Madres capitalinas se cubren bajo el manto del comercio informal

El festejo, que inició hace 95 años al establecer el segundo domingo de mayo como el Día de la Madre, este 2022 toma impulso tras una pausa forzada de dos años por la pandemia de covid-19

Ellas son un ejemplo de que las madres son incansables.

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¡FELICIDADES!

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-El único ángel que conoce todo el mundo, un ser valiente capaz de amar a sus hijos más que a sí misma, la obra maestra de la creación y nuestra mejor amiga: hablamos de la madre.

Como cada segundo domingo de mayo, mañana se conmemora el Día de la Madre y el ambiente festivo ya se percibe en el Distrito Central.

Más allá de la emotiva fecha, pasteles, tarjetas, flores abrazos y lágrimas por ausencia, EL HERALDO destaca el incansable ahínco de esos seres casi perfectos que sin un empleo formal, encontraron bajo el manto del sol y la intemperie el medio para demostrar que su mejor salario es el amor que reciben de sus hijos e hijas.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), reflejados en la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de octubre de 2021, muestran que en el Distrito Central hay 570,173 mujeres, de ellas 117,493 son jefas de hogar.

Los datos indican que del total de jefas de hogar, el 27 por ciento (31,663) son madres mayores de 65 años. Asimismo, 27,214 trabajan por cuenta propia, es decir la falta de empleos las orilló a buscar una forma de subsistir en la calle.

Con la venta de pan baguette y pan dulce, la capitalina lleva sustento a sus tres hijos, también ayuda a su mamá y papá.

Sobre un camión de plástico, el pequeño “Sebas” ríe mientras juega; con ánimos baja y sube de su juguete; también regala sonrisas a su madre y peatones bajo la sombra de un puente y el eco que producen los vehículos que se dirigen hacia la zona sur en la colonia Loarque.

El infante de tres años desconoce por qué su madre Leida Godoy inicia cada día con plegarias entre penumbras y, luego, lo carga en sus brazos dos horas diarias para llevarlo bajo un puente.

La rutina de la incansable madre de 34 años se repite religiosamente desde hace nueve meses, la falta de un empleo formal no la limita a buscar el sustento de “Sebas” y sus otros dos hijos.

“Vivo en una aldea en la salida al sur, camino una hora solo para llegar al bus, luego me ‘rebusco’ en una panadería y llego hasta aquí”, detalló sin perder de vista al menor de sus vástagos y revelar que la caminata se repite al finalizar su jornada de trabajo.

Aunque algunos camiones estremecen el ambiente, “Sebas” no tiene miedo, al contrario, con diligencia ayuda a su madre, una de las 570,173 mujeres del Distrito Central.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), Godoy es una de las 228,705 mujeres que aportan su fuerza de trabajo para llevar sustento a sus hogares.

Por su rango de edad, es parte del cinco por ciento (6,280) de mujeres jefas de hogar entre los 30 y 34 años. Recordemos que el total de jefas de hogar en la capital es de 117,493.La baraja que el destino le repartió no fue muy favorable, Godoy tuvo que abandonar sus estudios y llegó hasta el sexto grado, eso la convierte en una de las 38,990 jefas de hogar que solo cuentan con estudios de primaria.

“Empecé a trabajar a los 14 años, mi primer trabajo fue limpiando casas, luego pasé a vender verduras y frutas, así hemos pasado hasta que Dios me dio la idea de vender pan”, destacó con orgullo.

La Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de octubre 2021 refleja que el mayor número de jefas de hogar en la capital trabaja por cuenta propia (27,214), trabaja en mercados o comercios (26,953), trabaja como empleada u obrera en el sector privado (21,196) .

La joven madre se esfuerza para sacar adelante a sus hijas.

Una media docena de mujeres ofrece tortillas en una acera del centro histórico, entre ellas está Isamar Sánchez, una joven madre que a los 25 años también se convirtió en jefa de hogar.

Madre de dos hijos, Isamar se refugia bajo un paraguas mientras ofrece con esmero su producto. “Inicié a vender desde los ocho años, siempre he vendido aquí, pero vendo más en mi casa”, mencionó mientras explicaba que con el dinero que consigue apoya en lo que puede a su mamá.

Aunque no tuvo infancia, espera que su esfuerzo lleve felicidad y un mejor futuro a sus hijas (Alexa y Ester).

El temor de desalojo a veces opaca el ánimo de Lorena.

“Niño, mire mi mano”, dijo la tierna voz de Natalie, la infante de dos años y medio que con energía casi ilimitada corre de un lado a otro en la acera de una populosa colonia capitalina.

La pequeña no está sola, la abuela Lorena Rodas la cuida, la alimenta, la cambia, la atiende y, sobre todo, le da el mismo cariño que una vez le dio a sus dos hijos.

“Trabajé en la empresa privada muchos años, me despidieron en el 2009 durante el golpe de Estado. Ingresé a la universidad, pero hace dos años soy comerciante”, recordó la dama mientras ofrecía desde ropa de vestir hasta frutas y legumbres.

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Día de la Madre
Honduras