Edwin Araque: “Puedo decir que yo me considero un milagro”

Edwin Araque tiene 66 años, es economista y sacó un posgrado en Harvard. Fue presidente del Banco Central

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Entrevista

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El coronavirus le había ganado la batalla en un 90 por ciento, pero el hombre de ascendencia árabe se aferró a ese 10 de esperanza para guerrear con ahínco y poder dar fe de que su vida es sinónimo de milagro.

“Tras eso, he intensificado los cuidados”, dice mientras se quita la mascarilla para dejarse ver por el lente de Andro Rodríguez. Sí, hoy de saco y corbata lidera Banhprovi, pero hace un tiempo Edwin Araque desafió los nefastos pronósticos para estar ahí sentado en su oficina y relatando la historia de un hombre de metas claras. Por supuesto, vencer a la muerte de esa forma tan dramática no estaba entre los 100 objetivos que anotó a mano cuando era un joven soñador.

“He cumplido más de 70”, confiesa el expresidente del Banco Central de Honduras. Economista, catedrático y reconocido funcionario público.

Amparado en su pasión por los números, se fue abriendo brecha en distintos sectores, pero ese camino pudo tener otro destino. Y es que de pequeño, él debió decidir entre el deseo de su padre de que su hijo fuera aviador y el anhelo de su madre de que fuese sacerdote. “Al final, mi destino era siempre ser padre, pero de familia, ja, ja, ja”, revela con una de las pocas sonrisas que se le pueden escapar a ese financista de apariencia seria y de respuestas pausadas pero seguras...

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En febrero del presente año, siendo juramentado como presidente de Banhprovi por parte de la mandataria de la nación, Xiomara Castro.

Don Edwin, ese apellido no es común. Hondureño no puede ser, ¿verdad?

Es árabe. Vino a La Ceiba una persona de apellido Araque, él fue quien instaló el ferrocarril nacional. Allí conoció una persona y empezó a procrear. Soy de San Antonio, Comayagua, pero a los 4 años me vine para Tegucigalpa. Soy único varón, soy el rey entre tres reinas.

A pesar de ser el consentido de la familia, no escapó a la faja. ¿Es así?

Eso era prácticamente inevitable, así como el chancletazo de las mamás y las abuelas. En la escuela, los padres le encomendaban al profesor y le decían: “Castíguelo, disciplínelo”. Mi papá decía que los hombres no tienen que quejarse. Se me inculcó siempre proteger y respetar a una mujer.

Si hubo castigos, debió hacer travesuras, ja, ja, ja...

Una vez me perdí por un día completo, no dormí en la casa. Tenía como 14 años. Me habían dado un dinero para pagar la luz eléctrica, pero un amigo de mi pueblo, Carlos Rivera, me indujo a que fuéramos a Germania. Nos encantaba el ‘raite’. Nos agarró la noche y el carro se quedó sin combustible. Toda la noche mis padres y hermanos estuvieron angustiados. Nos buscaron en los hospitales.

Dice que siempre fue amante de los matemáticas, ¿por eso estudió Economía?

Economía fue casi por accidente porque prefería estudiar Sociología. Todos los de los grupos cristianos teníamos como consigna estudiar Sociología, pero cuando llegamos a la universidad no existía esa carrera. Unos consejeros nos dijeron que lo más cercano a la Sociología era Economía. Me fue gustando. Era contador público e inmediatamente que salí del colegio ingresé a un banco privado. El trabajo no era tan escaso como ahora.

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Hace muchos años y con la “5” en el pecho mostrando sus dotes para jugar baloncesto.

¿O sea que fuese el sociólogo Edwin Araque?

Mi madre, con el afán de hacerme sacerdote, me metió a una escuela católica. Hizo todos los trámites para que yo me fuera al seminario en El Salvador, cuando saliera de sexto grado. Me aceptaron y ya estaba viendo la lista de implementos que ocuparía. Eso era a inicios de 1969 y yo tenía que estar en El Salvador en agosto, pero en julio se dio la Guerra del 69 y eso irrumpió el plan.

¿Qué sueños ha cumplido y cuáles no?

Bueno, yo me propuse realizar 100 objetivos en mi vida y he cumplido más de 70. Me propuse trabajar en un banco privado y en el Banco Central de Honduras. Tengo esa lista de objetivos y la puse en mi propio diario. Hablo de lo más elemental, como dedicarse al estudio, graduarse, casarse, etc. Por ejemplo, andar en un portaaviones es un objetivo que tengo, también montarme en un avión de guerra.

¿Percibo que le gustan los aviones?

Sí, mi papá competía con mi mamá porque él me quería hacer aviador, ja, ja, ja... yo escuchaba los comentarios de ellos. Él decía: “Mi hijo va a ser aviador”. Un tío, que era bien jocoso, me decía: “Pues vas a pasar rasgando las tejas de la casa”; nos daba risa. Incluso, creo que fui a la Fuerza Aérea a pedir la solicitud de ingreso.

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En uno de sus viajes al extranjero. “Me gusta un pueblo de Suiza, Tokio y Hong Kong”, reveló.

Tras los hechos de 2009, ¿fue marginado por su cercanía a Mel?

En esa época ser un exfuncionario de Mel Zelaya era casi como que tenía lepra. Hay que estar claro que en la política no hay amigos ni enemigos, sino que intereses comunes. Eso me lo inculcó mi madre, me dijo: “La política es sucia, hijo”.

Háblenos de esa etapa dura, cuando tuvo covid...

Esa experiencia, en la que estuve alrededor de 55 días hospitalizado, marcó realmente mi vida y a partir de eso he llevado una vida más gratificante. Estoy muy complacido con Dios porque puedo dar testimonio o decir que yo me considero un milagro. Los médicos me daban apenas un 10 por ciento de vida y siendo economista 10 por ciento es mucho más que cero, más que suficiente. Estuve 28 días entubado.

Supongo que pensó en la muerte muchas veces...

Jamás. Yo siempre tuve la firmeza o convicción de que Dios me iba a salvar, a pesar del 10 por ciento. Aunque fuera 1.1 por ciento, siempre confiaba en la misericordia de un Dios todopoderoso. No se me cruzó la muerte por la mente. Muchos pensaron que iba a morir. Yo sentí la solidaridad de todos mis amigos, conocidos y familiares más cercanos.

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Junto a varias personalidades, como Gabriela Núñez, Hugo Noé Pino y Ricardo Maduro.

Su hija lideró una campaña para recaudar fondos, ¿sí fue respaldado como lo esperaban?

Sí. El seguro médico que tenía llegó a su límite en el Medical Center. Recibí desde 5 hasta 100, 500, 1,000 y 3,000 dólares. Hubo amistades que iban a orar a las paredes del Medical Center y al parqueo; igual en el Seguro Social.

¿Lo trasladaron al IHSS por el aspecto económico?

Sí, porque el seguro llegó a su límite, que era ocho millones de lempiras que se fueron en menos de 40 días. Cuando empecé a tomar conciencia, se acercó mi esposa y me dijo: “Tengo 35 días de no verte”... el impacto fue fuerte. Cada día que amanece, yo lo disfruto al máximo; trato de vivir intensamente las 24 horas. Trato de llevar una vida más en paz y pensar más en familiares cercanos y amigos. Esta es una segunda oportunidad de vida realmente. Estuve en coma.

¿Y cuáles son sus pasatiempos para entretenerse?

Mi pasión fue con preferencia el básquetbol, lo jugué desde el colegio. Fui jugador de liga mayor, jugué en el Rápido, también en equipos federados como Nacional de Ingenieros. Por supuesto que fui campeón. Como mido 1.82, siempre me ponían en la parte de atrás. Sigo jugando en forma amateur con amigos. Es una forma de liberar el estrés.

Para abrochar, ¿cuáles son sus retos como presidente de Banhprovi?

Financiar los sectores productivos y vivienda. Habrá una gran oportunidad para financiar toda la capa media y baja, para que tengan su vivienda. La presidenta lo va a anunciar y no me quiero adelantar, pero va a aumentar la amortización a 30 años plazo. Estamos analizando un programa que se llama “Esta casa es mía”. Será con una tasa mucho menor que la actual, será histórica, nunca vista en este país...

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En compañía de varios contemporáneos. Una foto de época y digna de ser coleccionada.

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