Artículo de Octavio Carvajal: Factura final
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TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Medio mundo riñe la libertad de unos picaritos y de otros que nunca conocieron la cárcel por fugitivos.
Hoy, se pavonean y retan a sus “detractores” gracias a la redonda ley de amnistía visada por “férreos enemigos” de la injusticia, del abuso y de la corrupción.
Ya libres, los apreciados políticos podrían demandar al Estado bajo la tesis de haber sido, sin serlo, “presos políticos”. Honduras fue, es y seguirá siendo el sumidero de trajeados sin tatuaje más peligroso que una pandilla callejera que asalta, roba y mata sin ton, pero al son del billete fácil, ajeno y sagrado. Nada ni nadie frenará a los bandidos de cuello blanco, si solo cambiamos de banderín y de su discurso fachoso, las acciones son iguales o peores, según el tiempo, el escenario y sus actores.
VICIOS
Que nadie se venga o nos venga con el cuento de que “castigarán” a saqueadores del erario si, bajo cualquier treta, padrinazgo o razón muy personal (íntima o familiar) toman la ley a su modo para complacer sus caprichos y seguir en imparables orgías. Tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe y muchos políticos -de todos los colores- no aprenden la lección recién sufrida por los cachos.
Un pasado oscuro con oscuros que en cualquier época catracha se les pasa la mano. Robos por aquí, atracos por allá, compras amañadas dentro o fuera de las fronteras y nadie cae porque casi nadie está acusado de robarse el país. Los más altos funcionarios -con manto presidencial- están libres o prófugos porque la fiscalía y la Corte Suprema de Justicia (CSJ) ordenan engrillar a pinches miembros electoreros por inflar urnas.
Ninguno (a) se siente aludido ante la riada de juicios -si los tiene- por asaltar el erario. Sabe de antemano que si reta el proceso queda libre y, si huye, también lo dejan libre; solo espera un remiendo judicial o legislativo y pasa por cuantas cartas de libertad desee sin haber puesto sus afiladas uñas en una ergástula. La cuña para que apriete debe ser del mismo palo, igual la ley parece cuña de excusado.
VEA: Artículo de Octavio Carvajal: JOH... ¡está solo!
AZOS
Desde los años noventa (salvando a los militares) hartos oyendo de escándalos como el “lechazo”, “lapizazo”, “chinazo”, “pasaportazo” y “visazo”, entre chorro de picardías de dilectos políticos -algunos aún vivos- que, para tuerce nuestro, tararean nobleza en foros y medios de prensa con jueces o fiscales que dejaron sus cargos y ahora son sus defensores. ¡Qué cosas!, ¿verdad?, y “el delincuente soy yo”.
A un expresidente señalado de “corrupto” por la justicia, sus rivales, “enemigos gritones” del atraco y del abuso, ya casi le empatan con su abanico de cartas de libertad, gracias a que cuarenta años después de su sucio mandato, la justicia, sin sorpresa alguna, es el mismo fangal de pus con rostros diferentes. Otros tiempos, gobiernos y mañosos cometiendo -como si fuera una competencia- los mismos o peores asaltos al fisco, con tu pisto, con el mío y “el pío soy yo”. El pueblo, adormecido con labia, celebra la trastada.
Las callejas torcidas de antes están peor ahora. Paradójicamente, los iluminados diputados que anclaron bajo un cambio maquillado validaron un perdón de “adelanto”, imperdonable. Califican al ladrón público de “preso político” para que el político nunca sea un vil preso. Tiene venía para robar con la diestra y la siniestra.
¿Debemos pedirles perdón por robar? Cartas de libertad a la garduña por haber metido las uñas.
ADEMÁS: Carta abierta a Pablo Zelaya Sierra
NOVATOS
Unos parleros “iluminados” alegaron que “por no leer bien” dejaron ir líneas de la amnistía que abarcó el barco de pillos presos y no presos. Claramente, se premió también al fugitivo.
En el poder, altivos y en la llanura, cobardes. Mero modo de violar la justicia cada quien o cada grupo en su tiempo y a su gusto. Los ciegos adeptos loaron la “caridad”, los cachos gritaron y los “presos” están libres sin un ápice de claridad en sus actos.
Es otro charco de pudrición. Nada cambia con esos (as) que cada cuatro años se venden de “cambio” a cambio de sus claras fechorías. Prueban quiénes son. Sin embargo, no hay peor cárcel que andar huyendo y meter en vergüenza a toda una familia que siempre se va en la chalana. Hijos, padres y esposas (si tienen moral) sufren el celo público.
En esta cuartería todos nos conocemos. Los pecados pasan una onerosa factura. Los perversos tienen finales dolorosos. Ateos robando y religiosos en su propia tormenta
DE INTERÉS: Artículo de Octavio Carvajal: Del mismo pañal