Solamente el más hincha de los hinchas se mete en un estadio cuando tenés que hacer tres goles para salir campeón. Solamente el más hincha de los hinchas pagaba el triple de lo que cuesta un partido regular de Motagua, aunque estaba la desventaja presente.
Y sabés qué Motagua. No llegó el más hincha de los hinchas. Llegaron 27,000 hinchás más hinchas. 27,000 que creyeron, 27,000 que no abandonaron. Y estoy seguro que no llegamos más, porque Concacaf por seguridad no permitió vender más entradas.
Desde las 4:00 de la tarde los accesos para el Estadio Nacional se cerraron. Jueves 1 de noviembre, Tegucigalpa, la capital de Honduras. 29 grados centígrados. Sol inclemente. Vengativo. Insensato.
Para poder llegar al coloso, sin importar la ruta, había que caminar al menos un kilómetro. Y así comenzó en silencio, una peregrinación en la que con pensamientos lapislázuli pulverizados mantenían viva una flama de que todo era posible.
La entrada al estadio fue una inmensa fila que finalizó a las 8:10 de la noche. Hay que decir que el operativo de ingreso fue ordenado, bajos los protocolos de un partido internacional y solo puedo recordar, que sí nos hubiéramos civilizado desde el día en qué nos dijeron, no habrían muerto cuatro personas en la final del Honduras de El Progreso.
Caminabás en orden, te podías en fila. Entragabás tu boleto de Tengo, lo escaneaban y los elementos de la Policía Nacional te hacían un registro completo. (¿Cómo lograron entonces meter pólvora algunos?).
Me quedé un poco fastidiado porque en el ingreso Tengo no entregó un comprobante de compra, un codo, una factura, un pedazo del boleto, algo que te sirva como respaldo de pago. Pero lejos de eso, el operativo funcionó y el control de acceso fue exitoso.
En la grada la gente llegó y comenzó a pasarla bien. Unos relajados, otros con su cerveza (a un brother le terminé viendo 14 vasos al final del juego), un refresco, carne asada, ese maldito olor a salsa y encurtido que no lo puedo alejar aún de mi nariz. Tajadas de plátano, papá, agua. Se aprovecharon también. Los precios estaban al doble de lo normal.
Y así poco a poco, desde las 4:00 pm, hasta las 8:00 pm, se vio hermoso como un manto azul también se apoderó del cielo de Tegucigalpa. La algarabía también llenó el óvalo de concreto y las ansias empujaban el reloj hasta la hora del juego.
Dentro de la pista y del campo, la gente de Concacaf hacía aún el montaje de marca, cuidaban detalles. La gente de la televisora movía sus elementos y los fotógrafos de los periódicos se hacían fotos antes del juego para recordar que ellos fueron quiénes graficaron la memoria de aquel encuentro.
Y la barra de Motagua ingresó saltando a las 7:30 pm. Con sus trapos, con sus bombos, con su murga. Y como en Sol Norte está prohibida la venta de cerveza, pues se movían a los costados a buscarlas. Algunos las obtenían, otros no.
Esa noche también sirvió para rendir homenaje a los que se fueron, a los que ya no están. A los de la barra que han caído y hasta Santiago Vergara, ese argentino que rechazó la oferta de su vida (América de Cali) para venirse a jugar al Motagua, desde donde partió al cielo.
Fue una noche en la que también los hondureños demostramos que somos tercos. Concacaf pidió que nadie se sentara en las gradas amarillas que son rutas de evacuación. Y es cierto que habían policías, pero se respetaron. ¿Por qué en los partidos de Liga no se respetan? Se lamenta sí que hayan explotado pólvora dentro del estadio, y que la gente le lanzara vasos de cartón vacíos a la pista.
Del partido quiero hablar poco. Ya todos los vimos, solo apuntaré lo básico: Motagua tenía que salir a arrollar y solo lo hizo dos veces, en los momentos de los goles. Y luego, en el resto de los otros 178 minutos de la serie, Motagua dejó jugar a Herediano. Lo revivió. Le dejó ser campeón.
El gol de Marín acabó con la algarabía de 27,000 hinchas. Pero no con el amor por el equipo. Por los colores. Por eso que creés y estás seguro de ser.
Dicen que muchos aman mientras tengan regalos que recibir. Flores, anillos, collares, obsequios. En el caso del fútbol quizá es igual: copas, campeonatos, títulos... pero entendé esto Motagua, tu afición te sigue no por eso, sino porque te quiere, y a veces no te lo merecés.
Terminó el partido y los de Herediano -como en Heredia- comenzaron a celebrar y gritar. Repetían 'mareros, les ganamos mareros'. Y el estadio entero les aplaudió como reconocimiento por ser el nuevo campeón de Centroamérica y el Caribe, se primer título internacional. Hasta en eso hay nobleza del hincha azul.
Pero sabés qué Motagua. En ese amor que a veces no te merecés, tu gente con todo el dolor y frustración, comenzó a gritar 'Motagua, Motagua, Motagua'. Y luego volvió a casa. Sabiendo que pudo ser campeón y que otra final se ha perdido. Otra más.
Pero también quedó un poco de esperanza y futuro, porque muchos usaron bolsas para recoger la basura de las gradas (obvio no lo hicieron los 27,000), pero también se ve un inicio. Las cosas buenas se copian y llevar bolsas al estadio para recoger la basura es una de ellas.
Y Concacaf comenzó premiar. La gente se iba y los que se quedaron esperaron a que le diera la bota de oro a Rubilio Castillo -máximo goleador- por ser el más entregado por el equipo. Por los colores. Por el sentimiento.
De lo que no tengo duda es que, también de eso se trata ser hincha, de estar en las buenas y en las malas...