En 1962, mientras estudiaba en el Instituto Salesiano San Miguel, conoció a Rafael Manzanares Aguilar, quien además de ser músico era el fundador del Cuadro Nacional de Danzas Folclóricas de Honduras. En ese primer encuentro, el maestro Manzanares lo invitó a participar en el cuadro nacional de danzas, siendo un adolescente de apenas 13 años que jugaba baloncesto en el colegio.
Sintió la curiosidad de ir y ver qué podía hacer, y esa decisión permitiría que años después fuera instructor y director del Cuadro Nacional de Danzas Folclóricas, secretario de la Oficina del Folclore Nacional y asesor artístico-administrativo de la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, y posteriormente fundador del primer grupo de danzas folclóricas de jubilados y pensionados “Sí se puede”, solo por mencionar a uno de los 75 grupos de danzas que organizó y dirigió.
A 50 años de iniciada su trayectoria, el maestro, instructor, investigador y recopilador de danzas folclóricas recuerda con alegría que cuando aceptó la invitación de Manzanares, y llegó al lugar, le fue gustando, pronto se incorporó al grupo y ese mismo año realizó su primera presentación en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y en 1963 hizo su primer viaje a Copán Ruinas, después a la Feria Internacional de El Salvador, y ahí “me fue gustando más”. Don Carlos compartió que en aquellos tiempos al no haber carreteras viajaban en aviones de la Fuerza Aérea.
Una gran trayectoria
En 1967, Manzanares le consultó si quería impartir unos cursos de danzas folclóricas en la escuela Normal España de Villa Ahumada de Danlí.
“Me involucré en la docencia en el aspecto de enseñanza de danzas, de ahí el licenciado Manzanares me mandaba solo a diferentes lugares. Con él fuimos los primeros que anduvimos por toda Honduras dando cursos de danzas folclóricas. Después con él me involucré en la investigación, y recopilamos varias danzas, a las que yo les llamo las auténticas, porque ahora en Honduras existe mucha aculturación, en todo aspecto, no solo en el folclore”, señaló.
Cuando recuerda sus inicios y aquellos largos viajes que hacía para llegar a diferentes departamentos y a lugares donde ni siquiera había luz eléctrica, ni carretera, para recopilar danzas, sonríe al decir que llevaba grabadoras “grandísimas”que eran de cinta y utilizaban 32 baterías, más los 64 repuestos que cargaban porque solo duraban media hora.
“Cuando nosotros íbamos a investigar una danza traíamos la música y hacíamos una investigación en Tegucigalpa, llamábamos a Humberto Cano, que fue director de la Banda de los Supremos Poderes, Francisco Tinoco y el maestro Francisco Días Zelaya, que eran los músicos más viejos de los 60 y 70, y les poníamos la música para saber si la habían escuchado”, esto les permitía conocer si las canciones eran hondureñas o de otros países. Actualmente los procedimientos son diferentes y “el folclore ha llegado a tal divulgación que yo nunca creí que llegaría hasta donde ha llegado, y al mismo tiempo que hay divulgación hay aculturación”.
Don Carlos considera que esto ha colaborado a que el folclore esté en decadencia, porque el folclore son las costumbres y tradiciones, “y ellas no evolucionan. Alguien dijo la vez pasada que yo estaba desfasado, cómo me voy a desfasar, si las tradiciones y las costumbres ya están definidas, que no las quieren aceptar es otra cosa, y mientras tenga vida trataré de mantenerlo como es y nadie me va sacar de mi esquema de trabajo”, expresó.
Gómez tiene clara la responsabilidad que implica la enseñanza y difusión de la danza; y esa actitud está demostrada a lo largo de los 50 años en los que ha impartido más de 500 seminarios y cursos de danzas, y ha llevado la danzas folclóricas de Honduras desde la más humilde de las comunidades del país hasta los más importantes escenarios de Latinoamérica y Estados Unidos, por lo que ha danzado en unas 400 ciudades a nivel nacional y aproximadamente 90 a nivel internacional. Su labor se extiende a la literatura sobre danzas, con la elaboración de trabajos y folletos.
Al recordar todo lo que ha vivido, expresó que nunca pensó que lograría todo eso, y comentó que a lo largo de todos estos años, cuando danzaba no pensaba en hacer posiciones de manos, ni moverse de una forma específica, al danzar “uno tiene que hacerlo lo más sencillo posible. Cuando estaba bailando me transportaba al campesino, lo que había visto, lo que había sentido cuando hice la recopilación, aunque yo no hubiera hecho la recopilación de todas las danzas”.
Desde 1977, don Carlos labora como profesor de folclore y danza folclórica y como director del cuadro de danzas Imágenes Catrachas, de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), desde donde continúa con la labor que asumió en 1962, cuando tenía 13 años, enseñando y fomentando el valor de la danza y extendiendo ese compromiso a otras generaciones.