TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Comenzó sin que se diera cuenta. Un día fue un chiste, luego un empujón, después un golpe... De repente esta situación se volvió cotidiana todos los días.
Para Santiago, como llamaremos al protagonista de esta historia -para proteger su identidad-, asistir a su centro educativo era un verdadero martirio.
Emociones se desvanecían
Ya no le emocionaba saber que al día siguiente vería nuevamente a sus compañeritos, pues habían iniciado a burlarse de él hasta el extremo de llegar a golpearlo tras la separación de sus padres.
Los recreos ya no eran lo más esperado de su jornada escolar. Los tiempos libres dejaron de ser agradables en su escuela cuando él pasó a ser la diversión de un grupo de compañeros.
Vea: El bullying marcó la vida de Joan, pero no su futuro
“Empezaron pegándome y burlándose de mí”, son las primeras, cortas, pero contundentes palabras con las que Santiago, un menor víctima de bullying, inicia contando su triste relato a EL HERALDO.
El adolescente de 12 años ya sabe lo que es este flagelo social, no por las charlas que ha recibido sobre este problema social, tampoco por la información que ha podido encontrar en Internet, sino porque cuando tenía 11 años se convirtió en víctima.
Con su poca experiencia en la vida, Santiago ya conoce a la perfección el sentimiento que genera el desprecio y lo que representa convertirse en la burla de los demás.
“Me decían vos no podés, vos no tenés familia”, recuerda Santiago con tristeza, tratando de dejar atrás esos momentos que están plasmados en su corazón.
Le puede interesar: 'Sufrimos con mi hermano todos los bullying que puedan existir'
Y cuando regresaba a casa...
Al finalizar cada jornada estudiantil, Santiago regresaba a su casa con algunos golpes en su cuerpo e invadido por el miedo, sin dejar de lado esas detonantes palabras que ya estaban grabadas en su mente y que día con día lo llenaban de inseguridad.
El niño empezaba a creerse todo lo que le decían. “Cuando llegaba a mi casa no me sentía bien, sentía como que si me estaban diciendo las cosas y yo me las creía”, asegura el jovencito con la mirada fija en el suelo.
Santiago se las ingeniaba muy bien para disimular ante sus progenitores toda esta situación que lo atormentaba.
¿Las pesadillas lo golpeaban?
No tenía pesadillas cuando dormía, sino que debía enfrentarlas cada día al abrir los ojos... El monstruo que estaba robando sus sueños era real.
Además: Exitoso lanzamiento de fascículos de la campaña #Bastadebullying
Así transcurrían los amargos días para Santiago. “Todos los días eran iguales”, lamenta el menor de edad, quien en su momento buscó la manera de defenderse a través de los golpes, ya no soportaba este violento episodio en su vida.
Una nueva etapa
Agotado de esta cruel “rutina”, Santiago decidió buscar ayuda, sin importarle el pensamiento de “no me van a creer” se vistió de valor y contó a sus padres lo que le sucedía.
“Hablé con mi papá y mi mamá.Yo pensaba que no me iban a hacer caso, cuando les conté se enojaron mucho por lo que mis compañeros me estaban haciendo”.
Vea: Únase a la Red de Escuelas que Luchan contra el Bullying en Honduras
Los padres de la víctima actuaron de inmediato. Santiago cuenta que al día siguiente acudieron a la escuela para hablar con las autoridades y decidieron cambiarlo de institución.
Actualmente, el jovencito cursa su sexto grado en CEAD Christian School y cuenta que adaptarse a este centro educativo no fue una tarea difícil, sin embargo su vida cambió, “en esta escuela me empecé a sentir mejor', dice con una sonrisa.
Para Santiago, como llamaremos al protagonista de esta historia -para proteger su identidad-, asistir a su centro educativo era un verdadero martirio.
Emociones se desvanecían
Ya no le emocionaba saber que al día siguiente vería nuevamente a sus compañeritos, pues habían iniciado a burlarse de él hasta el extremo de llegar a golpearlo tras la separación de sus padres.
Los recreos ya no eran lo más esperado de su jornada escolar. Los tiempos libres dejaron de ser agradables en su escuela cuando él pasó a ser la diversión de un grupo de compañeros.
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“Empezaron pegándome y burlándose de mí”, son las primeras, cortas, pero contundentes palabras con las que Santiago, un menor víctima de bullying, inicia contando su triste relato a EL HERALDO.
El adolescente de 12 años ya sabe lo que es este flagelo social, no por las charlas que ha recibido sobre este problema social, tampoco por la información que ha podido encontrar en Internet, sino porque cuando tenía 11 años se convirtió en víctima.
Con su poca experiencia en la vida, Santiago ya conoce a la perfección el sentimiento que genera el desprecio y lo que representa convertirse en la burla de los demás.
“Me decían vos no podés, vos no tenés familia”, recuerda Santiago con tristeza, tratando de dejar atrás esos momentos que están plasmados en su corazón.
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Y cuando regresaba a casa...
Al finalizar cada jornada estudiantil, Santiago regresaba a su casa con algunos golpes en su cuerpo e invadido por el miedo, sin dejar de lado esas detonantes palabras que ya estaban grabadas en su mente y que día con día lo llenaban de inseguridad.
El niño empezaba a creerse todo lo que le decían. “Cuando llegaba a mi casa no me sentía bien, sentía como que si me estaban diciendo las cosas y yo me las creía”, asegura el jovencito con la mirada fija en el suelo.
Santiago se las ingeniaba muy bien para disimular ante sus progenitores toda esta situación que lo atormentaba.
¿Las pesadillas lo golpeaban?
No tenía pesadillas cuando dormía, sino que debía enfrentarlas cada día al abrir los ojos... El monstruo que estaba robando sus sueños era real.
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Así transcurrían los amargos días para Santiago. “Todos los días eran iguales”, lamenta el menor de edad, quien en su momento buscó la manera de defenderse a través de los golpes, ya no soportaba este violento episodio en su vida.
Una nueva etapa
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Los padres de la víctima actuaron de inmediato. Santiago cuenta que al día siguiente acudieron a la escuela para hablar con las autoridades y decidieron cambiarlo de institución.
Actualmente, el jovencito cursa su sexto grado en CEAD Christian School y cuenta que adaptarse a este centro educativo no fue una tarea difícil, sin embargo su vida cambió, “en esta escuela me empecé a sentir mejor', dice con una sonrisa.