El Cristo del Corcovado es considerado un ícono turístico para Río de Janeiro y del mundo. Es por eso que los atletas que han llegado a esta ciudad para formar parte de la fiesta olímpica, buscan la manera de conocer este monumento maravilloso.
Ahí el gigantesco Cristo, hecho de concreto y que mide unos 30 metros, con sus brazos abiertos les da la bienvenida a todos los visitantes y en este momento, en especial a los deportistas que vienen por la gloria en Río.
Son más de 17 mil atletas los que participarán en la justa olímpica, pero no todos tienen el tiempo y la posibilidad de visitar el Cristo. Este lunes fueron algunos españoles, alemanes, polacos, rusos y holandeses, los que se escaparon un rato del estrés que les provoca la previa al certamen, agarraron sus cámaras y como turistas, disfrutaron del Cristo por varios minutos.
Por ahora los hondureños no han tenido la oportunidad de visitar el Cristo, pero lo harán con el correr de los días y de la competencia.
'Esto es más lindo de lo que me contaban', dijo un atleta español mientras se sacaba una selfie para el recuerdo. 'No puedo creer que estemos aquí', murmuraban entre ellos.
Los atletas se confundían entre los cientos de visitantes que llegaron al Cristo para ser parte de una experiencia única. Seguramente con el correr de los días, los atletas seguirán buscando espacio en sus agendas para poder hacer uno de los recorridos obligatorios en Río de Janeiro.
Mientras el aire es escapaba por ratos, debido a que en el Cristo estás a una altura de 710 metros sobre el nivel del mar en el parque Nacional de Tijuca, la ciudad de Río se apresta para comenzar a vivir una fiesta deportiva sin precedentes en la historia.
20 minutos para llegar
Es color rojo con distintivos blancos. Son cuatro trenes con dos vagones cada uno. Cada viaje son 360 personas las que van con dirección al Cristo del Corcovado cuando va lleno en su totalidad.
La sensación para los turistas es de pura adrenalina. El tren viaja durante 20 minutos desde la falda del parque Nacional de Tijuca hasta que llega a su destino. Hace dos estaciones al momento de encontrarse con uno de los trenes que vienen de retorno.
El corazón late fuerte, pues el recorrido es en medio de un verde bosque en el que los rayos del sol cuestan que entren por el espesor de las hojas. Se respira aire puro, pero ratos falta el oxígeno de la emoción.
El tren viaja despacio, sin apuros, está bien programado para salir una y otra vez cada 20 minutos.
'El viaje es algo inolvidable. Son 20 minutos en tren para ver a Cristo', dijo Silvia, una mujer brasileña que ha visitado el Corcovado unas 20 veces en su vida.
La aventura es maravillosa, pues el viaje es un tren que fue abierto en 1884, pero fue hasta en 1910 comenzó a funcionar de manera eléctrica como lo hace en la actualidad.
Por ratos el silencio se apodera del tren y apenas se escucha el cántico de las aves que habitan en el bosque. Subirse en ese tren es todo un honor, pues en el se trasladaron personajes históricos como el Papa Juan Pablo II, Albert Einstein y la princesa Diana.