Don Omar y su hijo Oscar habían llegado desde Los Ángeles ilusionados con ver un triunfo de su Selección anoche en Vancouver; desde Nueva York, Houston y muchas otras partes de Canadá, muchos catrachos aparecieron hasta cinco horas antes del juego al estadio y esperaban salir con cara de felicidad.
Pero no, su Selección los defraudó, no solo con el resultado, sino con el pobre fútbol que mostró en el BC Place de donde terminaron saliendo con la cabeza agachada al igual que los jugadores.
Canadá, sin mostrar tampoco gran cosa, le bloqueó todas las salidas a Honduras, nos habían estudiado a la perfección, el hijo de Benito Floro cumplió con su trabajo de entregarle hasta el más mínimo detalle a su padre de los movimientos de los jugadores catrachos, de los esquemas de Pinto, de sus escasas alternativas y de cómo hacerle daño.
A excepción de Noel Valladares y Mario Martínez, el resto de la Bicolor quedó a deber, lo que se vio anoche en Vancouver asusta y aún más por el rival que se nos viene.
La defensa patinó una y otra vez, el mediocampo se encargó más a destruir que a crear juego, una mala entrega de Henry Acosta nos costó el gol, y en la delantera no tuvimos peso; a Rubilio lo acorralaron sin problemas.
COMO NOVATOS
Boniek García estuvo impreciso, tuvo fallos de novato, Maynor Figueroa ya no da seguridad como antes, Jhonny Palacios no pudo evitar que centraran en la jugada del gol tras un contragolpe venesoso, Ever Alvarado, demasiado estático en su puesto, Chino Discua solo tuvo un chispazo, Erick Andino no encontró espacios y los dos contenciones fueron a pegar más de la cuenta.
Solo el ingreso de Mario Martínez en el segundo tiempo le pudo cambiar un poco la cara a la Bicolor, dos misiles suyos le quemaron las manos al guardameta canadiense, pero no fueron suficientes. Seguramente se ganó un cupo de titular para el martes ante México.
EL BULEVAR QUE VIO FLORO
Mientras Pinto cruzaba los brazos y no encontraba cómo hacer reaccionar el equipo, Benito Floro le indicaba a su portero que tirara las pelotas a la zona de Figueroa y Alvarado, ya había identificado un bulevar por esa banda y estuvieron a punto de hacernos más goles originados desde ahí.
Los canadienses no llenaron el estadio, pero en las gradas tuvieron una barra incansable, no pararon de gritar desde el calentamiento y se convirtieron en el jugador número 12; nuestra afición no era mucha, intentaron levantarles el ánimo a los jugadores, pero se fueron apagando al no ver que ni siquiera llegábamos al arco contrario.
Y la historia en el BC Place terminó con un Jorge Luis Pinto caminando al centro del campo a reclamarles airadamente a los árbitros quién sabe por qué, ya que en nada incidieron, del otro lado Canadá parecía que había logrado el boleto al Mundial…