GRACIAS A DIOS, HONDURAS.- Miserables, en medio de riquezas naturales y ganaderos millonarios que utilizan sus tierras, esa es la realidad del pueblo indígena tawahka.
Olvidados en la Biósfera del Río Plátano y Reserva del Hombre, pasando penurias y sin esperanzas viven sus días unas 150 familias de Gracias a Dios.
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Sus costumbres ya casi se perdieron, mas no su dialecto twanka, con el que claman más atención a sus necesidades, que cada día crecen más.
La Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus visitó la aldea Krausirpi, en Gracias a Dios, para conocer la realidad de los tawahkas, protectores del medio ambiente y dueños ancestrales en la biósfera.
Recorrido
Las calles son de tierra, no existen cunetas y tampoco agua potable, tienen una escuela en pésimas condiciones, un centro de salud sin doctores ni medicamentos y ningún representante policial.
La electricidad no está disponible en todas las viviendas de los 3,800 tawahkas (50% son menores de edad) y la cobertura de las empresas telefónicas no alcanzan al pueblo, por lo que están aislados del resto de los municipios.
Comen arroz y frijoles los tres tiempos producto de sus cosechas y los combinan con verduras y en ocasiones especiales con pollo o carne.
No visten trajes típicos, usan ropa americana de bulto y los más pequeños caminan con harapos mostrando el nulo ingreso económico.
Tienen pulperías con precios caros, más caros que consumir en la capital de Honduras; la razón es que llevar los productos es complicado y más costoso.
No tienen hoteles y desarrollar el turismo en su comunidad es imposible por ahora, a pesar de tener -por donde la vista alcance- bellezas escénicas dignas de poder conocer.
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Son bañados en sus alrededores por el río Patuca, que luego de la construcción de la Empresa Hidroeléctrica perdió su imponente caudal y vive momentos muy críticos.
Irónicamente, los miserables tawahkas le han otorgado -mediante acuerdos o por invasión- parte de sus territorios a ganaderos millonarios que ahora cercaron las tierras, dejándolos a ellos como las visitas de la biósfera.
Incluso, algunos les han vendido sus tierras a precios de “gallo muerto”, su recompensa es un poco de dinero para unos días, después de ahí nada, pues hasta los trabajadores de los ranchos en su mayoría son de otros departamentos del país.
Y es que las miles de cabezas de ganado y productos lácteos que se desarrollan en las tierras tawahkas no son de ellos y no les representan beneficios, incluso la leche y la carne son lujos que los indígenas no pueden darse durante su vida.
Al contrario, algunos sectores tawahkas se convirtieron en cómplices de la masiva deforestación de la Biósfera del Río Plátano y Reserva del Hombre con la permisividad de dejar entrar foráneos a la zona.
Otros, por su parte, luchan por recuperar su tierra o por lo menos recibir un trato justo por permitir la entrada a la zona.
El primer lugar que la Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus visitó fue la destrozada Escuela Marco Aurelio Soto con una población estudiantil de 266 alumnos.
Las instalaciones están en pésimas condiciones, no tienen suficientes pupitres y la tecnología no existe para los niños que son trilingües: hablan tawahka, misquito y español obligatoriamente.
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El retraso en la enseñanza y las oportunidades es evidente al tener durante toda su historia solo tres tawahkas con título universitario. Cerca del lugar está el centro de salud de la comunidad con condiciones deprimentes.
El descuido de las autoridades de Salud es tanto que el pueblo tiene asignado un doctor que cobra un salario, pero que no está en la comunidad, es más, nadie da razón de dónde imparte consultas.
De igual forma, los estantes de medicinas están vacíos, el tawahka que se pone grave lo más probable es pierda su vida.
Esta es la realidad de los tawahkas, pueblo indígena hondureño olvidado e ignorado, que vive en la miseria en medio de millonarios.
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