Tachados por la sociedad de “raros’ o “nerds”, la verdad es que los amantes de la cultura otaku viven al máximo esta expresión popular urbana. Ya sea a través del animé, manga, videojuegos o cosplay, estos chicos no ponen límites a su imaginación para recrear en su diario vivir las situaciones que sus personajes favoritos realizan.
Vida conversó con cuatro jovencitos apasionados del cosplay y del animé, quienes aclaran todos esos mitos que rondan la cultura otaku en el país y revelan cómo viven a su estilo esta expresión que nació primeramente en el país del sol naciente Japón.
Rudy Mendoza, Mario José Pérez, “Yuuko” Romero, María José Pérez y Mario Alfredo Weitnauer se caracterizaron con sus cosplay predilectos en una divertida sesión de fotos que captó la atención de curiosos y aficionados que hasta quisieron posar con su personaje favorito.
“Ser cosplay es un gran reto, necesita estar muy elaborado, es bastante sacrificado porque los materiales son bien difíciles de conseguir y al tenerlos hay que cuidarlos mucho”, introduce Ana.
“Ser cosplay se trata de ser alguien que no existe en la realidad, tratar de personalizar esa imagen que es de un videojuego o animé es un reto que debe gustarte mucho para hacerlo de la mejor manera”, agrega María José.
“Cuando tienes tu cosplay listo debes estudiar muy bien a quién vas a representar, es un juego de personalidades; por ejemplo, mi personalidad es muy alegre, pero por lo general me gusta interpretar solo personajes de malos, entonces ahí viene el desafío”, comparte Rudy. En cuanto a la elaboración de los trajes, explican que en la situación del país reciclar los materiales de elaboración es indispensable, por lo que cualquier objeto moldeable es aprovechado al máximo.
Los chicos otaku también hablaron del momento que vive Honduras en cuanto a esta tendencia y aseguran que desde 2012 el movimiento ha crecido en grande. Un ejemplo de ello es que muchos cosplayer ya han salido fuera para representar al país en importantes convenciones de animé en la región, de igual manera muchos de ellos se han organizado en grupos a través de las redes sociales y tienen encuentros de manera ocasional.
Estigmas y restricciones
Sin embargo, no ha sido fácil para la cultura otaku hacerse un camino en el país debido a algunos mitos que se generan en la sociedad. “Hay gente que critica mucho y sabe poco, nos enfrentamos a la desinformación en el tema, muchos nos tildan de haraganes, pero les puedo decir con seguridad que en su mayoría los otakus somos estudiantes o trabajamos”, enfatiza con firmeza María José.
Por su parte Rosales agrega que ser otaku es un entretenimiento sano y que mientras él se dedica a ser un fan del animé, otros jóvenes se encuentran perdidos en el mundo de las adicciones, tales como la droga y el alcohol.
“Mientras otros gastan su dinero en malos vicios, nosotros los invertimos en nuestra pasión; casi siempre estoy tratando de adquirir nuevos materiales para mejorarlos y realizar una mejor presentación”, dijo Pérez. Otro de los obstáculos que también están presentes es que muchos padres de familia aún no aprueban este tipo de conducta en sus hijos.
Según Yuuko, “muchos de nuestros amigos tienen problemas en sus casas por lo mismo y les cuesta conseguir permiso para participar en actividades”. A pesar de todos los obstáculos, la cultura otaku vive en el país un gran momento gracias a la facilidades de internet y las convebciones de aficionados que se realizan en Honduras.