TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Que el idioma se mantenga en constante evolución no es significativo de que hoy se hable mejor que ayer. Y es que hacer un uso más extendido y respetuoso del español sí es posible, pero en función de muchas otras aristas.
“La lengua se mantiene en constante evolución gracias al dinamismo que le imprimen los hablantes, quienes le dan vida y sentido en los diferentes contextos comunicativos. Somos los verdaderos creadores de los diccionarios, nosotros decidimos qué palabras se quedan y qué palabras deseamos sepultar en un tesoro lexicográfico”, introduce Hilcia Hernández, docente universitaria y máster en Lexicografía Hispánica.
Porque lejos de creer que más o menos palabras puedan definir la riqueza de un vocabulario cuando se sitúan sobre una línea de tiempo, el contexto cultural, social y económico juegan un papel trascendental. “Hace 20 años no hubiéramos imaginado el uso de verbos como chatear, bloguear o clicar. Es importante estar preparados para los cambios que se suscitan con el día a día y que se transmiten por medio del lenguaje oral y escrito”, apunta la lingüista.
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¿Hacia quiénes?
Por supuesto, y como en todo gran aprendizaje, hay márgenes de error a considerar. Hernández señala que los hablantes deben estar conscientes del contexto en el cual se comunican, pues a pesar de que cada quien habla como quiere y como puede, es imprescindible elegir el lenguaje adecuado en cada situación.
“Un hablante puede expresarse en su casa o con sus amigos con un lenguaje popular, sin embargo, demostrará que tiene un excelente dominio léxico al elegir un repertorio lingüístico culto en un discurso, en la atención al cliente o en un ambiente académico”, detalla.
Y es que además del emisor que habla o escribe, también existe ese destinatario que escucha o lee, factor determinante en el proceso comunicativo. Según la experta, una buena dicción siempre será el marco ideal para una buena comunicación. Y evitar escribir como se habla es digno de considerar.
“El peor error que cometemos al escribir es pensar que si dicho texto es comprensible para nosotros, lo será para el otro también. Cada texto que escribimos, ya sea en una red social o en cualquier medio de comunicación, será leído e interpretado por otros, por lo tanto, no escribimos para nosotros solamente, sino para los demás”, esclarece.
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Signos del gusto
Hernández alude que muchas personas no leen porque no sienten “el gusto” de las palabras en los textos. Y entre el abanico de posibles razones que podrían diferenciar una experiencia de otra, las comas, comillas, puntos, guiones, paréntesis y demás “saborizantes de la lectura” mantienen su condición de complementos esenciales.
“Los signos de puntuación no solo proveen coherencia y orden oracional, también le dan ritmo y sentido (progresión temática, fluidez en el texto y estilo) a la escritura. Si bien es cierto, la escritura no reproduce totalmente la tonalidad o expresividad del lenguaje verbal, facilita la comprensión lectora y a su vez nos permite aprender e interpretar nuevos conocimientos”, explica la especialista.
Solo deténgase un momento y piense en que jamás será lo mismo un “Vamos a perder, poco se resolvió”, que un “Vamos a perder poco, se resolvió.”; un “¡No tenga clemencia!” que un “¡No, tenga clemencia!”; y un “Vamos a comer niños”, que un “Vamos a comer, niños”. ¿Cierto?
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Adoptar con medida
La adopción de términos o frases extranjeras, ya sea por temas de proximidad, populismo, afinidad y demás, tiende a ser común entre unas personas y otras. Pero la incógnita respecto a si estas prácticas benefician o acaban perjudicando el uso de nuestro propio español, existe.
“Los préstamos de otras lenguas son prácticamente inevitables, especialmente en la era hipermoderna en la que vivimos. Fenómenos como la migración y la revolución tecnológica aceleran el alcance y la difusión del español”, contextualiza Hernández, quien detalla que los extranjerismos funcionan en dos vías.
Por una parte, según la lingüista, benefician porque nos regalan otras perspectivas o visión de mundo del “otro”. No obstante, ponen en peligro nuestra lengua materna en la medida que esta se desplaza y entra en juego el prestigio y el poder de una lengua dominante. Entonces, acaban por ser armas de doble filo en términos de lenguaje.
“Si una sociedad sustituye su lengua materna por un léxico extranjero y novedoso, gradualmente se le adjudicará prestigio a la otra hasta que se empodere sutilmente. En hora buena el español ha cobrado tanto prestigio, que hoy es la segunda lengua más hablada en el mundo por unos 570 millones de personas”, rescata Hernández, recalcando que “los extremos son peligrosos, el equilibrio es importante”.
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Es nuestra lengua
Retomando la intención principal, sigue siendo posible recurrir a estrategias que favorezcan un uso más extendido y respetuoso del español. Y, según Hernández, hay muchas, entre ellas la actitud hacia nuestra lengua.
“Esto es una estima saludable hacia el español que hablamos en Honduras, ese español que es nuestro, que no solo nos representa, sino que también expresa nuestra cultura, nuestras costumbres y tradiciones”, menciona.
“Si nos avergüenza decir que a doña María ‘no se le va chancho con mazorca’ o que ‘la casa de Juan está llena de cachivaches’ y que ‘los cipotes o chigüines deben leer todos los días’, muy difícilmente podremos apreciar las diferencias dialectales de nuestro español en contraposición de la lengua estándar en sus distintas manifestaciones sociolingüísticas”, señala.
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Y mientras el poeta Salvador Madrid decía que “leer es un estado generoso que transmigra lo textual y se inserta en la totalidad de la vida”, la experta avalada por la Academia Hondureña de la Lengua (AHL) refiere que “la lectura debería ser el pan diario en nuestros hogares. Esta es, sin duda, la estrategia que por generaciones ha dado el éxito de reyes, emperadores, científicos y empresarios”.
En consecuencia, los hábitos que estimulan la adopción de la lectura dentro del estilo de vida son una recomendación abierta. “Imitemos lo bueno, leamos antes de dormir, dejemos que los libros nos acompañen en nuestros viajes. Si en Honduras vivimos un contexto de violencia, en el que portar un teléfono celular pondría en peligro nuestra vida, no lo hará un libro”, concluye Hernández.
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