Artículo de Octavio Carvajal: Populismo y hartazgo

Los gais exigieron su ley para casarse, dos días después el bar Dubái, situado atrás de la Presidencial, fue molido por fuertes lluvias

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CASTIGO

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Viendo los primeros cuatro meses de mando de Xiomara Castro, los próximos años, sean tres, ocho o hasta veinte, según codicias, será “normal” -agitados por una severa y sentida crisis económica- que colectivos oficiales asalten bravíos entes públicos como ardid populista para sentirse “amos” así les chillen las tripas y solapen el calvario que nos abriga.

Por pillos y frescos, la alianza despidió a los azules dándoles una tunda electoral superior al medio millón de votos. Empero, adictos de Libre, guiados por un hábil patrón, soñándose inéditos, limpios y arreglistas del caos, imponen su fuerza y su ley al son de insultos, garrote, gritos, quemando y cerrando calles y carreteras para meter sus posaderas en manos de cachurecos.

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Si los cachos elitistas se nublaron doce años al hilo en el trono, notamos, a razón de disentir, que muchos líderes de Libre -totalmente borrachos en 120 días de mando- idean que los cargos, desde los más deseados (dados al familión) hasta los de barredores ¿del pisto?, ¡no!, de vías, los ganaron solo ellos o ellas, o que las “merecen” a lo matón con acciones deslucidas, selváticas.

Miles se van y miles entran, así son los ciclos. Los actuales, en su masa, esperan un puesto en la violada burocracia, con arengas populistas que lactan a ciegos activistas y fastidia, talvez, al gentío asustado de ver hospitales y oficinas “secuestradas”, invadidas tras intensos apedreos de quienes urgen sacar a otro hilo de pobres. Es una lucha a morir entre los de abajo azuzados por los de arriba.

Lógico, el desdoro del Partido Nacional por robos colosales, cinismo y narcotráfico en varias de sus cabezas, es y será, sin temor a errar y por buen tiempo, el caballito de batalla para Libre que nutre su ego y cubre, igual, sus abusos, negados o no, insolentes o no, con ese caldo de pus que rebota en la cara de sus anteriores arropados en frágiles excusas y ridículos mantos del “yo no fui”.

En ese estire y encoge, de sacadas de madre, golpes y patadas en las calles, en el Legislativo y en varios entes poseídos por tontos útiles, el patrón y su séquito saborean la torta. Sus amantes no pueden faltar. Si no la meten aquí, les dan su trozo en la orgía diplomática. En el fresco pasado esto fue común, una vulgar y repudiable corrupción y nepotismo. Hoy, es ¿amor a la patria, mérito, descaro, envidia o ambición?

JOH no heredó un paraíso. Su captura y entrega, lejos de ser un logro, era orden toparlo y punto. Reinó, nos guste o no, con una oposición con facha de hartazgo. A lo leonino, en varias veces, sus “rivales” comieron, sonrieron e hicieron negocios con él. Ahora, sin él, usando sutilmente un licor llamado populismo, los gustos son otros.

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Perdonan a bandidos, los clavan en Casa Presidencial y “el borracho soy yo”. Los gringos cuidan sus intereses. Si JOH sigue sin pelota poco les importa el tremendo despelote local.

Aflige que grupos antagónicos tranquen vías, autopistas, barrios y colonias agravando la crisis financiera, con subida grosera de alimentos, más gasto de combustibles con precios ofensivos (pese al subsidio estatal). Sus giros, además, agudizan el desempleo y nos desvela como una nación de barbarie donde llanamente el pobre se hunde más.

Empero, el necesitado no intuye que su “lucha” es para que galanes deleiten jugosos salarios y vuelen por el mundo a lomos de una nación saqueada por otros, menos por ellos (as), según juran y, aun así, la siguen haciendo añicos. Mi mujer a la embajada tal, mi hijo al consulado en Orlando (odiando a los yanquis) y al guerrero de perrero de mi mujer. ¡Cómo te quedó el ojo!

No se vale reñir el pasado fétido repitiéndolo una y otra vez. Inaceptable que todos los políticos hablen de aprieto económico, metiendo a hijos (as), suegras, papás y a mamás aquí y a mamás allá. Sin duda les encanta mamar del fisco a punta de nuestro pisto. Si los narcos son estorbo y un descrédito, también es penoso e inmoral privilegios familiares por mera fiesta o hambre.

En su era, el extinto dictador soviético llamó “estúpidos” a sus adeptos ante quienes peló una gallina que lo seguía mientras le tiraba unos granos de maíz. “Así son la mayoría de los pueblos, persiguen a los gobernantes y políticos a pesar del dolor que les causen por el simple hecho de recibir un regalo barato”, dijo Stalin. Quien desee, puede ladrar.

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