En 2015, Dilcia Cortés se interesó por mostrar en una exposición los detalles de puertas y portones que nadie observa cuando camina. “Realidades lejanas” exaltó esos detalles que son hermosos y que pasan inadvertidos.
En “El vidrio de Pandora” la artista se aleja mucho de esos primeros pasos en la fotografía, pero hay un hilo que sigue uniendo su trabajo: mostrar lo que la gente quiere ignorar, ya sea por omisión o por decisión.
“Estas fotografías poseen una enorme fuerza poética y una discreta violencia, son aterradoramente conflictivas”. |
La serie de 40 fotografías que la artista exhibe en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa (CCET) denuncia la violencia infantil y genera conciencia sobre la urgencia de proteger los derechos de los niños.
Espectador La obra de Dilcia Cortés reclama una observación reflexiva. El proceso para lograr este proyecto ha sido cuidadoso, padres, madres y niños tuvieron que autorizar la participación en estas imágenes.
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Los niños semidesnudos están detrás de un vidrio con manchas, que bien podría ser protección y censura.
Hace aproximadamente año y medio la artista presentó en una exposición colectiva en la Embajada de El Salvador unas obras que fueron el punto de partida para este nuevo proyecto, y reconoce que en ese entonces “tenía ese temor” ante al abordaje de un tema delicado, “sabía que le faltaba trabajo, proceso e investigación”.
Pero asumió el reto y su responsabilidad de abordar desde el arte un tema del que es urgente y necesario hablar.
“En la propuesta de Cortés la violencia se mueve en el orden de lo simbólico, esos niños son metáforas de un mundo atroz”. |
Su planteamiento es sumamente respetuoso con la dignidad de los niños, que son el eje de su propuesta, “ha sido un proceso bastante cuidadoso”, dijo la artista, quien desde el nombre de su muestra hace una metáfora de la caja de Pandora, el mítico recipiente que recibió Pandora el día de su boda con Epimeteo, con la condición de no abrirlo. Pero su curiosidad le impidió mantener el recipiente cerrado, y lo abrió, desatando así todos los males del mundo, aunque en el fondo quedaba la esperanza.
El vidrio, sin necesidad de ser roto, revela las desgracias que viven millones de niños alrededor del mundo, pero en el fondo queda la esperanza de un mejor porvenir para ellos.