a la Bienal de La Habana, donde fotografió los interiores decadentes de las casas coloniales.
“Me pareció triste, y por lo que me han dicho, el declive es incluso peor ahora”, recuerda.