San Isidro es un pintoresco municipio del departamento de Choluteca rodeado de armonía, buen clima, un entorno ecológico hermoso y un valioso contexto colonial que desde luego es su mayor carta de presentación.
Hoy en día no solo es famoso por el alto espíritu de laboriosidad que caracteriza a sus habitantes, sino por sus auténticas rosquillas, tanto así que cada visitante que llega lo primero que apetece es deleitar su paladar con un par de ricas rosquillas acompañadas de una taza de café.
Y es que en Honduras el maíz es uno de los alimentos básicos, por lo que en gran parte de los hogares se incorpora solo o mezclado para elaborar una inmensa variedad de comidas, bebidas y postres que sin duda forman parte de la gastronomía catracha.
Una rica tradición
En este lugar muchos pobladores se dedican a la elaboración de panadería artesanal. Una de esas personas es Maritza Canales, propietaria de uno de los dos talleres de rosquillas más grandes de esta zona, quien a iniciativa de sus padres Benito Canales y Reyna Avila, junto a varios miembros de su familia, ha heredado el arte de elaborar este singular postre.
De lunes a viernes son alrededor de 12 personas las que conforman el equipo de trabajo de este taller que desde hace 20 años ha cobrado notoriedad en el ámbito local y nacional por la fabricación y exportación de estas auténticas delicias.
Según Maritza Canales, la elaboración de las rosquillas es una de las principales actividades económicas para muchas familias del sector, quienes a través de esta labor contribuyen a generar empleos permanentes a varios pobladores del municipio entre los que figuran mujeres y algunos niños.
Su minuciosa elaboración
En esta fábrica a diario se trabajan 28 medidas de maíz que durante el día constituyen una producción de 8 mil rosquillas diarias. En la zona sur de Francisco Morazán se elabora gran variedad de rosquillas, quesadillas, tustacas, rosquetes y otros antojitos campesinos, y desde siempre los municipios de este sector se disputan poseer las mejores; sin embargo, cada una de ellas tiene sus características y particularidades que las hacen únicas e inigualables.
En esta localidad, el secreto que distingue este producto en relación al que exportan otros municipios aledaños está en la base de la masa que debe tener su cimiento estrictamente de maíz, cuajada, queso, mantequilla, levadura y un poquito de manteca, ingredientes que de alguna manera le imprimen un sabor original a este producto y otros derivados que son hechos por manos de laboriosas de mujeres.
El primer paso para elaborarlas es poner a hervir agua, agregar la ceniza y cal mientras la mezcla logra una cocción en el punto perfecto, luego se deja reposar y se lava. Al día siguiente, se hace la masa y todo se muele en un molino de motor eléctrico para luego moldear y comenzar a dar forma a cada pieza. Colocadas en enormes bandejas, estas inician su proceso en el horno durante un período aproximado de 30 minutos.
Una vez horneadas, se dejan enfriar y minutos después se empacan en bolsas plásticas para su comercialización en diferentes establecimientos de Tegucigalpa.
Para realizar este tipo de faena plenamente organizada, en esta panadería se utiliza el horno a base de leña, una maquinaria muy apropiada para la gran demanda de este producto.
Solas o acompañadas
En épocas especiales como Navidad, Año Nuevo y Semana Santa este producto retoma su vigencia y endulza el banquete de la temporada como un postre irresistible: la rosquilla en miel.
Oportunamente, ya sea en el desayuno, al atardecer o simplemente al final de cada comida, las rosquillas son el complemento obligado en la mesa de los hogares hondureños, sobre todo en el del campesino, que entre sus actividades cotidianas no pierde la oportunidad de disfrutar de un par de rosquillas con una rica taza de café caliente.