Keyla Martínez: ‘Volví a nacer con mi hijo; nunca creí que sería madre’
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TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Ojos color miel, belleza elocuente y sonrisa cautivadora son la carta de presentación de esa chef que se robó las miradas en la televisión y que ha decidido hacer un alto para disfrutar a su retoño: Keyla Martínez.
“Yo soy bien servicial porque me crie en cocina, pero no es que esté coqueteando, y me ha pasado que los hombres tienden a confundir esa amabilidad”, comparte con su carisma Keyla Martínez, mientras sus dos colaboradores hacen llegar el café para darle más sabor a la charla. Como dicen los abuelos, toda buena plática debe estar acompañada de un buen café. Y vaya que es bueno. Cortesía de 80 Eneros.
“Se llama así porque es la historia de amor de mi amado y yo”, revela con una alegría propia de una persona a quien siempre le ha sonreído la vida; “pero no ha sido así, la he pasado mal”. Y es que la protagonista de “La cocina de Las Mañanas del 5”, en donde estuvo por casi tres años, debió sortear una vida llena de espinas, dolores y maltratos para llegar a encontrar el verdadero amor.
“Yo quedé en la calle y sin dinero, pero yo no fui criada para la derrota y he sabido levantarme”, afirma con orgullo antes de abrir el libro de los detalles de esa sampedrana amante de los tatuajes y dueña de algunas particularidades...
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Keyla, de entrada se nota que es de la costa.
Ja, ja, ja... pienso que es un patrón que los de la costa seamos alegres. Recién llegada a Tegus (hace siete años), el taxista que me trasladaba me dijo: “Usted no es de acá”. Yo le pregunté que por qué y me contestó: “Es que usted platica, no puede ser de acá porque los capitalinos son más fríos”. Creo que los de acá son como más creídos, ja, ja, ja.
Le miro pinta de que fue una niña hiperactiva.
Así era, tremenda. Yo miro a mi hijo (Mathias Luant) y me veo reflejada en él. Me encantaba jugar en el lodito... era de las que me caía en la bicicleta y que andaba todo el tiempo raspada. Los que me recuerdan donde crecí (colinia Prieto), me recuerdan así: en la calle y jugando. Una vez andaba en la bici, me bajé y me la arrebató un ladrón.
Supongo que sobraban los pretendientes, ¿o no?
Ja, ja... sí. Como que me costaba entender que era bonita, pero empecé a ver que mucha gente me decía: “¡Qué bonita sos! ¡Qué lindos tus ojos!”. A mis 14 años tenía un pretendiente súper mayor -33 años- y obviamente mis padres hicieron la lucha en contra, pero yo estaba con los ojitos de enamorada.
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¿A qué edad llegó el primer novio?
Me acuerdo de aquellos tiempos cuando era joven, ja, ja, ja (habla imitando la voz de un adulto mayor). Era un amor prohibido, no me dejaban tener novios. Mi mamá sabía, pero no lo aceptaba porque yo era como su tesoro, su princesa; era su última niña, la menor de dos mujeres. Mi hermano era súper celoso y en el colegio me agarraba de la mano para que dijeran que era mi novio, ja, ja, ja.
A propósito, ¿el amor la trajo a Tegucigalpa?
Me vine porque me enamoré. Solo duró un año, pero fue horrible, me fue muy mal. En contra de todo mundo, me casé. Mi familia estuvo en contra, pero yo les decía que era el hombre de mis sueños.
Todo era una pantalla; cuando ya vivía con él en Tegus, se aprovechó de que estaba sola. Me maltrató muchísimo, tuve miedo de que me llegara a pegar. Me corría de la casa, me decía: “Levantate de esa silla, que es mía”. Una vez puso los puños enfrente de mí y me dijo: “Levantate de ese comedor porque es mío”. Quedé llorando en la calle y tomé un taxi para irlo a denunciar.
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¿Tan mal la pasó?
Mire, una vez me llevó a Tela, allá nos peleamos y ese día nos regresamos. En San Pedro me bajó la maleta, me quitó el celular y me dejó en la calle como a las 8:00 de la noche. Entré llorando a una farmacia y pedí ayuda.
Al final tomé la decisión de poner un alto. Yo quedé en la calle, con mi ropa en bolsas negras, porque así me las sacó él. Después alquilé, me fui a comprar una cama unipersonal y empecé. Cuento esto para que se vea que sí uno puede salir adelante, a pesar de lo mucho que la vida te pisotee. Si te caés, levantate, sacudí las rodillas y seguí.
¿Eso fue cuando tenía un programa de cocina en Canal 6?
Sí, yo salía en la tele, mostraba cara alegre, pero atrás yo estaba muerta, destrozada, porque tenía un esposo que me maltrataba y me corría de la casa. No me respetaba.
Pero hoy tiene una familia y se le ve muy feliz...
Claro. Mi amado chapín (Luis) se ha encargado de llenar todos esos vacíos. Es un hombre increíble, atento, servicial y que entrega todo. Lo que me enamoró de él fue su paciencia. Me ha gustado ir al gimnasio y lo conocí allí. Salíamos, pero no me tiró nunca los perros. Mi mamá lo conoció y me preguntó: “¿No te gusta Luis?, yo es porque estoy casada, sino me le tiro a ese hombre”, ja, ja, ja, ja. Mi mami sembró la semilla.
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Esa imagen de flores y plantas pintada en la pared tiene que ver con esta historia, ¿verdad?
Fuimos a Brasil y me pidió matrimonio en un restaurante que tenía como un huerto, en el que el chef salía, cortaba la hierba, las frutas y se las llevaba para adentro, entonces mi anillo venía en la macetera, con habichuelas y flores. Me puso en portugués: “¿Querés estar conmigo 80 eneros más? Esa frase es porque empezamos a andar en enero y yo le dije: ‘Yo siempre he dicho que voy a vivir 120 años’. Él ya tiene 40, entonces yo le dije que más 80 son 120. Yo le decía 80 eneros más juntos y esa fue la propuesta de él.
¿Qué tanto le ha cambiado la vida ser madre?
Nunca creí que iba a ser madre. Nunca lo confesé, pero sí tenía temor de que no iba a poder ser mamá porque pasé por muchos problemas ginecológicos y un ginecólogo me dijo que no iba a tener. Volví a nacer de nuevo con mi hijo, es otro mundo, es otra vida. Es como que ahora conocí lo que es el miedo. Ese temor no es que le pase algo a mi bebé, sino a mí y quede sin su madre.
Es amante de los tatuajes, ¿ya hay alguno dedicado a su pequeño?
El que sigue es el de mi hijo; como tengo una memoria a corto plazo, voy a poner acá todos los datos de él. Ese gusto por los tatuajes viene de chiquita, pero nunca me dejó mi mamá. El primero me lo hice a los 24 años. Me faltan muchos todavía. Tengo cuatro tatuajes, entre ellos uno de mi mamá y otro de mi esposo.
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Ajá, ¿y ese gusto por la cocina de dónde nace?
Mi madre crio a sus seis hijos de la cocina, hacía 500 platos diarios porque tenía dos cafeterías. Si ella iba a cobrar y a vender baleadas o tamales, allí iba yo. Crecí en ese ambiente de cocina, yo cobraba, barría, trapeaba y limpiaba las mesas.
Una vez mi mamá contrató un chef para que le actualizara el menú y él me metió al mundo de la pastelería. Vendí pasteles en los dos últimos años de mi colegio. No estudié para ser chef, pero me crie en cocina y he sacado cursos. Pasaba mirando programas de cocina y tenía mil libros de recetas.
Para cerrar, ¿cuál es el plato de Keyla que todo mundo debe probar?
Mis postres son mi especialidad, ya me lo han dicho. Hay recetas y fórmulas que uno aprende, pero yo las modifico. Hay planes de regresar a la televisión, pero será en su debido momento.
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