El “dictador más cool” en la encrucijada

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Los recientes días sangrientos para el pueblo de El Salvador, con un aumento en la violencia de las pandillas y casi cien muertes en un fin de semana, están generando interrogantes. Desde su elección, el presidente Nayib Bukele ha logrado presentarse como un agente de cambio joven, fresco y enérgico a través del uso estratégico de las redes sociales. Apareció con gorra de visera, sin corbata, como influencer e introdujo la moneda digital Bitcóin como medio de pago oficial. Con todas las oportunidades y riesgos resultantes.

Al mismo tiempo que cultiva su imagen, Bukele también se ha mostrado como un líder de mano dura que transmitió la tasa de homicidios más baja como resultado de su política interna.Sin embargo, un vistazo a las estadísticas nos obliga a diferenciar. Desde el final de la guerra civil en El Salvador, la reducción nominalmente más grande en la tasa de homicidios fue bajo el presidente Armando Calderón Sol.

Desde el comienzo del nuevo milenio, ha habido altibajos constantes en la violencia, más recientemente, la tendencia hacia tasas de homicidio más bajas comenzó incluso antes de que Bukele fue elegido en 2019. Por lo tanto, es cuestionable, especialmente en vista del nuevo estallido de la violencia, lo que realmente aporta su política populista de la mano dura.

La tentación de recurrir a la política de mano dura en busca de ayuda frente a los profundos y dolorosos problemas de la violencia, el crimen y la corrupción es comprensible, pero no suficiente. Aparte de eso, el aparato estatal, sobre todo cuando un presidente como Bukele se estiliza como un “limpiador” intransigente, debe ante todo aplicarse las normas más estrictas a sí mismo. Si el Estado ignora los principios democráticos y legales, entonces se toma a sí mismo y sus posibles éxitos ad absurdum, ya que sus acciones no son legítimas.

La escena de Bukele ante el Congreso con soldados armados en 2020, la presión sobre el poder judicial independiente, nuevos poderes ejecutivos y la expulsión de la unidad anticorrupción de la Organización de los Estados Americanos (OEA) demuestran que Bukele camina de manera peligrosa en la cuerda floja.

Su autodescripción como “dictador más cool del mundo” sugiere que a Bukele se le podría haber subido a la cabeza el poder tratando el tema del crimen organizado.En ocasiones, puede ser necesaria una política de seguridad coherente en vista de las amenazas particulares que plantea el crimen organizado, pero siempre dentro del marco de las reglas democráticas.

Además, el progreso en la política económica, social y educativa es al menos igual de importante para dar perspectivas a las personas. Esto reduce tanto el atractivo de las pandillas como la migración, que es impulsada principalmente por la inseguridad económica y física.

Además, está el contexto geopolítico de expansión de los intereses chinos en la región. EE UU promete apoyo financiero para Centroamérica con el objetivo de frenar la migración. Al mismo tiempo, China ha invertido recientemente en El Salvador, pero no vincula su apoyo a los estándares democráticos.

Por lo tanto, El Salvador se encuentra en una encrucijada en varias cuestiones. Es de esperar que Bukele se detiene su personalismo, se centre en una política holística y basada en reglas junto con los socios correctos y sale de su cargo a más tardar después de los dos períodos constitucionales. Después de todo, no sería la primera vez que un esperanzado se convierte en un tirano.