Casi fue como lanzar un fósforo; un cuerpo ceroso un poco más alto y mucho más robusto aguardaba en su punta una pequeña luz que reventaría como bomba incendiaria.
De una vela, a juzgar por los testimonios recabados y el reporte oficial, vino el infierno en la isla de Guanaja la madrugada del pasado sábado.
¿Cómo la llama de una candela -que desprende fuego un poco más que un fósforo- pudo dejar sin hogar a 120 familias y calcinar una tercera parte de esta comunidad?
La respuesta está en las viviendas, decenas de ellas construidas de madera en un reducido perímetro en el cayo de 0.6 kilómetros cuadrados, propicio para convertir cualquier fuego -como el de una vela- en un siniestro.
EL HERALDO Plus reconstruye, tras recopilar testimonios y reportes oficiales, las horas de pánico en Guanaja por el devorador fuego y las posibles causas que convirtieron al cayo en un colchón de hojas secas.
La zona cero del incendio
Ensombrecida por el motor turístico de Roatán y Utila, las tres juntas forman el departamento de Islas de la Bahía. No atrae a tantos turistas como sus vecinas, pero de las tres fue la primera que divisó la tripulación de la embarcación Santa María hace más de 500 años.Miles de turistas llegan al año, pero la primera visita a la isla que registra la historia ocurrió el 30 de julio de 1502;y no eran turistas, sino el almirante Cristóbal Colón y sus navegantes con la misión de expandir la corona española.
Guanaja aún conserva esa belleza natural que, según Augusto C. Coello, dejó “extasiado” al navegante: una isla de no más de 50 kilómetros cuadrados cubierta de paisajes montañosos y bosques de pino. Aquí nada se toca para que sobrevivan al tiempo y a la mano del hombre las playas de arena blanca, los rincones casi vírgenes y las cascadas.
La vida comercial, ciudadana y administrativa, entonces, se lleva en los cayos que rodean la isla, principalmente en El Cayo o Bonacca, cabecera municipal y donde vive la mayoría de la gente.
Famoso por sus callejones angostos que no pasan los cinco metros ancho y canales de agua -no hay calles pavimentadas-, El Cayo ganó el título no oficial de la pequeña Venecia del Caribe.
En esta comunidad de casi 6,000 habitantes fue donde el sábado pasado una vela, según el reporte oficial del Cuerpo de Bomberos, aguardaba una bomba incendiaria en su pequeña flama.
Los testimonios recabados por EL HERALDO Plus y el personal de Bomberos apuntan a que el fuego comenzó en una vivienda situada al este de la isla, en una localidad bautizada como -más que un nombre, un presagio- Fire Point (Punta Caliente).
Kevin Bodden, el guanajeño rey de la noche en este extremo del cabo, es más preciso: a la par de su discoteca.
Lo recuerda todo con una memoria fotográfica por ser el primero en ver “una bola como anaranjada en el aire”, justo cuando cerraba su negocio Chicas Bar a eso de las 2:45 de la madrugada.
“¡Eso es fuego!”, alcanzó a gritarle a su esposa.
Vivir en uno de los 254 municipios (de los 298) que no tienen estación de Bomberos te mantiene alerta; tras poner a salvo a sus cuatro niñas y a su pareja, Bodden reunió a otros cuatro hombres para combatir las llamas.
Aunque primero había vidas al vilo que rescatar: una vecina mayor, una mujer con un bebé en brazos y otra señora cuya casa el fuego devoraba como papel, con altas posibilidades de morir.
Si el recuento de víctimas se ha mantenido en cero es gracias a Bodden, sus amigos y una ventana trasera a la vivienda, de cara al mar, por donde evacuaron a la dama.
Pero si el fuego ardía como zarza, sin consumirse, era porque probablemente de cada cuatro viviendas donde llegaba tres eran de madera. Y porque, ya fueran casas, casitas o casones, todas estaban muy juntas.
En pocos -muy pocos- minutos la misión pasó de salvar vidas a apagar el fuego, en segundos cambiaron los planes para alejarse de las descargas eléctricas de los cables que estallaban por llamas o del cerco sorpresivo de lumbre a su alrededor, solo para después entender que en vano era extinguirlo en el este.
“Vinimos al frente del fuego para contener, para que no pasara, o sea para que no viniera para el oeste”, recordó Bodden, cuando en ese momento al menos 20 viviendas ardían.
Cerillos en Guanaja
Tras media hora de combate, los isleños llamaron a los cuerpos de socorro para que el cayo de 599 viviendas no quedara reducido a 63,000 metros metros cuadrados de escombros.
'Las primeras medidas que tuvimos al iniciar el incendio fue de querer apagar el fuego con agua, con los habitantes de la zona, pero no se pudo', recuerda la vicealcaldesa de Guanaja, Mireya Guillén.
Entre el pedido de auxilio y la llegada de bomberos, militares y rescatistas -se estima que a las 7:00 de la mañana-, una a una 90 viviendas del lado este y del centro se prendieron como fósforos apilados a los que les cayó una chispa.
Fue necesario controlar el siniestro por tierra, mar y aire, apuntó José Manuel Zelaya, comandante general del Cuerpo de Bomberos. Los lugareños y lancheros desde el mar, la Fuerza Aérea desde las alturas con sus descargas y los bomberos en control en tierra firme.
De los helicópeteros canastas cayeron 325 descargas de agua; los baldes lanzados por los los habitantes eran imposible contarlos.
“Estuvo en riesgo cualquier cantidad de personas”, mencionó Zelaya. Para dar un número aproximado: esos 6,000 habitantes, que principalmente viven de la pesca, el comercio y, en los últimos años, el turismo, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Ese día se evacuaron 400 personas, pero directamente fueron afectados 2,500 pobladores y de forma indirecta el número sube a 4,000 habitantes, según el reporte de Bomberos en conferencia de prensa dos días después de la tragedia.
Pese a que todo conspiraba en contra -tiempo y recursos-, el saldo fue un milagro con cero muertos y apenas cinco afectados (uno por la quemadura de una descarga eléctrica, otro por caer de un segundo piso y tres por contaminación de gases tóxicos).
En el conteo material, los números son diferentes, con casi media isla desaparecida.
Mediante imágenes satelitales del 4 de octubre obtenidas de la plataforma Sentinel-Hub, tomas aéreas y mapas digitales, EL HERALDO Plus logró trazar un perímetro aproximado del área afectada.
Casi todo adentro de esta área de 21,688 metros cuadrados (una tercera parte de su extensión) ya no existe, lo equivalente a dos campos de fútbol de dimensiones grandes.
En el perímetro proyectado por EL HERALDO Plus se incluyen al menos 145 inmuebles, pero si se suman los alrededores con daños parciales se llegaría a unos 155.
El reporte de Bomberos precisa en 90 las viviendas consumidas en su totalidad por el fuego y en 136 las que sufrieron algún daño parcial.
Se incluye en el reporte de daños el Instituto Adventista Guanaja, a unos 132 metros lineales del origen de las llamas que Bodden y otros isleños intentaron frenar.
La tercera planta de la institución educativa, de blancos exteriores e interiores, se redujo a polvo fino negro, láminas doblegadas por el calor, un amasijo de varillas y el cableado calcinado.
El segundo nivel se mantuvo en pie, pero los vidrios de las ventanas estallaron y las redes eléctricas también ardieron, sumado a que no quedó nada dentro de los salones.
“Aunque no se vino abajo, todo está destruido”, declaró a EL HERALDO Plus Sheena Dixon, directora del colegio, que data 1894.
Así como Guanaja abrió las puertas de Honduras a Colón, también lo hizo para los creyentes de guardar reposo el sábado; una nativa isleña que, tras contraer nupcias, migró a Estados Unidos regresó con biblia en mano con la misión de convertir a los pobladores.
Si los guanajeños abrazaron desde 1892 la fe adventista, ese 2 de octubre tenían un motivo más para reforzarla: la iglesia, contigua al instituto y amenazada también por el sofocante fuego, quedó a salvo... a centímetros, pero blindada, del infierno.
'La iglesia se encuentra como centro de distribución ahorita, porque no podemos permitir que ingrese mucha gente por el daño en el edificio que los dos están a la par', explicó Dixon.
Gran parte de la feligresía no podía volver a casa. Ya no había casa.
El origen
Nadie señala como causante del fuego a una mano criminal. En el transcurso de las horas se confirmó como oficial, de parte de Bomberos, lo que en un inicio creció como un rumor casi inverosímil: una vela.“Se trata de una llama abierta”, reafirmó el comandante de Bomberos en la conferencia de prensa.
Bodden también lo cree, no por ser un tragacuentos, sino porque afirma saber quién, cuándo, dónde y cómo. Fue en el cuarto de una empleada suya que vive contiguo a la discoteca.
“Es una muchacha pobre que no tiene ni luz, solo candelas”. Ella dejó encendida la mecha, salió a limpiar el bar en su turno laboral y algo -quizás un gato- le dio la vuelta y desató el infierno, según el relato de accidentes de tintes quiméricos del isleño.
La vicealcaldesa tampoco conoce otra historia diferente a la vela: 'La muchacha no tenía electricidad en su casa y se cree que fue mediante otro medio que da luz y que genera fuego'.
Tras apaciguar el incendio, resultó igual de importante aislar a esta joven y moverla a otra isla como a los heridos. 'La iban a macanear al saber la población que fue ella', justificó la funcionaria.
El comandante Zelaya no escatima en explicar cómo una vela puede destruir decenas de inmuebles.
'El exceso de hacinamiento del exceso de viviendas, esto se propagó rápidamente y vino a generar un incendio en cadena', expuso.
Se suma otro detonante, que es el predominio de la madera como material constructor. El Plan de Desarrollo Municipal de Guanaja 2020-2025 cifra que el 75% de las viviendas en la isla son de madera.
Está también el agravante que el 19% de las casas tienen malas condiciones, mientras que el 40% reporta un estado regular, indica el diagnóstico del municipio.
Ya no cuesta creer tanto en la historia de la vela.
Lecciones vienen detrás de tal siniestro, como planificar mejor el diseño de Guanaja, explica el arquitecto Ángel Payán, director de la organización Güiran y miembro del equipo de reconstrucción de la isla.
'En las ciudades como Notre Dame que no tienen mucha tierra, ellos están haciendo algunas intervenciones urbanas y se va aplicar el mismo concepto en los cayos para que puedan tener las calles más amplias y poder tener los organismos de emergencia que puedan llegar a auxiliar a las personas', detalló.
Por mientras la isla resurge de las cenizas se construirán 100 refugios de material reciclado (madera, plásticos y tubos PVC) para ubicar a los damnificados.
Es muy prematuro para estimar el tiempo que tardará El Cayo en recobrar el título de la pequeña Venecia -o por qué no, una mejor Venecia-, pero expertos vaticinan que puede ser de seis meses a dos años.
Una zona donde el 75% de las casas son (o eran) de madera, el 59% son de regulares o malas condiciones, hacinadas en 0.6 kilómetros y donde vive una persona por diez metros cuadrado, sin hidrantes ni estación de Bomberos, parece avisar lo suficiente que una vela puede ser peligrosa.
Solo faltaría una advertencia más clara, un nombre. Unas palabras como Fire Point.
Texto: J. López / N. Reyes / S. Ardón / Y. Madrid / E. Domínguez